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El ángel que salvó a Heyling Pichardo

Desde hace 12 años Heyling Pichardo luchaba por su vida. Apenas sobrevivía a través de dolorosas hemodiálisis. Necesitaba un riñón que ya le donaron.

Cuando Heyling Pichardo entró al quirófano para someterse a un trasplante de riñón no sintió ni nervios ni miedo. Qué va. A los hospitales y a los quirófanos le tocó acostumbrarse hace mucho. Los visita obligatoriamente hace 12 años desde que, durante la Semana Santa de 2005 le diagnosticaran insuficiencia renal crónica.

Tres veces a la semana durante seis años, Heyling Pichardo tuvo que recibir hemodiálisis. Pasaba cuatro horas conectada a una máquina que funcionaba como un riñón artificial y limpiaba las toxinas de su cuerpo. Pero para Heyling, de 29 años, las sesiones de hemodiálisis eran “horribles”, la dejaban cansada, mareada y con dolores, sin embargo, era lo único que la mantenía con vida.

Yolanda Moraga, de 21 años, esposa de uno de los hermanos de Heyling, llevaba dos años siendo testigo de ese sufrimiento. Por eso decidió ser ella quien donara el riñón que su cuñada necesitaba. El 18 de febrero de 2017 Heyling recibió el órgano que tanto esperó. “Me salvó la vida”, dice, mientras ve a Yolanda con ojos llorosos. Su batalla fue larga.

Un nuevo comienzo

Heyling Pichardo junto a su cuñada Yolanda Moraga, quien le donó el riñón que estuvo esperando durante 12 años. LAPRENSA/Jader Flores

“Familiares de Heyling Pichardo”, gritó alguien en la sala de espera. Eran las 11:10 de la mañana en el Hospital Salud Integral. “Mamá, nos están llamando”, le dijo a doña Delia Fernández uno de sus hijos. Ambos corrieron hasta una puerta de vidrio corrediza. A Heyling la estaban trasladando hacia el quirófano y los llamaron para que pudieran verla de larguito. “Le dijimos adiós, le tiré un beso y le dije que la quería”, dice doña Delia con la voz quebrada y a punto de llorar.

En la sala de espera estaba con el Cristo en la boca y el corazón en la mano pensando en su hija. Recordó lo feliz que estaba Heyling cuando supo que su cuñada quería donarle un riñón, pero a ella le había dicho que iba a estar más tranquila, más feliz y más segura cuando ya la metieran al quirófano.

Unos minutos antes de que Heyling entrara a la sala de operaciones, Yolanda Moraga, de 21 años, había salido de una nefrectomía, una operación para extirparle un riñón. Antes de que ella entrara, los médicos le dijeron que aún estaba a tiempo de echarse para atrás. “Están las puertas abiertas. ¿Todavía querés ser la donante? Si no, te podés salir ahorita”, le dijo uno de ellos. Pero Yolanda estuvo segura de que quería ser la donante desde la primera vez que lo pensó.

De izquierda a derecha arriba: Yolanda Blandón (madre de Yolanda, la donante), Jorge Pichardo (hermano de Heyling y esposo de Yolanda), Delia Fernández y Jorge Pichardo, padres de Heyling. Abajo de izquierda a derecha: Yolanda Moraga y Heyling Pichardo. LAPRENSA/Jader Flores

“La decisión la tomé yo. En los dos años que he vivido aquí he mirado como ella ha sufrido con su enfermedad y no hay nadie quién le done. Ni de su familia se ofrecen”, comenta Yolanda. Se estremecía, sobre todo, cuando veía a Heyling llegar agotada de las hemodiálisis.

La voluntad llegó de pronto a finales de 2016. “¿Por qué no ayudarla a ella?”, se dijo Yolanda. No se lo preguntó a nadie. Ni a su esposo, ni a su mamá. Fue donde su cuñada y le dijo que quería ser ella quien le donara el riñón. Las primeras veces que le dijo Heyling no lo tomó tan en serio. Más bien se preocupaba por la hija de Yolanda, porque aún estaba muy pequeña y nadie podría cuidarla. Pero Yolanda siguió insistiendo.

—Heyling, yo te quiero donar —le dijo. Y esta vez ambas se dieron cuenta de que la decisión iba en serio. La familia de Heyling insistió en hablar con la mamá de Yolanda para saber si estaba de acuerdo, porque ella es hija única. “Me quedé un poco sorprendida de ver esa caridad que ella está haciendo. No esperaba que me dijera eso. Como humana que soy para mí está bien que ayude de esa manera. Yo miraba como ella (Heyling) sufría y con qué ansiedad buscaba un donante”, asegura Yolanda Blandón Murillo, mamá de Yolanda.

Empezaron a hacerse los exámenes pertinentes y el resultado de compatibilidad fue del 60 por ciento. El trasplante podría realizarse, “me sentía emocionada, alegre. Es una nueva oportunidad, es un nuevo comienzo. Son once años de estar enferma”, dice Heyling, quien ahora se recupera de la operación.

