Fue en la madrugada de antier que tuve la grata sorpresa de leer el texto de una carta dirigida por Cosep al comandante Daniel Ortega. A continuación, sus principales párrafos:
“Estimado señor presidente de la República, Daniel Ortega Saavedra:
El Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), profundamente preocupado por las consecuencias económicas que traería sobre nuestro país la inminente aprobación del referido proyecto de ley Nica Act en el Senado de Estados Unidos, y antes las pocas probabilidades que los presentes esfuerzos de cabildeo frustren esta posibilidad, respetuosamente recurre a usted exhortándolo a que reflexione sobre su indiscutible capacidad de influir en el curso de los acontecimientos.
Los miembros de Cosep estamos plenamente convencidos de que usted, como máxima autoridad y poder en el país, tiene más que nadie la facultad de evitar la aprobación de la referida ley evitándole así al país y a su población, las nefastas consecuencias que se derivarían de su aprobación. Esto es así por cuanto la Nica Act está condicionada, fundamentalmente, a que su gobierno ofrezca garantías de elecciones de autoridades limpias y transparentes, y en cuanto usted es la única persona que tiene la influencia y el poder decisorio para que estas ocurran.
Debemos manifestarle, además, que la celebración de comicios como los descritos es una aspiración en sí mismo justa, respaldada por más del 80 por ciento de los nicaragüenses. No abrirle las puertas a este ejercicio de la voluntad popular no solo sería desatender un sentido anhelo de su pueblo, sino que pondría en entredicho la legitimidad de su gobierno y su compromiso con los valores democráticos que todos profesamos. De sobra está decir que también haría casi inevitable la aprobación de la Nica Act y minaría el ambiente de confianza e institucionalidad que son indispensables para nuestra estabilidad a largo plazo.
Para combatir exitosamente la pobreza, tema en el que usted ha manifestado mucho interés, es necesario conservar y aumentar la cooperación internacional, crear un clima amigable a las inversiones, y lanzar claras señales, nacionales e internacionales, de que Nicaragua está encaminada firmemente en la senda de la institucionalidad democrática. De aprobarse la Nica Act por la falta de elecciones adecuadas todas estas premisas quedarían seriamente debilitadas. Tanto el sector privado, como el propio Gobierno y el pueblo en general, sufrirían las consecuencias adversas. Una encuesta reciente detectó que el 89.9 por ciento de nuestra población piensa que la aprobación de dicha ley perjudicaría a todos los nicaragüenses.
No podemos arriesgar el camino de prosperidad que su gobierno y la empresa privada hemos venido cimentando armoniosamente durante sus dos períodos de gobierno. Es por tanto imperativo que usted le evite a su pueblo esos sufrimientos y que, como estadista empeñado en anteponer el bien común a razones de conveniencia personal o partidarias, tome las medidas necesarias que eviten restricciones en la indispensable cooperación externa y cualquier deterioro en nuestro clima institucional.
Lograrlo es fácil y expedito. Bastaría con que usted anuncie que en lo sucesivo todas nuestras elecciones estarán abiertas a la más amplia observación nacional e internacional y a que haga cambios significativos en la composición del Consejo Supremo Electoral. Todo lo que esto puede ocurrir en cuestión de horas con una decisión suya, un comunicado o un decreto ley. La patria se lo agradecerá comandante”.
Acababa de leer el texto, lleno de alegría, cuando el sonido de mi despertador me hizo realizar que era un sueño. El amanecer nublado y la llovizna agravaron mi nostalgia.
El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.