CONTENIDO EXCLUSIVO.
Este reportaje fue publicado en el diario HOY el 27 de mayo de 2018
A Rogelio Martínez Huerta lo mataron de un disparo en el pecho. Lo encontraron desnudo a la par de su Lada rojo, después que su acompañante, una joven a la que llamaremos Martha, pidió ayuda a los conductores en la temida Cuesta el Plomo, y llevó a unos policías de Ciudad Sandino hasta el sitio donde estaba el cadáver del hombre de 38 años.
Martínez Huerta era teniente de la Policía Nacional. Había estado asignado a El Chipote y antes de 1990 perteneció a la Seguridad del Estado sandinista. Pero tenía dos años de ser el segundo jefe de patrullas de la Ajax Delgado.
Muchas interrogantes surgieron después del asesinato de Martínez. ¿Cómo a un policía de tan alto rango le habían disparado afuera de su carro y él no se había defendido si andaba una subametralladora UZI y una pistola Makarov?
Hace más de 25 años, la noche del 16 de febrero de 1992, el teniente Martínez regresaba con Martha de pescar. Cuando pasaron por la Cuesta el Plomo, donde en décadas pasadas habían llegado a matar a cientos, unos delincuentes los interceptaron. Estaban frente a la entrada de la pista de motocross Los Chilamates.
Tres de los delincuentes metieron sus armas por las ventanas del carro Lada del teniente y con intimidación se subieron al auto. Obligaron a Martínez a que se metiera a Los Chilamates y estando allí, vieron una camisa de policía en el carro. Hallaron la identificación de Martínez y se enteraron que era un oficial de alto rango. Por lo que fueron cuidadosos y le ordenaron a la pareja que se bajara del Lada. Obligaron al policía a que se desnudara y que se hincara para que desinflara la llanta trasera izquierda del automóvil.
Mientras eso ocurría, uno de los delincuentes quedó al cuido del teniente y dos se llevaron a la joven a los matorrales para violarla.
En busca de ayuda
Cuando los dos violadores regresaron, uno de ellos, que luego fue identificado por la Policía Nacional como Pablo Alfonso García Lacayo, ordenó al teniente que abriera la valijera del carro. Estando Martínez de pie, García aprovechó para dispararle con su fusil AK.
Los hombres huyeron por el monte, corriendo rápidamente. Martha quedó con vida y desnuda fue hasta la carretera para pedir ayuda a los conductores. En ese momento pasaba una patrulla del Departamento Policial Uno (Ciudad Sandino) y cuando llegaron junto a la mujer, vieron el cadáver del teniente tirado junto a su auto.
En las siguientes 48 horas la Policía Nacional se dedicó a buscar a los malhechores. Recorrieron la zona del crimen varias veces y la técnica canina, algo novedoso en aquellos tiempos, fue usada para tratar de esclarecer el crimen.
Las autoridades informaron que el móvil del crimen había sido el robo, ya que a la pareja le habían quitado cartera, billetera, dinero, relojes y otras pertenencias. Los delincuentes también se llevaron la subametralladora UZI que estaba debajo de un asiento del carro y la Makarov, que era el arma de reglamento del policía.
Tiempos convulsos
El pánico comenzó a apoderarse de los conductores que viajaban de noche hacia Ciudad Sandino o Satélite de Asososca.
Aunque ya había terminado la guerra, era todavía una Nicaragua convulsa, así lo reflejaban las cifras de policías muertos. Martínez Huerta, que fue ascendido a capitán póstumamente, era el oficial número 37 que había muerto en la capital en 1992. Más de 300 fueron asesinados ese año en todo el país.
“Siempre había presentido que mi marido iba a tener una trágica muerte o un fin fatal. Un miembro del Ejército o un policía honesto está siempre expuesto al peligro y a tener muchos enemigos. Siempre le había pedido que dejara de trabajar”, dijo su esposa, Sandra Reyes.
Detenidos
La Policía primero capturó en el barrio Mirna Ugarte a Javier Enrique Salmerón Areas, quien confesó haber matado a Rogelio Martínez Huerta.
La Policía hizo la reconstrucción del crimen y Salmerón narró cómo le había disparado al teniente. Pero el 25 de noviembre, Pablo Antonio García Lacayo declaró en el Juzgado Quinto de Distrito del Crimen que él había matado a Martínez por rencillas personales.
“No me arrepiento de haber matado al capitán (póstumo) Rogelio Martínez Huerta, porque si yo no lo hacía, él lo haría conmigo”, dijo el sujeto, quien agregó que tenían problemas porque siempre que se encontraba a Martínez este lo “ofendía”. Esta versión no fue creíble.
García trataba de no involucrar a sus compinches, de quienes decía no sabían que él iba a matar al policía.
Reconstrucción nocturna
La reconstrucción del crimen del teniente se hizo la noche del 19 de noviembre de 1992. Fue la primera reconstrucción nocturna de la que se tuviera conocimiento, narró La Prensa.
Al lugar del crimen fue llevado el sospechoso, Javier Enrique Salmerón Areas (34), quien había confesado ante la Policía haber matado al teniente Martínez.
Los focos de los carros eran los que alumbraban la tenebrosa escena. A Salmerón la Policía le dio un fusil AK para la reconstrucción, pero sin tiros.
Varios policías le vigilaban armados, por si este quería escapar.
La reconstrucción fue transmitida en vivo por las emisoras radiales. Nicaragua vivió minuto a minuto el frío relato del supuesto homicida.
“Los que asistían a la rarísima reconstrucción no podían ocultar su miedo ante lo escabroso del terreno, el helado viento del vecino cerro Motastepe y las armas desenfundadas, unas vacías y otras con los magazines llenos, por si el acusado intentaba escapar”, se lee en la nota de La Prensa.
La Policía justificó que hacía la reconstrucción del crimen a esa hora, porque recién habían acabado con las investigaciones preliminares.
Salmerón dijo que dos sujetos más habían participado en la muerte de Martínez y manifestó que estaban dispuestos a asaltar a cualquier pareja que “cayera”. El sitio era frecuentado por enamorados.
De 12 a 30 años de prisión
Por el crimen de Rogelio Martínez, seis sujetos fueron condenados y recibieron penas de 12 a más de 30 años de prisión.
En diciembre de 1995, tres años después del asesinato, fueron sentenciados Pablo Alfonso García Lacayo, a 37 años de prisión: 17 por asesinato, cinco años por robo y 15 por la violación a la acompañante de Martínez.
Luis Alberto Murillo González recibió 30 años, repartidos en cinco por robo, ocho años y medio por complicidad del asesinato, y 17 años por violación.
Enrique Salmerón Areas fue condenado por robo (cinco años) y 8 años y medio por complicidad del asesinato. Igual, el resto de acusados: Marcos Manuel Mojica Baltodano, Socorro Barbosa Membreño y Evail Cruz Espinoza.