“Ellos (los policías) me agarraron del pelo, me arrastró uno de ellos, y me hizo esto (muestra los moretones en el brazo)… cuando llego al hospital, a ella (su hermana muerta) me la golpean… yo le quería ver la cara (a un policía), quitarle la máscara que andaba… entonces él me tiró y vine yo me le volví a tirar encima… con la misma culata del rifle me dio”.
Así recuerda Yelka Nohemí Ramírez la brutalidad policial que vivió el pasado 11 de julio en Las Jagüitas.
Ramírez, madre y hermana de las víctimas, abundó en detalles de la violencia sufrida por parte de los policías que los emboscaron. “Me le pegó una patada al niño (muerto) el mismo policía que iba en la patrulla”, relató.
“Ya muerto me le dio en la cabeza, yo le digo ‘maldito todavía me lo golpeas después que me lo mataste’”, refirió Ramírez, quien está embarazada y además del moretón en el brazo derecho, presenta raspones en la pierna derecha.
Ramírez aseguró que después que fueron sorprendidos por los disparos de los policías —que permanecían escondidos entre montes, arbustos y barrancos, e incluso, piensa que habían francotiradores a lo largo del camino que recorrían— lograron salir hasta las Cuatro Esquinas, donde el carro blanco que conducía su esposo, Milton Reyes, se fue a detener, tras impactar contra una camioneta. Ahí el carro blanco ya llevaba las llantas ponchadas, un oficial agresivo llegó hasta el lugar y, la sacó del carro halándola del cabello.
“Ellos me arrastraron, cuando en eso yo empecé a sacar a mis niños; a mi hermana fue la primera que yo saqué, después a mi niño y a los otros. Me montaron a la camioneta y les pedí auxilio y estuve como hora y media ahí todavía. Ellos no se movían, y que la gente no se arrimara… yo les decía que me ayudaran, que me ayudaran y no se movían, hasta que a ellos les roncó, como dicen”, amplía Ramírez.
Es más, relata Ramírez, en el trayecto al hospital el mismo oficial llamó por teléfono posiblemente a su cónyuge: “Amor, no te preocupés, ni llorés, pero mirá, yo creo que voy preso, voy para largo, maté a un montón de niños, dice el maldito todavía… él habló delante de mí, ahí no más le pegó la patada al niño”.
Esa fatídica noche murieron a causa de los disparos policiales Katherine Ramírez, de 22 años, y los niños Efraín Ramírez, de 11 años y Aura María Reyes Ramírez, de 12 y con heridas graves resultaron Myriam Natasha Guzmán Ramírez y Axel Reyes, de 5 y 13 años, respectivamente.
NI POLICÍA NI FISCALÍAHAN LLAMADO A DECLARARA LOS SOBREVIVIENTES
Hasta ayer ni Yelka Ramírez ni su cónyuge, Milton Reyes, habían sido llamados a declarar ni por la Policía, ni por la Fiscalía.
El director jurídico del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Gonzalo Carrión, explicó que de conformidad al artículo 33 de la Constitución Política de Nicaragua, en 48 horas debieron pasar los detenidos a los tribunales. “De lo contrario estarían repitiendo la misma práctica abusiva, yo lo tengo que decir así, porque así lo reclamamos en otros casos más”, sostuvo Carrión.
“A no ser que (solo) estén durmiendo en El Chipote y no los tengan en calidad de detenidos”, dijo Carrión, quien recordó que así lo habría dicho la misma noche del sábado la jefa de facto de la Policía, primera comisionada Aminta Granera.
Carrión recordó que con la masacre del 19 de julio el año pasado, la misma fiscal Ana Julia Guido, “dio la cara y dijo vamos a acusar a estos asesinos”, por lo que exigen igual trato. LA PRENSA consultó ayer a la Fiscalía si ya había recibido el expediente de parte de la Policía, pero no hubo respuesta.
“QUE EL PUEBLO SE LEVANTE CONTRA ESTA CORRUPCIÓN”
Mientras relataba los minutos de terror que vivieron, Ramírez llora y dice: “Malditos desgraciados, quiero justicia, yo quiero que me enseñen a esos malditos ¿sabe? yo quiero verlos, yo quiero saber que caigan presos, que haya justicia en este país”. Al tiempo que demanda el respaldo de la ciudadanía: “Que el pueblo se levante contra esta corrupción que está”. Y de forma reiterada demandó: “Quiero justicia, que esto no quede impune, que mis hijos no eran perros, mi hermana no era una perra, estaba empezando a vivir su vida”.
