Los cálculos de la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida (2014) son así: se le llama “pobres extremos” a aquellos nicaragüenses cuyos ingresos no les permiten consumir las cantidades mínimas de calorías necesarias. La cantidad mínima de calorías diarias establecidas para un nicaragüense está fijada por los expertos en 2,282 calorías promedio. Ahora bien, los expertos del Gobierno y el Banco Mundial determinaron que 28.83 córdobas ajustan para comprar los alimentos necesarios para proporcionar dichas calorías. O sea, que en un hogar de cinco personas, cuyos ingresos mensuales sean de 4,500 córdobas, según estos cálculos, ya no serían “pobre extremos”, sino solo “pobres”, porque cada miembro de la familia tendría un ingreso de 30 córdobas diarios.
Los “pobres”, según estas mediciones, son aquellos nicaragüenses cuyos ingresos son iguales o están por encima de los 28.83 córdobas diarios, pero menores a 46.60 córdobas, porque se supone que con esta última cantidad se tiene dinero suficiente para comprar los alimentos que pueden proporcionar el mínimo de calorías establecidas y todavía les queda algo para “servicios y bienes alimenticios como: vivienda, transporte, educación, salud, vestuario y los de uso cotidiano en el hogar”, sin vivir con holgura. Los que tienen ingresos mayores a los 46.60 córdobas diarios por personas ya no son pobres, según estos cálculos. Así, la misma familia de cinco miembros dejaría de ser pobre si entre todos tienen un ingreso, por ejemplo, de 7,500 córdobas mensuales, o sea, 50 córdobas diarios por cada miembro de esa familia.
Pero si consume a diario más, usted ya salió de la pobreza extrema, ahora solo es un pobre general.
Ahora el límite de consumo de un pobre general es de 46.60 córdobas, lo cual además de contener los 28.83 córdobas necesarios para obtener el valor calórico ideal, incluye 17.77 córdobas más como “un monto adicional para el consumo de servicios y bienes alimenticios como: vivienda, transporte, educación, salud, vestuario y los de uso cotidiano en el hogar”.
Con estas matemáticas, la última Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida (2014) determinó que el 70.4 % de los nicaragüenses ya no son pobres porque tienen ingresos mayores a los “benditos” 46.60 córdobas diarios por persona.
Pero del dicho al hecho hay mucho trecho y en este trabajo les presentamos rápidamente el caso de seis familias que oficialmente ya no son pobres, aunque la cruda realidad de su vida cotidiana dice lo contrario.
Ninguno de estos entrevistados es pobre, según el censo oficial.
SAL Y VINAGRE
Don Manuel García, de 45 años, es el jefe de una familia de ocho miembros. Sus cuatro hijos, su cuñada y una sobrina dependen de los ingresos que él y su esposa, doña Mélida Betancourt, consiguen de la venta, principalmente, de mango en rodajas, con sal y vinagre, en los semáforos de La Robelo. Tiene 15 años de vender frutas ahí. “Él antes vendía en el mercado, pero yo me lo traje para acá”, dice doña Mélida, de 35 años. Viven en casa de doña Teresa de Jesús, mamá de don Manuel, pero tienen espacios y cuentas separadas.
El día empieza a las 5:00 de la mañana. A esa hora se levanta religiosamente todos los días para ir al mercado a comprar “la venta”: mangos, naranjas, jocotes o cualquier fruta de temporada para ir a venderla.
Cuando la situación está más o menos buena, “como ahorita que viene diciembre”, ganan de 500 a 1,000 córdobas diarios, de los cuales alrededor de 400 se destinan al alimento de su familia y a otros gastos: como el transporte diario al mercado, el dinero que dan a sus hijos para ir a la escuela, lo que don Manuel paga a su mamá para que cuide de su hijo menor y en ropa, que cuando pueden compran cada tres meses.
El resto de sus ingresos es destinado a la inversión en su negocio; sin embargo, doña Mélida afirma que hay días en los que apenas se ajusta para la comida. La cantidad destinada a gastos del hogar dividida entre las ocho personas que conforman la familia significa que cada uno consume 50 córdobas por día.
La hermana de doña Mélida no trabaja, ella y su hija se quedan en casa, don Manuel le da 180 córdobas diarios para la comida: en el desayuno tratan de comer arroz, frijoles, pan, café y a veces pollo, porque no siempre les alcanza para el almuerzo, pero a don Manuel y a doña Mélida el almuerzo “les agarra” en los semáforos y compran papas o enchiladas, porque eso es “lo que sale más barato” y cuando no, “se la tiran roja” hasta que llegan a la casa a cenar, generalmente, gallo pinto, queso, crema y pan.
