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Donald Trump ofrece su primer discurso como presidente de Estados Unidos, en el que reafirmó su principal promesa electoral: “Hacer a EE. UU. grande de nuevo”. LA PRENSA/AFP

Presidencia impredecible

La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, conocido por su carácter impulsivo, genera una extraordinaria incertidumbre y desconcierto, dentro y fuera del país.

Nadie sabe qué tipo de presidente será alguien tan impredecible como Donald Trump, pero sí está claro que el magnate llega a la Casa Blanca con el reto de cumplir una promesa electoral —la reafirmó en su discurso inaugural— tan rotunda como difusa: “Hacer a EE. UU. grande de nuevo”.

Esa frase fue el lema estelar de campaña que animó a millones de votantes —muchos de ellos electores blancos de una clase trabajadora desencantada con los políticos tradicionales— a entregar las riendas de la primera potencia mundial a un líder populista como Trump.

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El multimillonario (exestrella televisiva, dueño de un imperio inmobiliario y novato en política), causó conmoción con su inesperado triunfo en las elecciones de noviembre ante la demócrata Hillary Clinton, a quien batió con un discurso demagógico y xenófobo.

Desconcierto

No extraña, pues, que la llegada al Despacho Oval de Trump, conocido por su carácter impulsivo, genere una extraordinaria incertidumbre y desconcierto, dentro y fuera del país.

Como comenta a Efe Thomas Mann, politólogo del centro de estudios Brookings, Estados Unidos no se halla, por primera vez en mucho tiempo, ante “un nuevo presidente normal que va a asumir el poder”, pues “nada es normal” acerca del empresario republicano.

En las diez semanas que han pasado desde su inesperada victoria como 45to presidente del país, Trump ha roto con décadas de protocolos diplomáticos establecidos, causado conmoción en juntas directivas de empresas, puesto a prueba antiguas normas de ética y mantenido su estilo combativo de responder a cualquier ofensa con un ataque personal, en Twitter y en persona.

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Sus predecesores han descrito su primera entrada en la Oficina Oval como presidentes como una experiencia que les hizo pensar y les dejó claro su nuevo papel de custodios de la democracia estadounidense. Trump ha pasado buena parte de la transición dejando claro que ve las cosas de otra manera: en lugar de cambiar para el cargo, afirma, el cargo cambiará para él.

MCX02. Washington (United States), 20/01/2017.- President Donald J. Trump waves from the reviewing stand during the Inaugural Parade after he was sworn in as the 45th President of the United States in Washington, DC, USA, 20 January 2017. Trump won the 08 November 2016 election to become the next US President. (Estados Unidos) EFE/EPA/PETER FOLEY

Transición

En el agitado periodo de transición, el magnate ha confeccionado su gobierno, que mezcla figuras republicanas, como su jefe de gabinete, Reince Priebus; con populistas, como su asesor principal, Steve Bannon, acusado de racismo y adalid de la ultraderecha.

Esa etapa también se ha visto empañada por los polémicos informes de Inteligencia de EE. UU. que culpan a Rusia de ciberataques durante los comicios para perjudicar a Clinton y favorecer a Trump, quien ve en esa conclusión un intento de deslegitimar su victoria electoral.

La llamada “diplomacia tuitera” de Trump (sus controvertidos mensajes de Twitter sobre asuntos sensibles de política exterior) y los constantes ataques a la prensa, a la que tacha de “deshonesta”, han contribuido a enrarecer la transición.

A juicio de Mann, esas “señales” son “preocupantes” y plantean el interrogante de si el magnate “respetará las normas democráticas o nos conducirá en una dirección autoritaria”.

Economía

Trump hereda de Barack Obama una economía que, tras superar la grave crisis de 2008, ha vuelto a la senda del crecimiento, aunque muchos trabajadores que perdieron el empleo durante la recesión, a quienes el empresario llama “los olvidados”, no acaban de sentir alivio.

El magnate encara el desafío de crear “al menos 25 millones de empleos” con incentivos fiscales y recetas proteccionistas.

En política nacional, la ansiada grandeza de Trump pasa por medidas como la polémica construcción de un muro fronterizo con México que frene el flujo de indocumentados y que quiere que pague el vecino sureño, quien se niega “por dignidad”.

Control del Congreso

El empresario se ha propuesto, de igual modo, desmantelar logros clave del legado de Obama, como su reforma sanitaria, denominada popularmente “Obamacare” y que ha beneficiado a más de veinte millones de personas, si bien no ha detallado ninguna alternativa.

Para ese y otros menesteres, Trump tiene la suerte de que los republicanos controlan el Congreso, pero aún así deberá esmerarse en mantener una buena sintonía con sus correligionarios, que forman parte del “establishment” al que ha denostado sin cesar.

Gabinete de Trump

En la política exterior, que Trump abordará bajo la premisa de “EE. UU., primero”, el presidente se topará, nada más poner pie en la Casa Blanca, con dos guerras todavía abiertas y con presencia de miles de soldados estadounidenses: Afganistán e Irak.

Otros problemas pendientes son el terrorismo yihadista de grupos como el Estado Islámico; la tensión con Rusia, a cuyo líder, Vladímir Putin, ha elogiado el magnate; la difícil relación con China, país al que ha criticado; el estancado proceso de paz en Oriente Medio; el conflicto sirio o el programa nuclear norcoreano.

Proceso complicado

Está por ver también si Trump revierte la apertura de Obama a Cuba en caso de no lograr contrapartidas de La Habana; si respeta el acuerdo atómico de Irán, que tilda de “desastre”; si confía en la OTAN y la ONU, organizaciones a las que ha vituperado; y si cumple su amenaza de renegociar tratados comerciales internacionales.

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Como se puede comprobar, “hacer a EE. UU. grande de nuevo” no va a resultar fácil, porque “cambiar esencialmente un país para mejor es muy complicado”, explica a Efe Nathan Robinson, director de la revista Current Affairs y uno de los pocos expertos que vaticinó el triunfo electoral del magnate.

Si la gran promesa de Trump queda solo en “un parloteo promocional”, advierte Robinson, “el pueblo estadounidense caerá pronto en la decepción”.

Más impopular en décadas

Frente al demócrata Barack Obama, que deja la Casa Blanca con una notable popularidad tras ocho años de gobierno, Trump toma el relevo como el mandatario electo más impopular del país en décadas.

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El 51 por ciento de los estadounidenses desaprueba la actuación del multimillonario en el periodo de transición hacia su investidura como cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, mientras solo el 44 por ciento le brinda su apoyo, según una encuesta de Gallup.

Estos datos son los peores que obtiene un presidente electo desde que la encuestadora empezó a hacer esos sondeos en 1992.

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