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Selección de los candidatos en los EE.UU.

En este tercer ensayo sobre las elecciones estadounidenses me concentro en el mecanismo que los demócratas y republicanos utilizan para seleccionar a sus candidatos presidenciales.

Abro con una nota histórica. Antes del siglo veinte, los candidatos presidenciales se escogían inicialmente por consenso en “salones” y, posteriormente, en convenciones en donde los políticos de los partidos se reunían. En estas convenciones solían presentarse varios candidatos y en muchas ocasiones ninguno de estos lograba la mayoría simple necesaria para ser electo candidato en la primera votación. En estos casos, las convenciones recurrían a múltiples balotajes hasta que los caudillos negociasen un ganador. La convención más larga fue la demócrata de 1924. Duró 15 días y los convencionales votaron 103 veces antes de seleccionar a su candidato.

Las primarias debutaron en la política norteamericana en 1912. Eran vistas como modalidades más democráticas de escoger al abanderado de cada partido. Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo pasado que se fueron imponiendo como el mecanismo preferido para ir eliminando precandidatos antes de las convenciones.

Hoy, los 50 estados tienen elecciones preliminares. En 45 de ellos, las preelecciones consisten en primarias en que ciudadanos depositan su voto en centros de votación o lo envían por correo. Hay dos tipos de primarias. Las “abiertas” en donde cualquier ciudadano puede participar y aquellas que son “cerradas” o limitadas a solo demócratas.

En cinco estados, incluyendo Iowa y Nevada, hay elecciones preliminares pero de otro tipo denominados “caucus” en inglés. Estas son asambleas en donde los partidarios se reúnen en diferentes locales a escoger sus candidatos. Este proceso es complejo. Hace unas semanas resultó en un conteo muy lento y cuestionado en Iowa, por ejemplo. Como consecuencia, los estados están eliminando a los caucus. No me sorprendería que no existiesen en 2024.

Las convenciones formalmente escogen a los candidatos. Pero como todo en Estados Unidos, estas han ido evolucionando. En el segundo párrafo, vimos cómo originalmente eran dominadas por los caciques de los partidos. Ahora son más democráticas. Se han convertido en grandes eventos mediáticos en donde el que más delegados haya obtenido en las primarias —y su fórmula— son ungidos en una sola votación. En ellas también se dan a conocer las bondades del partido, su unidad, entusiasmo y visión para el país.

En el caso de los republicanos, el presidente Trump, que está arrasando en las primarias, será coronado en su convención en Charlotte, Carolina del Norte, del 24 a 28 de agosto. Esta importante ciudad sureña fue escogida para tratar de amarrar los votos electorales de Carolina del Norte —un estado campo de batalla en 2020— y como manera de cementar la hegemonía republicana en el Sur estadounidense. Sin embargo, en su escogencia de Charlotte casi les sale el tiro por la culata a los republicanos cuando el consejo municipal de esa ciudad aprobó en 2019 una resolución retirando la invitación a los republicanos en protesta por comentarios del presidente que los concejales consideraron racistas y xenofóbicos. No prosperó esta iniciativa, sin embargo, por las obligaciones contractuales que ya tenía el municipio con el Partido republicano.

En el caso de los demócratas, la convención puede ser mucho más complicada. Será en Milwaukee, la ciudad más grande del estado de Wisconsin, del 13 al 16 de julio. Con esta escogencia, los demócratas pretenden señalar la importancia que le darán este año a los estados del “medio oeste” norteamericano —como Wisconsin y Michigan— que tradicionalmente han sido bastiones demócratas pero que perdieron en 2016 por ignorarlos durante la campaña.

Volviendo a las eventuales complicaciones en Milwaukee es posible que ninguno de los precandidatos alcance una simple mayoría de los convencionales en la primera vuelta. El número mágico necesario para triunfar es 1,990 de los 3,979 delegados ganados en las primarias. En ese caso ¿qué sucedería? Volverían a votar, solo que esta vez se sumarían a la votación los “súper convencionales” que ambos partidos escogen para sus convenciones y que no tuvieron el derecho al voto en la primera ronda de la convención demócrata. En el caso de los demócratas, los súper convencionales incluyen 771 senadores, diputados, altos oficiales y otros majas rajas del partido. Y ellos estarán libres de votar por el candidato que a su criterio tiene la mejor posibilidad de derrotar al presidente Trump en la elección general, independientemente de cómo quedó en las primarias.

El temor de los demócratas es que este escenario le vaya a restar legitimidad al candidato escogido en la convención, y crear divisiones en las filas del partido. En 2016, por ejemplo, los “súper convencionales” tuvieron derecho a votar en la primera ronda, respaldaron a Hillary Clinton y magnificaron el margen de victoria de la excanciller sobre Bernie Sanders. Todo esto fue conforme a los estatutos del partido, pero molestó a los seguidores de Sanders y contribuyó a que muchos de ellos no hayan votado en 2016, costándoles la Casa Blanca a los demócratas.
Hasta hoy los demócratas solo han celebrado preelecciones en cuatro pequeños estados con un total de 155 delegados, igual a tan solo el cuatro por ciento de los convencionales. Pero de hoy en adelante el paso se acelerará.

Mañana, conocido como “súper martes”, 16 estados —incluyendo los dos más grandes, California y Texas— tendrán sus primarias. Y se repartirán 1,357 convencionales, el 34 por ciento del total. Por eso, pasado mañana tendremos más claro lo que podría pasar en Milwaukee.

El autor fue canciller y embajador de Nicaragua en Estados Unidos

Opinión elecciones Estados Unidos
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