Si se trata de conseguir pasajeros, a los taxistas no les importa realizar giros en U, invadir carril o meter el freno al fondo hasta detenerse en seco y casi provocar un accidente de tránsito al complicar al resto de conductores en marcha. Estas escenas se repiten día tras día en la caótica Managua y son la causa principal para que desde la ventana del resto de carros se griten improperios, mientras los “cadetes” o choferes contratados para manejar los taxis por turno empiezan a negociar con el cliente sin alterarse, como si fueran inmunes a los bocinazos. Ya se acostumbraron a eso, así como a incurrir en las infracciones de tránsito y bloquear la circulación vehicular al buscar pasajeros para llevar pan a la mesa e invertir en el mantenimiento del carro si es propio, o si es rentado pagarle al dueño por el turno.
Enrique Navarro lleva casi tres décadas frente al volante de un taxi. Son 28 años exactamente que ha dado en este oficio, que a su juicio es duro y que si volviera a nacer no lo desempeñaría. “Usted sabe que el trabajo del taxista es subir a los pasajeros y entre más (personas) monte (suba) más gana. En el caso de los que andamos carros alquilados y tal vez estamos en una calle que es prohibido girar y está un pasajero y para no perder ese cliente hacemos ese giro indebido. Yo lo he hecho, yo creo que todos lo hemos hecho, algunas veces son tres pasajeros y nos da pesar pasar recto y hacemos el giro”, justifica el taxista.
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Este argumento por el comportamiento temerario, según el sociólogo Cirilo Otero, está influenciado principalmente por tres factores: falta de educación, estrés y presión económica.
“El taxista nicaragüense es un personaje que sale a trabajar, sale en la búsqueda de ingresos y para eso él puede romper cualquier norma. ¿Qué quiero decirte con eso? Trabaja desesperado, anda muy en carrera, comete muchos errores en cuanto a la educación vial, atropella a la gente, está en la búsqueda de una meta y la meta generalmente es la cantidad de dinero que generalmente es en este sentido: reponer la gasolina, el pago de alquiler del vehículo y tercero el dinero que le va a quedar”, enumera Otero.
Según el Instituto Regulador del Transporte del Municipio de Managua (Irtramma), son aproximadamente 10,600 taxis los que circulan a diario en la ciudad, divididos en dos turnos para que no sea mayor la oferta a la demanda.
Otros 3,000 taxis, según denuncia de la Unión de Cooperativas de Taxis, operan de manera ilegal. No obstante, Otoniel Baltodano, docente de la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Centroamericana (UCA), aprecia que hay más carros que la cantidad de pasajeros y ve necesario elaborar un estudio que arroje cuántos se necesitan en realidad.
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“No hay un estudio que te diga cuántas personas requieren de este servicio y eso debe ser esencial para regular la flota vehicular de taxis, porque una de las desventajas es que al haber una mayor cantidad de vehículos de este tipo las vías se saturan, la competitividad entre ellos es grande entonces van peleando por pasajeros y es una cuestión que te va a repercutir en los otros medios, sea transporte privado, público y en los mismos peatones”, remata Baltodano.
Por ahora el ente regulador solo apoya a la Policía Nacional en la capacitación a los taxistas para que mejoren en la conducción, al respetar más las señales de Tránsito y de esa manera evitar accidentes, cuyos resultados en víctimas mortales llegaron a 791 en 2016.
Mal servicio y rechazan competencia
Las cooperativas de taxis están exoneradas de impuestos en llantas, lubricantes y repuestos para las unidades, y hasta el 1 de agosto de 2015, cada socio gozaba de descuento en la compra del combustible, como parte del subsidio gubernamental para mantener una tarifa asequible al bolsillo.
Sin embargo, aún con el trato preferencial, prevalece un descuido de los dueños de los taxis y cadetes en el servicio a la población, que tiene que ver con la comunicación respetuosa a los pasajeros y las condiciones del vehículo.
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Ante esta realidad es que ha tomado fuerza la aprobación de una parte de ciudadanos de que operen servicios privados como es el caso concreto de Uber.
Con una visita a Nicaragua por parte de representantes de la empresa en la región, a inicios del año, se elevó el respaldo a este tipo de servicio, oferta que fue rechazada por las cooperativas de taxis que vieron en el nuevo servicio privado una amenaza a su negocio. Ante esa “amenaza” los representantes del llamado “transporte selectivo” se comprometieron, públicamente y una vez más, a mejorar las condiciones con el lanzamiento de un proyecto piloto de servicio prémium. Antes, habían prometido seguridad, limpieza, buen servicio y otros beneficios a la población que hasta la fecha no se cumplen a cabalidad.
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