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La silla en la que estaba sentada Ángela Herrera cuando fue asesinada por su expareja Benito Filemón Gutiérrez. Detrás de la silla se observan las tablas que quedaron impregnadas de sangre. En el lugar las familias y amistades de Ángela levantaron una especie de altar y todos los días rezan por el bien del alma de Ángela. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

La silla en la que estaba sentada Ángela Herrera cuando fue asesinada por su expareja Benito Filemón Gutiérrez. Detrás de la silla se observan las tablas que quedaron impregnadas de sangre. En el lugar las familias y amistades de Ángela levantaron una especie de altar y todos los días rezan por el bien del alma de Ángela. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

El femicidio de Ángela Herrera, en La Joya

El machismo y los celos enfermizos se juntaron de nuevo en un crimen donde la víctima es otra mujer. Esta es la historia de Ángela, decapitada por su excompañero de vida en una comunidad de Jinotega, terminando así con 24 años de una relación en la que cinco hijos fueron el fruto.

Frente a la silla de plástico en donde Ángela Herrera fue asesinada de dos machetazos mientras limpiaba unos frijoles, en el interior de su casa, sus familiares colocaron una tacita de vidrio con una vela dentro y una pequeña cruz de madera adornada con flores. “Puede venir el cachudo y se le lleva el alma. Ya con eso no viene”, explica Ramiro Altamirano, un amigo de la familia.

La casa de Ángela, fabricada rústicamente con madera y láminas de zinc y que tiene piso de tierra, está ubicada en la comunidad La Joya, en el departamento de Jinotega. A pesar de no estar lejos de la zona urbana de la cabecera departamental, a unos 15 kilómetros aproximadamente, La Joya es bastante rural y está compuesta por unas pocas casas ubicadas a los lados de tres caminos pedregosos que se cruzan entre sí y en cuya intersección hay una capilla católica hecha con bloques de concreto y que prácticamente sirve como el centro del poblado. Un informe de 1998, del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), dice que La Joya pertenece en realidad al municipio de San Rafael del Norte y que en ese año tenía 217 habitantes.

Los pobladores de La Joya sienten una tristeza colectiva desde el pasado domingo 19 de marzo, cuando cerca de la 1:00 de la tarde, Ángela, de 46 años, fue asesinada por Benito Filemón Gutiérrez, también de 46, el padre de sus últimos cinco hijos, de los seis que tuvo en total.

La mayor de las hijas de la pareja tiene 22 años y está casada. Los dos siguientes vástagos tienen 20 y 18 años de edad y están solteros. Pero tanto los familiares como las amistades de la fallecida están preocupados principalmente por el futuro de los dos últimos, dos varones de 15 y 10 años actualmente. Estos dos últimos, desde que falleció la mamá, no hablan de sus padres. El primer día dijeron que no irían a ver a su padre a la cárcel y ya no volvieron a tocar el tema.

Benito Filemón Gutiérrez mató a su excompañera de vida, Ángela Herrera, con un machete. LA PRENSA / Cortesía.
Benito Filemón Gutiérrez mató a su excompañera de vida, Ángela Herrera, con un machete. LA PRENSA / Cortesía.

UN TRATO CON AMOR

Ángela y Benito Filemón nacieron en La Joya. Fueron criados en esa comunidad. A los 15 años de edad, los padres de Ángela permitieron que se fuera a vivir a Jinotega con una tía de nombre Eulalia Altamirano, para que le ayudara en la cocina.

En Jinotega, Ángela convivió con un hombre de nombre Nicolás, pero fue por poco tiempo. Quedó embarazada y tuvo una hija con Nicolás.

Mientras tanto, en La Joya, Benito Filemón solo aprendió a firmar y no pasó de primer grado. Pero le ayudaba a su padre José León Gutiérrez a sembrar maíz y frijoles, y pronto se convirtió en un buen agricultor. “Es muy trabajador”, dice su progenitor.

A los 19 años de edad Ángela regresó a La Joya y se juntó con Benito. Al principio los padres de Benito no estaban de acuerdo con la unión porque Ángela ya era madre de una niña, pero finalmente no hubo problemas. Ángela tenía un terreno y allí Benito construyó la casa donde 24 años después le iba a quitar la vida.

María Julia Chavarría, de 56 años, es tía de Ángela y recuerda que Benito siempre fue un hombre responsable. “Era trabajador y cumplido. Todavía hace poco traía la comida para sus hijos”, dice María Julia.

José Luis Chavarría, de 26 años, se casó hace cinco años con la hija mayor de Ángela y Benito. Él todavía fue testigo de la armonía que reinaba en la pareja y recuerda los primeros tres años en que él pasó a formar parte de la familia. “En los primeros años ellos (Ángela y Benito) eran un amor. Se trataban de amor y de usted”, recuerda José Luis.

El único problema era, y ahí todos coinciden, que Benito tomaba bastante. Ángela se fue cansando de eso y de que a veces, borracho, Benito la ofendía.