No celebran los cumpleaños de sus hijos y en Navidad comen “arrocito con zanahoria y pollo frito”, porque es cuando pueden darse el lujo de celebrar.
FAMILIA DE MAESTRO
“Usted sabe de que con el Gobierno para todo nos anda amenazando y todo lo toman en contra de uno y creo que tendría problemas”, fue la respuesta de este maestro al preguntarle su nombre, el cual prefirió omitir para evitarse problemas en el colegio público en el que labora.
Desde hace ocho años trabaja como docente de secundaria. “El básico de un maestro de secundaria es de 6,500. En este último año lo que aumenta son 200 o 250 córdobas y con eso no se ajusta”, afirma el docente.
No tiene casa propia, él, sus hijos y su esposa viven en casa de su suegra. Su esposa labora en una zona franca y gana “unos 6,000 córdobas al mes y eso que con horas extras”. Entre ambos suman aproximadamente 12,700 córdobas al mes y al dividirlos entre treinta días el gasto diario es de 423.33, los cuales se destinan para la comida, el pasaje de él y su esposa al trabajo, el dinero de su hijo para ir a la escuela y el pago de los servicios básicos. La dieta de su familia es normalmente de café con pan en el desayuno, en el almuerzo arroz, frijoles, queso y a veces, cuando hay, come carne y en la cena nunca falta el gallo pinto y el maduro frito con queso.
“Nuestro gobierno a veces se equivoca, nosotros somos simpatizantes, pero hay cosas que a veces no nos gustan, quieren tapar el sol con un dedo y no debe ser así”, dice el maestro. “¿29 córdobas? ¡Es absurdo! La canasta básica anda arriba de los 10,000 córdobas y no suplimos todas las necesidades con ese decreto que acaba de mencionar”, afirma.
MADRE SOLTERA
A primera vista Cindy María no parece una muchacha de 20 años. Es baja, de cuerpo menudo y con rostro de niña, pero hay algo en ella que hace que su edad sí sea creíble: el cansancio. Trabajó desde pequeña con su mamá, pero cuando salió embarazada a los 15 años ella la corrió de la casa. Ahora tiene dos hijos, de 5 y 3 años, y para mantenerlos comenzó a trabajar vendiendo ropa en la calle, pero la ganancia no ajustaba.
Por eso decidió ser empleada doméstica. Sin embargo, hace unos días decidió renunciar a su trabajo porque necesita tiempo para cuidar de sus hijos, ganaba unos 3,000 córdobas cada mes y asegura que diario gasta 200 en comida, detergente, jabón y otras cosas para el hogar. A sus hijos no les compra ropa porque ellos tienen un primo mayor y este se las “hereda”. Diario come pan y café en el desayuno, en el almuerzo arroz, frijoles y queso, cuando hay. En la cena, gallo pinto.
Su mamá la corrió de la casa a los 15 años y solo dos años más tarde dio a luz a su segundo hijo, entonces su pareja la abandonó y se convirtió en madre soltera. Se fue a vivir donde una tía que le “da posada”.
Aunque vive en la misma casa con el resto de la familia de su tía y sus gastos en la cocina son independientes, cuando “no tiene” su familia le ayuda. “Hay días en los que se desespera cuando el niño le está pidiendo comida”, dice su prima. A veces manda a su hijo mayor a clases sin dinero, solo con el pan y el café que le da de desayuno a diario.
A pesar de las penurias que Cindy vive, los 200 córdobas que gasta diario para ella y sus dos hijos repartidos en partes iguales resultan en que cada uno consume 66.66 córdobas diarios, 20 córdobas más que un pobre, según la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida. Para esta, Cindy ya no es pobre. “¿Que no soy pobre? ¡Claro que sí! No me da la bolsa para mantener a mis hijos”, dice la joven.
¡LECHE AGRIA, CUAJADA, TAMALES PIZQUES!
Hace 15 años José Domingo Suárez agarró un triciclo y salió a vender. Hoy tiene 49 años y su oficio sigue siendo el mismo. Con un viejo radio atado al manubrio y música sonando a todo volumen recorre las calles de la capital vendiendo leche agria, cuajada y tamales pizques. Gana 300 córdobas diarios, unos 9,000 al mes y apenas llegan a sus manos se van.
