En año 2007, la política nicaragüense se encontraba en un punto de inflexión. Con el retorno de Daniel Ortega al poder, muchos en la oposición creían que su regreso era una mera transacción política y que podrían negociar prebendas o espacios de poder.
Sin embargo, los partidos políticos de oposición subestimaron la resiliencia y la estrategia del régimen, confiando en que su falta de popularidad y el deseo de cambio del pueblo serían suficientes para sostener los desgastados pilares de la democracia en el país. A medida que las denuncias de fraude electoral en ese año fueron perdiendo fuerza, los líderes opositores se vieron envueltos en luchas internas y un ambiente de desconfianza. En lugar de unir esfuerzos, comenzaron a perder de vista lo que realmente estaba en juego.
No solo había un liderazgo errático, sino que Nicaragua también carecía de una ciudadanía preparada para luchar por su propio destino. La ciudadanía, a lo largo del tiempo, había adoptado un papel pasivo en lugar de convertirse en agente de cambio. Esta cultura de no actuar ha permitido que el autoritarismo se haya consolidado, dejando a la oposición atrapada en una red de divisiones y frustraciones.
Si no se reconocen, enfrentan, y corrigen estos impedimentos graves al retorno a la democracia, la oposición nicaragüense se arriesga a continuar repitiendo esta historia, perdiendo la oportunidad de unir fuerzas y desafiar un régimen que sigue violando los derechos democráticos y humanos.
Estás son 5 realidades que la oposición debe reflexionar para lograr mejores resultados en la lucha por la democracia en Nicaragua.
- Unificar la oposición ha sido un desafío.
La oposición en Nicaragua está compuesta por diversos actores que han estado al frente de la lucha por la democracia: víctimas y sus familias, organizaciones de sociedad civil, medios de comunicación independientes, activistas en derechos humanos, los ciudadanos que se manifestaron en las marchas, partidos políticos.
Este amplio movimiento es una fortaleza, pero también presenta el desafío de encontrar una visión común. La unidad no puede ser forzada ni impuesta por decreto, pero el trabajo conjunto y reconocer la importancia de cada voz pueden crear una coalición inclusiva que sea más fuerte.
- 2. El éxito de la oposición depende del apoyo público.
A lo largo de los años desde que el régimen de Ortega llegó al poder, se nota que se profundizó la brecha entre el liderazgo de la oposición y el mismo pueblo que pretende representar. Ignorar las preocupaciones y necesidades de la población ha sido un grave error. Es esencial que la oposición escuche y responda a las inquietudes y cuestionamientos de la población.
Fomentar un diálogo abierto y genuino con las personas dentro y fuera del país no solo fortalecerá la confianza, sino que también alineará las acciones de la oposición con las expectativas de los nicaragüenses. Este enfoque ayudará a construir un apoyo sólido y genuino, necesario para el éxito de cualquier movimiento democrático.
- 3. Sin estrategias claras, la batalla nunca se gana.
Últimamente parece que la estrategia principal de la oposición es simplemente existir sin plan de acción o metas concretas. La falta de estrategias concretas y viables ha limitado la capacidad de la oposición para hacer frente al régimen. Es urgente que los líderes opositores desarrollen planes estratégicos que aborden tanto las necesidades inmediatas —carestía de la vida, seguridad y el empleo— como los objetivos a largo plazo.
Con una hoja de ruta clara, la oposición podrá movilizar recursos, coordinar acciones y presentar una alternativa efectiva al pueblo nicaragüense.
- 4. El enfrentamiento interno nos está bloqueando y desacreditando.
Una gran parte de las noticias sobre la oposición hasta el día de hoy tratan más de conflictos internos que de proyectos, planes y demandas. El conocer de los conflictos internos y rivalidades han debilitado la imagen de la oposición tanto a nivel nacional como internacional. Superar estas divisiones es clave para fortalecer el frente común.
La construcción de una agenda unificada, que refleje objetivos compartidos, permitirá que la oposición presente un mensaje de cohesión y claro al país y a la comunidad internacional. La colaboración en lugar del enfrentamiento puede revitalizar el movimiento y darle la fuerza necesaria para desafiar al régimen.
- 5. No hay futuro sin visión.
Hasta ahora parece que la oposición simplemente espera el final del régimen. Claro, la oposición lucha para que el régimen de Ortega caiga, pero es una lucha mayormente negativa, que carece de visión para la reconstrucción de un país que ha sufrido décadas de dictadura. La falta de preparación para un escenario post-Ortega diluye las esperanzas de cambio. La oposición debe desarrollar y comunicar una visión clara para el futuro de Nicaragua, asegurando que exista un plan para una transición ordenada y la implementación de un gobierno democrático y representativo. Este enfoque proactivo no solo prepara el terreno para el cambio, sino que también inspira confianza y moviliza a la ciudadanía hacia un objetivo común.
La oposición en Nicaragua debe reflexionar seriamente sobre estos errores y trabajar para superarlos. El camino hacia una Nicaragua democrática requiere no solo valentía y compromiso, sino también unidad, preparación y una conexión real con las necesidades del pueblo.
Al aprender de estos fallos y ajustar las estrategias, la oposición podrá ofrecer una alternativa sólida y efectiva al régimen actual, construyendo la posibilidad de un futuro donde la democracia y la justicia sean una realidad para todos los nicaragüenses.
El autor es académico y activista en derechos humanos, libertad y democracia. Presidente de la Fundación para el Desarrollo y la Innovación Social.