Por Francisco Santos
Cuando ya todos estemos ahí
Dormidos para siempre.
En la carretera a Salerno
Caminando, buscando
La barba que aún no mecía
Las heridas del tiempo.
Sonando excusas para el periplo
Hacia lejanos, extraños y místicos ríos
Donde vos enhebrabas
Palabras con los filamentos del aire.
Luz de los poros
Lo existente y no visto.
Diario más viejo que los dioses
Ennovecidos a cada domingo.
Pasan en sueños
Y números pareados y cóncavo
Hueco de un embudo mundo corazón.
Allá lejos, lejos alto, alto.
Alto lejos alto lejos, y eso es largo!
Rinconcito alquimista, guerreros
De espadas que parten el aire.
Y en el otro espacio del cuento,
Mario ya está con nosotros
¡en la convexa mesa de operaciones!
Que otros vean aquel corazón,
Polvo que palpita al desnudo, barro enamorado.
En esta línea estoy. Aguardo a que el timbre te toque.
¡Haló!, larga distancia ¿quién habla?- ¡Francisco!-
¿Cuándo venís? – Estamos ocupadísimos
Carlitos, que es un paraíso, sin morirse de cansancio
Querubín en sus aguas, en sus descubrimientos.
Todo es ocupación en estos días. Esperando señales.
Y uno de los dioses de ustedes, vendrá a inspirarse,
Disfrazados de ángeles con alas de murciélagos
Pintadas de blanco, sí hombre, sí, como sopa de los lunes.