Su esposa trabaja como conserje en Galerías Santo Domingo y tiene salario fijo de 6,000 córdobas al mes. Entre ambos sus ingresos son de 15,000 córdobas, pero asegura que eso tampoco es suficiente.
Mientras pedalea con fuerzas habla de su vida: todos los días se levanta a las 4:00 de la mañana y se dirige al Mercado Iván Montenegro para comprar la venta del día. A veces tiene que prestar porque él le da crédito a la gente y muchas veces no le ajusta para invertir en los productos que a diario se convierten en el alimento de su familia.
“A mis hijos les doy a veces 30 o 40 córdobas para ir al colegio”, afirma don José Domingo, mientras se acomoda la gorra y se limpia el sudor de la frente. Cada día se agota más, trabaja desde los 16 años y vive en el barrio Osvaldo Manzanares. Llegó hasta tercer año de secundaria. “En ese tiempo las mamás no le ponían mucha mente al estudio, sabías leer y escribir y te metían a trabajar”, dice.
LIMPIANDO VIDRIOS
Don Rafael González no puede contener las lágrimas. Las palabras brotan de su boca con una voz entrecortada. Desde que su papá lo abandonó le tocó trabajar y hacer otras cosas de las que hoy se arrepiente. Tiene 36 años de edad, de los cuales 27 los ha pasado trabajando en los semáforos de La Robelo limpiando vidrios. Asegura que él es uno de los “fundadores”, pues cuando él llegó no había vendedores en el lugar.
Ahí se crio.
Don Rafael vive con sus dos hijos y su esposa, que es ama de casa. Él gana unos 150 córdobas diarios y con eso ajusta para darle “frijolitos con arroz y queso o crema” a sus hijos y a su esposa, el pasaje de sus hijos para ir a la escuela y los gastos básicos del hogar, pero todo depende de lo que gane. “Mirá, ahorita me tengo que comer una enchilada de 25 pesos y apenas llevo 60 ganados”, dice González.
“Gracias a Dios mis hijos siempre han comido y cuando no gano aquí le pido ayuda a mi mamá, que tiene un tramo en el mercado”, dice don Rafael, quien al escuchar que con 28.87 córdobas al día puede comer se pregunta: “¿Cómo Daniel puede decir eso? Imaginate: 10 córdobas de frijoles, una libra de arroz, aceite y media libra de queso y se acabaron”.
GUARDA DE SEGURIDAD
Doña Manuela Nicaragua, de 41 años, es un poco tímida y nerviosa. Su maquillaje apenas logra ocultar su rostro moreno y agotado. Con una acogedora chaqueta intenta calmar un poco el frío de la noche. Ya falta poco para que salga de su turno como guarda de seguridad de una pequeña plaza ubicada en la Carretera Norte.
Antes trabajaba como doméstica, pero se cansó de hacer doble labor: limpieza en su casa y limpieza en el trabajo. Buscó opciones como conserje o asistente, pero el agobio de la espera hizo que decidiera intentar ser guarda de seguridad y desde hace ocho años se dedica a eso.
Doña Manuela gana 4,500 córdobas al mes y con algunas horas extras “viene sacando” unos 5,600 córdobas. Con eso sobrevive, porque paga 70 dólares por el alquiler del cuarto en el que vive sola. Tiene dos hijos, pero ambos son mayores de edad y viven aparte porque ya están casados. Cuando sus hijos la necesitan ella los ayuda con lo que puede. “Ellos ya no están bajo mi responsabilidad, pero si me necesitan, yo les extiendo mi mano”, dice Nicaragua.
Su dieta diaria empieza con café con leche y pan en el desayuno o tortilla con huevo frito. En el almuerzo arroz, frijoles, queso y el bastimento y “por allá” carne o pollo. Y en la cena gallo pinto, maduro, queso frito o crema. Asegura que en el desayuno gasta unos 30 córdobas, en el almuerzo 70 y en la cena 60, unos 160 al día. “Eso es al día en comida, más el alquiler, el agua, la luz. No creo que alguien pueda sobrevivir con 46 córdobas al día. Yo gasto más que eso y sigo siendo pobre”.
Hay momentos en los que “se las ve de a palitos”, quizás se salta un tiempo de comida y aunque trabaja para mantenerse prácticamente solo ella, a veces no ajusta. Doña Manuela ha buscado trabajo en otros lugares como personal de limpieza, pero solo contratan muchachas de 18 a 25 años. Hace turnos de noche y de día. No hay descanso.
