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Gonzalo Carrión se avergüenza de la Juventud Sandinista. Ni siquiera puede decir su nombre. Le llama “La innombrable” porque esa organización no se parece en absolutamente nada a la que se creó tras el triunfo de la revolución en 1979 y de la que él fue uno de los fundadores.
En aquellos años, en los 80, cuenta Carrión, a los miembros de la Juventud Sandinista 19 de julio (JS19J) se les veía en los cortes de café, en los algodonales y participando en la gran Cruzada Nacional de Alfabetización, misma que él coordinó junto a cientos de jóvenes.
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“Sin una juventud dispuesta al sacrificio, no hay revolución”. Esa fue la consigna bajo la que se organizaron. Eran miles y estaban en todo el país.
Todos, dice el profesor Ricardo Baltodano, excarcelado político del régimen orteguista y también fundador de la JS19J, creían en el proyecto revolucionario. “Estábamos listos para sacrificarnos y morir por eso. Era una ingenuidad”, asegura.“Nosotros nos movíamos por valores, principios y nuestro referente era la Revolución, no una persona”, lo secunda otra de las fundadoras, Evelyn Pinto.
Ninguno de los tres fundadores de la organización se ve representado con la Juventud Sandinista de ahora.
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Hoy, uniformados y casi siempre detrás de la figura de Daniel Ortega, los JS corean a una sola voz su nombre: “Daniel, amigo, el pueblo está contigo”. Son quienes encabezan los actos oficialistas, las caravanas, llenan los estadios, las plazas. También son los que respaldan a Ortega desde las rotondas en Managua.
En varias ocasiones a los miembros de la Juventud Sandinista se les ha señalado de recibir remuneración por su participación en las actividades oficialistas. En 2011 un miembro de la JS aseguró a LA PRENSA, bajo anonimato, que recibía 500 córdobas.
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Pinto, de 60 años, considera que la JS de Ortega resurgió bajo el amparo de las prebendas. Con pagos en efectivos o en especies, pero sin líderes. “La música, el guaro, la comida, el transporte, ellos actúan como masas, solo obedecen y no saben si lo que hacen está bien o mal”, dice Pinto, quien atendía las juventudes de América Latina, de Europa Occidental. Ella informaba a las juventudes sobre la situación que ocurría en Nicaragua en los años 80.
“Es una JS corrupta que se basa en la oferta de guaro y de pantallas de futbol, que ahora eso ni existe y en la defensa de una familia. A las pandillas les ponen la camiseta. No están dispuestos a sacrificarse, sino a recibir prebendas por las barbaridades que puedan cometer”, señala Baltodano, quien abandonó las filas del FSLN después de 1990.
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La Juventud Sandinista de ahora venera la imagen de Daniel Ortega y de Rosario Murillo. En los años ochenta, aseguran sus fundadores, jamás fue así. Ni a Ortega ni a ninguno de los miembros de la Dirección Nacional del FSLN. “En los años 80 oficialmente se rechazó eso. Jamás anduvimos la camiseta con el nombre o la figura de ningún miembro de la dirección del Frente, ni de Daniel Ortega, ni de Tomás Borge”, asegura Baltodano, quien lamenta que 40 años después los que dicen llamarse JS están “disfrazados” y sin “identidad”.
“Yo no me puedo comparar con esta gente, nosotros teníamos compromiso y entrega ilimitada, ahora lo que tenés es poder ilimitado, abusos ilimitados, enriquecimiento ilimitado. Valores y principios, lejos. No hay comparación con aquellos tiempos”, dice Carrión, defensor de derechos humanos y exiliado en Costa Rica desde el año pasado.
El brazo represor de Ortega
A la Juventud Sandinista de Ortega se le ha visto en varias ocasiones reprimiendo manifestantes. En 2013 un grupo de ancianos protestaban por una pensión reducida y surgió el movimiento OcupaINSS. Algunas víctimas de la represión denunciaron la participación de Pedro Orozco, en ese entonces coordinador de la organización.
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El episodio más reciente fue el del 18 de abril de 2018, en Camino de Oriente, Managua. Un grupo de manifestantes protestaba por las reformas a la Seguridad Social y fueron agredidos por simpatizantes sandinistas, entre ellos, miembros de la JS plenamente identificados.
Es reprochable, dicen los fundadores. “Como JS nunca se golpeó a nadie. Más bien tratábamos de quedar bien con la gente. Ahora te recetan el garrote”, dice Baltodano, quien en 1987 coordinó actividades académicas en las universidades y en las escuelas, como Vicecoordinador de la JS a nivel nacional.
“La JS de los 80 en las ciudades, con muy raras excepciones se vio involucrada en golpes a terceros. Esta es es su tarea principal. La de hoy es ver quién levanta la cabeza y dice lo contrario para caerle”, afirma Baltodano.
Pinto revive el recuerdo de todos los jóvenes que perdieron la vida con un fusil en mano creyendo en una Nicaragua libre. Si supieran, dice Pinto, en lo que se ha convertido la Juventud Sandinista, se sentirían avergonzados.