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El mito de la revolución

La revolución como modo de resolver los problemas socioeconómicos y políticos de la sociedad, nunca ha sido una buena idea como lo demuestra la historia. Y tampoco lo es ahora.

El doctor en ciencias políticas y profesor retirado de la Universidad Central de Venezuela, Emiro Rotundo Paúl, escribe en un ensayo titulado “El mito de la revolución”, que si nos atenemos estrictamente a los hechos históricos las revoluciones, las que en rigor pueden ser llamadas con ese nombre, son muy escasas y todas han fracasado porque ninguna de ellas ha logrado alcanzar sus objetivos.

Como el caso más representativo el profesor Rotundo Paúl menciona a Rusia, que a partir de la revolución de 1917 se llamó Unión Soviética y durante  70 años quiso construir la sociedad más próspera e igualitaria del mundo. Pero fracasó estrepitosamente.

Al contrario, en ese mismo período, los países capitalistas de Europa Occidental “sacaban provecho de la industrialización y desarrollaban el derecho laboral y los planes de protección social para remediar las pésimas condiciones socioeconómicas de la época que impulsaron a (Carlos) Marx a concebir su teoría revolucionaria anticapitalista”.

Explica el académico venezolano retirado que “los sistemas sociales pensados y diseñados a capricho, como el nazismo, el fascismo y el comunismo, rehusaron la democracia y conculcaron la libertad. Fracasaron porque se empeñaron en instaurar sistemas económicos, políticos y sociales extraídos de la cabeza y no de la realidad”.

En cambio, “el mejor resultado obtenido por los países capitalistas avanzados, se debe a que el capitalismo es un sistema que nadie concibió previamente para luego ponerlo en práctica, sino que es el resultado aluvial de prácticas ancestrales de comercio y producción.  Los elementos fundamentales del capitalismo, como el mercado, la moneda, el ahorro, el crédito, el interés, el salario, la ganancia, la propiedad, etc., existían ya en la más remota antigüedad”.

En realidad, en todas partes donde se ha querido transformar la sociedad revolucionariamente, al antojo de líderes que se han creído iluminados, el resultado ha sido catastrófico. No entendieron que los cambios se deben hacer de manera gradual, que si los países no son alterados por revoluciones el progreso y el mejoramiento de la vida de la gente se va dando de manera permanente. Y sin necesidad de violencia ni de sacrificar la libertad que es el don más valioso de las personas humanas.

Nicaragua es una prueba contundente de  lo que dice el profesor Emiro Rotundo Paúl. Aquí hubo una revolución en 1979 que arrastró a casi toda la población y encandiló a mucha gente de las Américas y Europa. Pero al cabo de diez años, después de arruinar el país el régimen revolucionario fracasó y terminó siendo sustituido por un gobierno democrático, de orientación económica capitalista, que reconstruyó la economía de Nicaragua, sacó a la población de la guerra, estableció las libertades públicas e individuales  y abrió el camino a la democracia.

Otra revolución en Nicaragua, aunque solo sea en el sistema político y trate de no afectar la economía, inevitablemente arruinará otra vez a la gran mayoría de los nicaragüenses.

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