CALORÍAS NECESARIAS
Según la Encuesta Nacional de Hogares Sobre Medición de Nivel de Vida (2014), 2,282 calorías fueron las establecidas por el Gobierno como mínimo para determinar la frontera entre la pobreza extrema y la pobreza general.
“Las proteínas se pueden obtener combinando alimentos de origen vegetal, como frijoles, lentejas, maní, y de origen animal, como huevos, queso, pollo o carne. Respetar este balance es importante para que cada sustancia nutritiva cumpla con su función”, dice Martha Justina González, máster en Nutrición.
Afirma que “los alimentos que se incluyen en la dieta diaria del nicaragüense generalmente no cubren las necesidades nutritivas, porque suelen contener calorías vacías. Están constituidos de almidones, grasas y azúcares, que proporcionan las 2,300 calorías o quizás las exceden, pero no aportan las proteínas de origen animal, los vegetales y las frutas que se requieren para obtener vitaminas y minerales”.
La experta recomendó además que para cubrir la cantidad de calorías mínimas, que es redondeada a 2,300 de acuerdo con la recomendación para Centroamérica del Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (Incap), los nicaragüenses deberían consumir 60 por ciento de carbohidratos, 10 por ciento de proteínas y 30 por ciento de grasas, contempladas como ideales en el plato del Incap.
REDEFINIR EL MÉTODO
El método utilizado por la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida (2014) es el método por consumo; sin embargo hay otras formas de hacerlo. Al parecer del economista y sociólogo Cirilo Otero, la encuesta en el aspecto técnico está correcta, lo que es incorrecto es que se hizo por el método de consumo solamente.
Por ejemplo, según explica el economista, Nicaragua es un país de ahorro externo y se vive de las remesas familiares, lo que permite comprar lujos y alimentos, como equipos de sonido y electrónicos. “Cuando vos medís la pobreza por el método de consumo podés estar consumiendo cosas, pero seguís siendo pobre porque tu estabilidad de producción de recursos no es sostenible y está en dependencia del ahorro externo.
Eso es lo que hay que discutir, pero, técnicamente hablando, el método está correcto”, afirma Otero.
Por otro lado, el economista Alejandro Aráuz afirma que este es un método utilizado por el Banco Mundial, pero que cada país y cada Gobierno debe adaptar la línea de pobreza a su realidad actual. “Cada Gobierno puede reunir elementos estadísticos de los cambios que han venido sucediéndose en el patrón de consumo y el nivel ingreso y modificar el valor de la línea de que se está partiendo para definir quién es pobre y quién no lo es”, afirma Aráuz.
Por parte del Gobierno no ha habido una iniciativa más propositiva para analizar este tema y sugerir al Banco Mundial una metodología que defina una línea de pobreza de acuerdo con los cambios que se han experimentado en la vida socioeconómica del país. “Lo que pasa es que de una forma u otra el resultado le beneficia al Gobierno y en cuanto a su gestión pública”, dice Aráuz.
“El método en sí no es malo, el problema es que los resultados que te da le dan ‘cancha’ a quienes pueden decir que ya no somos pobres y, ¿qué significa ser no ser pobre? Tener acceso a su canasta de bienes y servicios, que ahí están contempladas todas las cosas que viene necesitando una familia de cinco personas”, explica por otro lado Otero.
“Si nos quedamos con los datos de esa encuesta, nosotros salimos como un país mayoritariamente no pobre, pero tenemos que analizar los efectos. Por ejemplo, nosotros tenemos un desempleo muy alto en Nicaragua, entonces no puede ser que las familias sean no pobres. Si revisás la población económicamente activa de este país es de tres millones doscientas mil personas y en el Seguro Social solo hay setecientas mil personas cotizando, ¿qué significa esto? Que más del sesenta por ciento del total de la población económicamente activa está en el sector informal y este no produce riquezas, no hace crecer el Producto Interno Bruto, el sector informal produce recursos y mueve recursos financieros, pero no está transformando la economía del país”, ejemplifica Otero.
Según el economista y sociólogo, lo que debería hacerse es estar midiendo todos los aspectos de consumo de la población cada cinco años: las necesidades básicas insatisfechas y dónde se encuentran los mayores niveles de necesidad de la población, ya sea en salud, educación, transporte, seguridad ciudadana, etc. “Todo eso va a salir con datos distintos, porque la seguridad ciudadana, por ejemplo, es distinta a la de El Salvador y diferente de la de Nicaragua”, afirma.