Ortega impuso a su esposa como vicepresidenta de Nicaragua, pero no lo ha logrado en el Frente Sandinista. Una buena parte de la militancia histórica afín a Ortega la rechaza porque los ha desplazado a través de estructuras territoriales que le garantizan el control del relevo generacional y su permanencia en el poder.
En los años 80, del siglo pasado, Murillo fue ninguneada. En venganza manda a Tomás Borges al Perú y Guatemala y al final de sus días lo trajeron a la Asamblea. También se deshizo de Nicho Marenco, quien tuvo una gran popularidad. Bayardo Arce fue relegado a un rol secundario, Lenín Cerna fue marginado. Sin embargo, muchos de los que organizaron las redes de paramilitares son fieles a Cerna, a como este lo ha sido a los hermanos Ortega.
Humberto Ortega se opone a que Murillo suceda a su hermano en el Frente Sandinista. En abril del 2018, tanto Humberto como Bayardo dieron declaraciones que no fueron del agrado de la pareja presidencial. Sin embargo, a este último lo alinearon rápidamente.
Las desapariciones recurrentes de Daniel Ortega son el reflejo de un deterioro irreversible de su salud. Su prioridad es blindar a su familia en el poder a cualquier costo. Dejar que el Covid-19 se convierta en pandemia le da tiempo para dirimir las diferencias internas mientras la gente está en estado de pánico, y la oposición enfocada en que se proteja la población. Hay quienes dicen que estas diferencias de los orteguista son irreconciliables, pero en abril del 2018 la mayoría se juntaron y son partícipes de la corrupción, cómplices y/o culpables de la masacre por lo que podrían someterse a Murillo para preservar sus puestos, prebendas, privilegios e impunidad. Otros piensan que desaparecido Ortega sería la oportunidad para desembarazarse de Murillo quien manda por el miedo que infunde en las estructuras del Estado y las partidarias.
La pandemia del Covid-19 está acelerando los tiempos, un escenario optimista es que el gobierno se derrumbe con todo y Ortega, gracias a un estallido social. Otro escenario podría ser una negociación entre la vieja guardia sandinista, la oposición y la empresa privada para el establecimiento de un gobierno de transición que haga dimitir a Ortega y Murillo y los suceda Halleslevens o una Junta, que desarme a los paramilitares, restaure los derechos ciudadanos, organice elecciones libres y observadas en el tiempo previsto. Se necesitaría una recomposición de los mandos del Ejército, ahora en el dilema de su hundimiento o sobrevivencia como institución, favorable a los cambios y con el acompañamiento de la comunidad internacional como factores claves en el cumplimiento de los acuerdos, pero primero debe darse la unidad estratégica de la oposición.