Y reclama que ese trágico sábado “la Aminta Granera aquí vino de hipócrita a llorar, ‘ay, lo siento mucho’, pero no volvió”.
ÚLTIMA CONVERSACIÓN ANTES DE IR A CULTO EVANGÉLICO
Miriam Delgadillo, madre de Katherine Ramírez, igual que su hija, Yelka, demandó justicia y que le presenten a los policías que emboscaron a su familia.
Delgadillo llorando recordó la última plática que tuvo con su hija antes de partir al culto evangélico en Lomas de Guadalupe.
Expresó que la encontró alistándose y le dijo: “Muchachita y qué bonita que vas, ¿vas a la Iglesia?”
Katherine le respondió: “¿No vamos?” Pero Delgadillo le contestó: “No, vengo rendida”, y su hija entonces le expresó: “De lo que te vas a perder”.
Mientras observa un retrato de su hija aún en vida, dice: “Mi hija me ofrecía muchas cosas… que cuando trabajara me ayudaría a componer la casa y sacar adelante a su niña”.
El esposo de Yelka Ramírez, Milton Reyes, conductor del vehículo rafagueado, recordó que ese día llevaba las luces del carro encendidas “cuando veo que ellos salen de una bocacalle encapuchados, con pasamontañas y apuntando, ella (Ramírez), me dice ‘¡ay Milton, no te detengás que nos van a asaltar!’; cuando yo los veo con armas, me impresioné tanto que dije, si yo me quedo aquí, va a ser una masacre, nos van a matar a todos, entonces yo aceleré el vehículo”.
“YO SOLO MIRABA LAS BALAS DE FRENTE…”
Y tras las primeras detonaciones, más adelante había otro grupo esperándolos. “Yo solo miraba las balas de frente y digo a ellos, agáchense, cuando ellos se agachan ya llevo los heridos… no supe como salí de esa calle, porque es una calle que está partida”.
“Cuando veo la luminaria me alegro porque voy buscando como socorrerlos a ellos, llevarlos a un hospital”, refiere Reyes, que es cuando llega a las Cuatro Esquinas, en Las Jagüitas.
Ya a esa hora, sostiene Reyes, los heridos no reaccionaban “y les digo a ellos (a los policías) ‘ayúdenme, socórranme’ y no se movían (los policías que estaban ahí, había bastante grupo de ellos). A ella (a Yelka) la golpearon, yo estaba socorriendo a los demás, al otro que estaba herido y consciente todavía. Ellos (los policías) hasta que se miraron en la sin remedio fue que se preocuparon en llevar a los heridos al hospital y los tiraron como perros”.
EL PROPÓSITO ERA ANIQUILAR
Roberto Orozco, especialista en temas de seguridad, estimó que de acuerdo a la versión de los testigos, la distribución de fuerzas, las posiciones estratégicas de altura para tener ángulos descendentes de disparo, los tres bloques de emboscada y el fuego cruzado con que fue recibido el carro blanco de la familia Reyes Ramírez, indica que “todo estaba diseñado para no permitir la fuga del que estaban esperando”.
A criterio de Orozco, los disparos contra la familia Reyes Ramírez fue contingencial, pero los oficiales dispararon contra un objetivo que pretendían aniquilar. Recordó que militarmente la altura ofrece ángulos de tiro privilegiados y cuando un tirador está en altura, el objetivo se vuelve más fácil de aniquilar. Y es lo que sucedió en este caso, pues los testigos indican que los policías se camuflaron entre la vegetación y en los arbustos de los barrancos de ambos lados de la calle de tierra, por donde las víctimas circulaban.
Orozco manifestó que con la nota policial del pasado lunes, en la que la institución sostiene que esperaban un vehículo con similares características en las que se movilizaban las víctimas, “es absurdo”. “La versión oficial a estas alturas lo que indica es una justificación para defender lo indefendible, ese no era operativo de droga”, sostiene Orozco, al tiempo que apunta que un narcotraficante no se iba a movilizar en ese tipo de vehículos en que circulaba la familia, sino que en vehículo con mayor potencia y alto cilindraje que le permitiera desplazarse con más velocidad en menos tiempo para darse a la fuga. “Y el famoso narco desapareció ¿dónde está el narco?”, pregunta Orozco.
GRANERA LE DIJO QUE ERAN 20
Yelka Nohemí Ramírez y su familia insisten en que la jefa de facto de la Policía, primera comisionada Aminta Granera, le dijo cuando la llegó a ver al hospital, que eran veinte los policías que habían participado en la masacre. Pero el lunes, el día del sepelio de las tres víctimas, Granera negó a los periodistas que ella hubiese dado números.
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