Femicidios

En 2015 el número de femicidios cometidos en Nicaragua fue 53 y en 2016 fue 49, según informó en su momento el organismo Católicas por el Derecho a Decidir. La vicepresidenta asignada por el poder electoral, Rosario Murillo, indicó que en este año 2017 ya van 11 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas.


LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Hace poco más de un año que las cosas empezaron a cambiar entre Ángela y Benito, cuando él se dio cuenta de que su compañera de vida había dejado de quererlo, lo corría de la casa, le sacaba la ropa a la calle y ella había iniciado un romance con otra persona.

Benito no aceptó la nueva situación, y en lugar de separarse, se comenzó a gestar el femicida.

La otra persona en la vida de Ángela no era otro que un primo de Benito, Félix Octavio Herrera, de 48 años, un hombre a quien Benito consideraba como un hermano. Se habían criado juntos y hasta hace poco también trabajaban juntos sembrando maíz y frijoles, según cuenta el papá de Benito, José León Gutiérrez. Una vez Benito encontró en el celular de Ángela cuarenta llamadas de Félix Octavio.

Félix Octavio negaba la relación. Decía que solo platicaba con Ángela como con cualquier persona. Ángela también lo negaba. Pero Benito estaba seguro de que sí había algo.

En el último año Benito hasta dejó de trabajar como antes. Ya no cultivaba tanto. Se dedicaba a espiar a Ángela. Adónde iba. Con quién conversaba. Decía que estaba “convencido con sus propios ojos” de que Ángela andaba con otro. Llegaba tomado a la casa y le gritaba a Ángela que era “una puta” y otras groserías más, recuerda el yerno, José Luis Chavarría.

Los reclamos de Benito eran “en el desayuno, en el almuerzo y en la cena”, relata María Julia Chavarría, la tía de Ángela. “La celaba con cualquiera. Cada vez que venía con sus tragos le venía reclamando. Peleando. La amenazaba con palabras, pero nunca le pegó. Lo que pasa es que el yerno siempre la defendía. Si el yerno hubiera estado aquí el domingo tal vez no la hubiera matado”, dice María Julia.

“Salvame que me quiere matar”, salió corriendo Ángela un día de octubre pasado y se dirigió hacia su yerno José Luis Chavarría. Detrás de ella venía Benito con un cuchillo. José Luis logró evitar una tragedia.

Otro día Benito quiso quemar la casa. Ángela puso la denuncia en la Policía pero las autoridades no llegaron a verificar el caso. La mañana siguiente Ángela y sus hijos amanecieron en Jinotega por temor a Benito.

Las cosas se fueron poniendo peor. Ángela ya no soportaba la vida que estaba llevando. Los padres de Benito lo aconsejaban y le decían que se fuera de la casa, pero Benito les decía que no se iba por sus hijos. Las amistades también le aconsejaban y a veces él decía: “Me voy a ir pero antes voy a dejar un recuerdo”. Cuando Benito hablaba así la gente le decía que tuviera cuidado, que no valía la pena hacer algo en contra de la vida de Ángela.

Hace poco más de tres meses Ángela tomó la decisión de no dormir más en la casa con Benito, sino que se iba a dormir en la casa de su hija mayor, que está a unos cincuenta metros de la de ella. Eso puso peor a Benito. Solamente por el día Ángela llegaba a su casa para realizar los quehaceres del hogar, especialmente cocinar para sus hijos menores. A Benito ya casi no le daba comida.

“Benito se puso más violento”, rememora María Julia Chavarría.

Ángela Herrera (derecha) aparece en esta imagen con algunos de sus hijos. En La Joya era segunda secretaria política del FSLN y la recuerdan porque ayudaba a los demás. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ ÓSCAR NAVARRETE
Ángela Herrera (derecha) aparece en esta imagen con algunos de sus hijos. En La Joya era segunda secretaria política del FSLN y la recuerdan porque ayudaba a los demás. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ ÓSCAR NAVARRETE.

“Ya maté a esa h…”

Cuando Benito Filemón Gutiérrez mató a su excompañera de vida, Ángela Herrera, salió raudo hacia la casa de sus padres, que está a unos 200 metros de la casa de Ángela. Sus padres lo vieron llegar como asustado.
—Deme un poquito de agua mama —le dijo Benito a su progenitora Clemencia Dolores Chavarría.
—Tan pronto que venís con sed —le dijo la madre.
—Es que ya maté a la h…, ahora sí la maté.
—¿Qué hiciste hijo?
—Me tenía bien ofendido. Ya me voy a matar yo también.
A esa hora los padres de Benito lo rodearon y forcejearon con él para que no se matara. También llegaron otros familiares y vecinos a ayudar. “Estaba como loco y lo tuvimos que amarrar”, recuerda su padre José León Gutiérrez. “Ahora te tenés que aguantar, no te vayas a matar, no vale la pena, tu mamá está bien enferma”, le dijo José León a su hijo Benito.
En una de esas Benito se zafó y se fue a un precipicio de unos veinte metros y amagó con tirarse, pero lo agarraron a tiempo.
José León Gutiérrez dice que su hijo también iba a matar al primo Félix Octavio. “A los tres iba a matar, a ella, a él (primo) y después se iba a quitar la vida él”, dice.
La Policía llegó como a las 2:00 de la tarde y se llevó preso a Benito. Con gran dolor su padre lo entregó a las autoridades.


