Nicaragua dejó a El Salvador como una naranja sin jugo. La Azul y Blanco dio un recital, un alarde de superioridad sobre un equipo salvadoreño que nunca en la historia del futbol había perdido un desafío contra los pinoleros en 24 encuentros, pero siempre hay una primera vez y fue en Managua, 1-0 con gol de Byron Bonilla de penalti. Los amistosos contra Ghana, Qatar e Irán desembocaron en un éxito de este calibre. Esta noche vimos una selección que ha tenido la capacidad de transformarse en tampoco tiempo, que supo presionar provocando errores en las entregas de sus rivales, mantuvo el control del balón, se activó rápidamente en las recuperaciones y manejaron bien los tiempos cuando los rivales intentaron girar el destino en el arranque de la segunda parte.
El momento de mayor tensión fue el de mayor emoción con Bonilla disparando el penalti a lo Panenka al 82’ con extrema frialdad que salió bien, aunque el arquero logró rozar la pelota y casi la termina desviando. La afición tragó saliva en ese momento, pero cuando cruzó la línea de gol soltó toda la euforia contenida. La falta inexistente sobre Bonilla en el área pequeña significó la reivindicación del árbitro. La falta que realmente era penalti había ocurrido al 75’ pero el colegial se hizo de la vista gorda.
Más allá del 1-0 que se registra para la historia, lo mejor de Nicaragua fue cómo movió los hilos del partido teniendo las mejores aproximaciones de gol. Y es que en apenas 11 segundos una pelota filtrada de Jonathan Moncada a Jaime Moreno mandaba el primer aviso del tipo de juego próximo: una selección valiente, con salidas directas y capaz de tener finalización, dominio de la pelota con sentido, no esa posesión inútil en su propio campo. En total fueron siete los disparos de la Azul y Blanco con Bonilla, Marvin Fletes y Jonathan Moncada acariciando el gol en reiteradas ocasiones.
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A pesar del desgaste del viaje y que tres jugadores titulares (Téllez, Acevedo y Coronel) llegaron este miércoles al país supieron dosificar las energías. Nicaragua se vio sólida en todas sus líneas destacando Matías Belli en el centro del campo con sus dos soldados: Moncada y Coronel, mientras Marvin Fletes y Erick Téllez brillaban con luz propia en la defensa tapando las carencias evidentes del muchacho Mario Dávila, quien reemplaza a Josué Quijano por lesión. Y en la parte ofensiva Jaime Moreno fue el más determinante con sus movimientos que ayudaban a abrir espacios en la defensa salvadoreña. Acuña, quien salió en la segunda parte, estaba siendo más importante que Bonilla hasta el momento de la falta que culminó en penalti y gol.
Una muestra evidente de la evolución de este equipo fue en el arranque de la segunda parte cuando El Salvador hizo cinco modificaciones y presionó a Nicaragua en los primeros 10 minutos. La tropa del Fantasma Figueroa se mantuvo fiel a su estilo, manejando la pelota y calmando las posibles embestidas de la selecta con toques precisos y subiendo líneas para cambiar la dinámica de lo que estábamos viendo.
Ahora el Fantasma está dejando una huella que obliga a compararla con la de Henry Duarte y muestra a un equipo “descarado”, sin miedo y desbordado de confianza. Este triunfo puede marcar un antes y un después en la era del chileno.