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Bolsonaro, derecha e izquierda y la consecuencia democrática

El triunfo electoral de Lula da Silva en Brasil ha despertado en la derecha brasileña y latinoamericana el temor de que se imponga en ese país otro régimen izquierdista autoritario, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Son los mismos temores que provocó  el triunfo de Gustavo Petro, en Colombia, y los de otros líderes izquierdistas que han ganado las elecciones en diversos países de América Latina y el Caribe.

Pero Lula ya fue presidente de Brasil en dos períodos, de 2003 a 2011, y ni siquiera se atrevió a intentar la instauración de un régimen autoritario. La fortaleza y el arraigo de las instituciones democráticas brasileñas se lo impidieron

Lula respetó las reglas de la democracia y seguramente las volverá a respetar. Pero también tiene que respetarlas el presidente derechista Jair Bolsonaro, quien se resiste a reconocer su derrota electoral y el triunfo de la izquierda lulista.

     Se comprueba otra vez que no solo desde la izquierda se desprestigia y socava a la democracia. También se hace lo mismo desde la derecha, cuando un líder como Bolsonaro no se somete o no quiere acatar las reglas democráticas.

     Bastante parecido a lo que está  ocurriendo en Brasil, con Bolsonaro, fue lo que pasó en Estados Unidos a fines de 2020 y primeros días de 2021, cuando Donald Trump no reconoció su derrota electoral ante Joe Biden. Y por eso instigó un asalto de turbas violentas  contra el Capitolio de Washington, sede del Congreso Nacional.

La democracia es patrimonio de toda la sociedad. Sean de izquierda, centro o derecha, todos los políticos, partidos y ciudadanos tienen la misma obligación de respetar las normas democráticas.  

El filósofo político estadounidense de origen austríaco, Karl Popper (1902-1994), autor del libro La sociedad abierta y sus enemigos —entre otras obras famosas— escribió que “la democracia es el único de los regímenes políticos en el que los gobernantes cambian sin derramamiento de sangre”.

Este concepto de Popper es una de las justificaciones fundamentales del sistema democrático. Se trata de que quienes participan en la lucha por el poder se sometan a la voluntad de los ciudadanos, manifestada con sus votos en elecciones libres, competitivas, justas y transparentes.

La democracia tiene otras virtudes fundamentales, como las libertades y el respeto a los derechos de las personas, el Estado de derecho, el equilibrio de los poderes, la justicia ecuánime y la rendición de cuentas. Pero tan solo de que los gobernantes son elegidos y cambiados de manera libre y pacífica, y que se acatan los resultados de las elecciones, la hacen mil veces superior a cualquier autoritarismo y dictadura.

En la democracia se puede ser de izquierda, derecha o centro, según le plazca a cualquier líder de partido político o ciudadano. Pero bajo ninguna circunstancia, ni con el pretexto que sea, nadie puede dejar de acatar los resultados de las elecciones. Quien lo hace se coloca fuera del sistema y al margen de la ley.

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