MUERTE DESPUÉS DE LA MISA

Una semana antes de que Benito la matara, Ángela se fue a una comunidad que se llama Antioquía, ubicada antes de llegar a Santa María de Pantasma, siempre en Jinotega. “La montaña”, le llaman sus familiares. Andaba cuidando a su mamá Martha Herrera Altamirano, quien está muy enferma. Pero Ángela también andaba huyendo de Benito.

Ángela regresó a La Joya el pasado sábado 18 de marzo. Pero regresaría a Antioquía al día siguiente, domingo. Se iba ir a las 3:00 de la tarde.

El domingo se levantó a las 4:00 de la madrugada para alistarle comida a uno de sus hijos que iba a trabajar en un camión trasladando repollos. A las 10:00 de la mañana se fue a misa, en la capilla católica hecha de bloques de concreto. Benito la vio salir bien vestida y le preguntó que para dónde iba. Luego le dijo que seguro iba a verse con el otro hombre.

En la misa Ángela vio a Félix Octavio pero no se habló con él, solo se vieron de lejos.

A las 12:30 regresó a la casa y se sentó a limpiar unos frijoles.

Después de ver irse a Ángela, Benito anduvo con una cuñada realizando unas diligencias y como se habían demorado, Benito le dijo a su pariente: “Apurate que tengo que ir a hacer un trabajito”.

Cuando llegó a la casa encontró a Ángela bien vestida y limpiando los frijoles. En la casa estaban dos de sus hijos, un varón de 15 años y una de las hijas de 20. Ellos vieron todo lo que ocurrió. El menor, de 10 años de edad, afortunadamente andaba fuera de la casa jugando y no vio nada.

Benito llegó pidiendo comida. Ángela le dijo que no había y que tampoco le iba a dar porque ella ya iba saliendo. Benito desenfundó el machete y le propinó un primer machetazo a Ángela. Ella se capeó metiendo el brazo, pero el machete hasta cortó la pana en la que Ángela tenía los frijoles. El segundo machetazo casi le cortó la cabeza a Ángela. “Faltaron como tres dedos para que se la cortara de viaje”, cuenta una de las personas que llegó al lugar de los hechos a los pocos minutos del crimen.

Los hijos de la pareja salieron corriendo, la joven de 20 años gritando: “Mi papa mató a mi mama”.

José Luis Chavarría, el yerno que en otras ocasiones había auxiliado a su suegra, esta vez no llegó a tiempo. Vio cómo Benito se alejaba. “En los ojos tenía como brasas. Quedaba viendo con odio”, recuerda.

Ángela quedó sentada en la silla de plástico donde estaba limpiando los frijoles, que terminaron regados en el suelo. Toda la escena estaba llena de sangre, especialmente unas tablas que estaban detrás de donde Ángela estaba sentada, donde casi inmediatamente después sus familiares colocaron la tacita con la vela y la pequeña cruz de madera.

 

Habla Félix

Félix Octavio Herrera dice que hace un año él empezó a platicar más con Ángela Herrera. “Ella quiso enamorarse de mí. Fuimos pareja. Ella me quería a mí y yo soy soltero”, explica de entrada.
El hombre dice que era Ángela quien lo buscaba. “Yo casi no quería porque ella era comprometida. Pero caímos en el error. Me vivía llamando y me animó. Me decía que ya no lo quería (a Benito Gutiérrez) porque bebía mucho y la regañaba. Me decía que nos íbamos a ir juntos a la montaña (Antioquía). Yo le dije que la iba a pensar”, dice Félix Octavio.
Una vez se encontró con Benito en el camino pero Benito iba borracho. “Aquí te vas a llamar”, le dijo Benito y luego empuñó un saco, pero Félix Octavio se apresuró a propinarle un golpe en el rostro. Benito se tambaleó porque estaba borracho, pero no cayó completamente, aunque Félix Octavio aprovechó el momento para irse. Desde entonces Félix Octavio pasaba de lejos de donde estaba Benito.
Cuando se dio cuenta que Benito mató a Ángela, expresó lo siguiente: “Me dio lástima, porque a uno le da lástima de cualquiera, hasta de un animal”.

Felix Octavio Gutiérrez, compañero de vida de Ángela Herrera. LA PRENSA / Óscar Navarrete.
Felix Octavio Gutiérrez, compañero de vida de Ángela Herrera. LA PRENSA / ÓSCAR NAVARRETE.

La Prensa Domingo Reportajes Femicidio

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COMENTARIOS

  1. Hace 7 años

    Una novela de la vida real. Amor y fatalidad.

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