Desde 2018 a lo que va 2024 se han cancelado en Nicaragua más de cinco mil personerías jurídicas de organizaciones de diferentes tipos, pero la mayoría con una labor social muy reconocida en Nicaragua. La pregunta que me surgió desde las primeras cancelaciones es qué pasa tras el papeleo, qué pasa con las personas que eran la razón de ser de estas organizaciones.
Recuerdo una plática con una periodista a quien admiro mucho, ella me comentaba que con la cancelación de Casa Alianza muchas niñas que estaban en los hogares porque eran maltratadas en sus casas tuvieron que regresar a ese maltrato, porque quien tomó la decisión de cancelar un papel no estaba pensando en estas consecuencias.
Como donante de sangre con más de 20 donaciones, me pareció hasta grosero que en el Banco de Sangre cuando fui a donar para una persona reconocida por su trayectoria (pariente de una amiga) me “advirtieran” que esa sangre debía ser entregada 24 horas después o ya no me pertenecía. Sé que no es mi sangre desde que decido que me la saquen del cuerpo, pero que ya no pueda apoyar a alguien o que tuviera límite de tiempo me pareció extraño. Ya en ese momento el banco no estaba en manos de la Cruz Roja que tiempo después desapareció del país por completo.
El Colectivo de Derechos Humanos ha realizado conteos interesantes sobre la cantidad de estas organizaciones cerradas que apoyaban a mujeres y aquellas que pertenecían a las iglesias de diferentes denominaciones: católicas, evangélicas, moravas, etc. Y claro muchas de ellas de carácter educativo.
No abordaré la afectación al derecho a la libertad religiosa, el Colectivo tiene un sitio que explica mucho este punto, pero sí el tema de lo que se perdió con esas cancelaciones.
Casi que en todos los ámbitos sociales se han cancelado personerías jurídicas. Hay organizaciones que apoyaban con medicamentos a personas con VIH, que apoyaban emergencias como la Cruz Roja, hay otras que brindaban atención a mujeres para ayudarlas a emprender, para protegerlas, etc., organizaciones de desarrollo infantil, organizaciones religiosas, por ejemplo, el 19 de agosto de este año LA PRENSA publicó “Ministerio del Interior cancela 1,500 ONG en un solo paquete”, en ese artículo se lee que entre estas hay 678 organizaciones religiosas.
La locura de la cancelación de organizaciones incluye aquellas que apoyaban además a los animales. A dos días de ese artículo LA PRENSA extrae de esas 1,500 aquellas de protección animal, entre ellas reconocí al de Rescatando Huellas, la cual visité una vez para apoyar y conocí a muchos animalitos que esperaban un hogar.
Muchos de esos animales andaban por la calle y fueron realmente rescatados. El tema detrás de las cancelaciones es que tras el papeleo hay rostros humanos y animalitos que dejan de ser atendidos y la pregunta es quién se hará cargo.
En todo caso la carga para el Ministerio de la Familia es exagerada, o para el Ministerio de Salud y no me imagino al Marena asumiendo todo el paquete de estas organizaciones que apoyan y rescatan animales.
Quien opina de forma positiva de estas cancelaciones me pregunto si tendrá algún amigo, vecino, familiar que dejó de recibir una educación religiosa, que recibió sangre o fue atendido en una emergencia por la Cruz Roja o que se conmovió al ver un perrito o gatito en la calle que luego fue rescatado y terminó en un amoroso hogar.
Estas cancelaciones no se han acompañado de los recursos para las organizaciones que deberían asumir estas cargas, no veo políticas que lleven a la acción más allá de los discursos y sobre el “incumplimiento de estas organizaciones” también lo podemos dejar en duda sobre todo cuando varias señalan que no les recibieron papeles antes de acusarlas de no haberlos entregado.
Lo que hay detrás de una cancelación es mucho, pero creo que siempre es importante ver el impacto que tiene en los seres vivos. Trabajé en organizaciones sin fines de lucro y una de las frases que más escuché fue: “Nosotros no somos los edificios, no somos nosotros, somos las personas a quienes nos debemos, para las que trabajamos”.
Además, no debemos perder de vista que cancelar más de cinco mil organizaciones muestra una decisión de no trabajar con ellas, la pregunta es si trabajarán en vez de ellas. Porque la labor de un Estado es de supervisión, se solicitan papeles y se le da seguimiento para garantizar una labor armónica y ajustada a políticas nacionales. ¿Si alguien defiende estas cancelaciones masivas está admitiendo que el Estado no tiene la capacidad de supervisarlas?
La autora es licenciada en Comunicación Social.