Una década de sufrimiento

Heyling en una de las sesiones de hemodiálisis a las que debía someterse tres veces a la semana. LAPRENSA/Cortesía

La enfermedad de Heyling llegó sin aviso. Tenía 17 años y apenas empezaba la carrera de Comunicación Social en la Universidad Centroamericana, cuando un día se inflamó por la retención de líquido. Ni siquiera podía caminar. Su mamá, doña Delia Fernández tuvo que llevarla al médico en una silla de ruedas prestada.

“Heyling tiene insuficiencia renal crónica. Y si quiere que su hija viva tiene que sacarla del país”, le dijo el doctor a doña Delia. Esa misma tarde anduvo “como loca” metiendo cartas en todos lados para que le dieran los pasaportes e irse a Cuba lo antes posible.

Con boletos fiados, mil dólares en la mano y una tarjeta de crédito prestada, doña Delia se fue con Heyling. Allá, doña Delia relata que vivió uno de los peores momentos de la enfermedad de su hija. Heyling se quejaba de un dolor de cabeza insoportable y doña Delia llamó a las enfermeras para que la atendieran, pero en eso Heyling se desmayó y empezó a convulsionar en los brazos de su madre, mientras gritaba por ayuda. Hubo un momento en el que Heyling volvió en sí y alcanzó a decir “ayudame mamá, por favor”, pero después siguió convulsionando, cuenta doña Delia con los ojos llorosos.

El dinero se agotó y tuvieron que regresar a Nicaragua. Heyling retomó el tratamiento que recibía en Cuba y también continuó sus estudios. Se graduó en 2009 y por algunos meses estuvo trabajando como redactora en una empresa. Pero un año después debió empezar un nuevo tratamiento para mantenerse con vida: la hemodiálisis.

Después del trasplante, el sueño de Heyling es trabajar como periodista. LAPRENSA/Cortesía

La máquina a la que debía conectarse durante cuatro horas, tres días a la semana, le salvaba la vida, pero poco a poco también la destruía. “Eso no es vida para una persona, estar conectada a una máquina. Cuando la Heyling venía regresaba cansada la pobrecita, venía mareada, con dolor de cabeza. Yo le decía parecés viejita caminando. Me daba pesar verla”, cuenta su mamá.

Jairo Pichardo, hermano de Heyling y esposo de Yolanda, nunca ha sido muy sentimental ni dramático con la enfermedad de su hermana. Ha sido el fuerte de la familia y el que ha tenido que darle ánimos al resto en situaciones difíciles. Pero Jairo nunca había visto a su hermana en hemodiálisis, y la primera vez que lo hizo, simplemente no pudo con eso. Heyling tenía uno o dos años recibiendo hemodiálisis y un día que Jairo andaba haciendo otras diligencias en el hospital, su hermana le pidió que le comprara tajadas y se las llevara a hemodiálisis. “Entré y cuando la vi conectada ahí le di las tajadas y ni siquiera le dije adiós. Cuando entré al ascensor para bajarme estaba llorando sin darme cuenta. Cuando vine, entré y me le fui a acostar a mi mamá y empecé a llorar. Solo me acuerdo que le dije que estar conectado a una máquina no es vida para una persona”, relata Jairo.

“La hemodiálisis es un procedimiento que no cura el riñón, sustituye la función del riñón y lleva cantidad de complicaciones asociadas. Es algo que por muy bien que se haga y por muy bien que aparentemente ande el paciente es algo que a largo plazo los va deteriorando. La mejor opción terapéutica sigue siendo el trasplante”, explica el nefrólogo Alfonso Zamora, quien conoció a Heyling cuando ella empezó a recibir hemodiálisis.

Durante los seis años que Heyling estuvo en hemodiálisis se hizo amiga de los pacientes que recibían el tratamiento con ella. Incluso, vio a algunos morir, pero eso no la desanimaba. La última sesión de hemodiálisis fue el 15 de febrero de 2017, dos días antes de su cirugía. “Me sentí contenta, un poco melancólica porque dejaba un lugar al que ya estaba acostumbrada a ir. Y un poco triste por mis compañeros que se quedaban ahí siempre conectados a la máquina”, dice Heyling.

De la pesadilla al sueño

A través de las redes sociales, Heyling Pichardo se convirtió en un símbolo de la lucha contra la insuficiencia renal crónica. LAPRENSA/Jader Flores

Después de que Heyling fuera diagnosticada con insuficiencia renal crónica, los médicos le dijeron a su familia que aunque los tratamientos y la hemodiálisis podrían mantenerla con vida, lo ideal era hacerle un trasplante de riñón. Entre sus padres y hermanos empezaron a hacerse exámenes para ver quién podía ser candidato. Pero sus dos hermanos y su mamá tienen un tipo de sangre diferente, y su papá, que era la esperanza de Heyling, resultó hipertenso. Entonces tenía 55 años y la recomendación de los médicos fue que no lo hiciera. “A pesar de lo que me dijeron los médicos, yo estaba dispuesto a donar por mi hija”, comentó don Jorge Pichardo.
La Ley 847 afirma que el donante debe tener un vínculo genético o legal con el receptor. Heyling no podía recibir un órgano de alguien que no fuera su pariente porque la Ley se había creado para evitar el tráfico de órganos.

