Los discursos de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) y del gobierno de Ortega a través del comunicado que emitió, sobre las sanciones adoptadas por los Estados Unidos están, aunque resulte paradójico, vinculados.
La UNAB categóricamente señala la responsabilidad del régimen de Ortega por abiertamente violar compromisos internacionales en materia de derechos humanos, democracia y en otros campos. Ortega, al señalar que esas sanciones son injerencismo.
Independientemente que no llamó injerencismo a los múltiples reconocimientos que recibió de las mismas fuentes, antes que su régimen derivara del autoritarismo a la dictadura que es hoy y los asesinatos eran aislados (¿recuerdan El Carrizo, en Madriz, cuando la violencia de las elecciones de 2011, cuyos “resultados” era imposible establecer según la observación internacional?), antes de la matanza generalizada que se inició en abril, tampoco llamó injerencismo a las intervenciones de apoyo que ha recibido de Venezuela y muy pocos otros países, es el caso que Nicaragua una y otra vez ha incorporado explícitamente en la legislación nacional compromisos internacionales en democracia y derechos humanos. La resistencia interna a Ortega es por razones nacionales.
Hace tres días estuve en Chile en una conferencia internacional para evaluar la situación de la democracia en América Latina. Los venezolanos dijeron que aprendiéramos la lección que no bastaban sanciones externas, y les dije que las sanciones llegaban por la resistencia interna, que la dictadura de Ortega había acumulado agravios en contra de todos los sectores, y que todos esos agravios terminaron articulándose con la demanda democrática, de la cual éramos portadores, hasta antes de la insurrección de abril, solamente un puñado de políticos.
Y terminé diciendo, como en efecto es, que la UNAB nos cobija a todos, como su bandera azul y blanco.
El autor es dirigente político, excandidato presidencial.