Doña Delia y don Jorge pidieron ayuda a los tíos, primos y familiares de Heyling para que la ayudaran, pero nadie mostró voluntad o interés en donarle el órgano que ella necesitaba. “Hubo algunos primos que incluso dijeron que ella estaba fingiendo su enfermedad”, comenta el hermano de Heyling. Algunos se rieron o dijeron que no, y otros muchos aseguraron que todos padecían de infección renal. Si de algo estaban claros, es que la donación familiar ya no era opción.

Hasta hace unos dos años, la familia aún tenía esperanzas en una reforma o una excepción a la Ley. Varias personas ajenas a la familia habían mostrado interés en donar, se habían hecho exámenes pero resultaban no compatibles. En caso de que hubiese aparecido alguno compatible, el plan era viajar a Cuba y realizar allá la operación, donde sí es legal.

Pero la sorpresa fue que dos años después de casarse con Jairo Pichardo, Yolanda Moraga iba a querer donarle un riñón a Heyling. “Fue de sorpresa, porque a mí nunca me había platicado algo sobre eso”, comenta su esposo, quien asegura además que ahora está feliz porque ve a su hermana con un semblante distinto.

“Apareció una cuñada de ella, la cual fue la donante y hasta el momento fue una cirugía exitosa”, expresa Alfonso Zamora, el nefrólogo que formó parte del equipo que operó a Heyling y a Yolanda.

“Yo jamás me iba a imaginar que era Yolanda el ángel que Dios puso en el camino. Jamás, jamás. Nunca me pasó por la mente. Y ella lo hizo voluntariamente, se lo dio con amor. Es como una hija para mí. Vamos a estar eternamente agradecidos con ella. Alguien que no es ni de su sangre”, dice doña Delia. En menos de un año y medio, Yolanda se sometió a tres operaciones diferentes, y una de ellas fue la nefrectomía.

“Es un agradecimiento de por vida. No sé como agradecerle a ella. Estos seis años de hemodiálisis fueron difíciles. (En los últimos meses) ya venía con la presión baja, dolor de cabeza, me estaba inflamando más. Ya estaba mal… fue en el momento justo que tenía que pasar”, dice Heyling. Aún no está fuera de peligro, pero hasta el momento el riñón está trabajando bien.
Cayendo la noche del viernes 27 de febrero del 2017, a doña Delia Fernández le avisaron que su hija había salido de la operación.

Había durado casi siete horas pero había sido un éxito. “Verle la cara diferente, verla feliz…”, dice doña Delia, llorando.
Heyling siempre había dicho que el riñón que “se le iba a quedar” iba a ser el que le donaran con amor y voluntad. “La aprecio más porque lleva una parte de mí”, dice Yolanda mientras mira a Heyling con ternura.

La Ley 847 y los trasplantes de riñón en Nicaragua

Una parte del equipo que hace trasplantes renales en el hospital Salud Integral. De izquierda a derecha: el cirujano general Osbel Martínez, el cirujano de trasplantes Silvio Rodríguez, el primer ayudante Dudley Padilla y el nefrólogo Alfonso Zamora. LAPRENSA/Cortesía

En el 2000 se realizó el primer trasplante de riñón en Nicaragua. El porcentaje de sobrevivencia es del 96 por ciento al año.
En Latinoamérica se hacen entre 20 y 30 mil trasplantes anuales. En Nicaragua el año pasado se hicieron cinco. El índice es bajísimo para la necesidad que hay. Zamora calcula que hay unos dos mil pacientes en hemodiálisis en Nicaragua. “Fácilmente andan por los 1,500 pacientes solo en Managua. Existen unidades de hemodiálisis en Estelí, en Chinandega, en la Costa Atlántica”, dice.

A nivel mundial asegura que se considera como una epidemia.

El nefrólogo Alfonso Zamora dice que la Ley regula la actividad de los trasplantes, a poner parámetros que protegen a los médicos y a los mismos pacientes. La comunidad nefrológica está en contra del comercio de órganos porque es antiético y puede llevar a que en países pobres, las personas se conviertan en vendedores de órganos. “La Ley vino a llenar un vacío que teníamos en el programa de trasplante nuestro”, asegura el cirujano de trasplante cubano Silvio Rodríguez.


Video: Ivette Munguía (periodista) y Carlos Valle (cámara).

La Prensa Domingo Reportajes

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COMENTARIOS

  1. Mamá única
    Hace 8 años

    Que cuñada mas linda, esa familia tendra que besarle el piso a la Gran Yolanda, ademas la chica se ve muy guapa, y no solo por fuera sino por dentro tambien.

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