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En memoria de Manolo Morales

Un 10 de agosto de 1975 falleció, por falta de atención médica, Manolo Morales Peralta, en lo que fue el hospital Oriental de Managua bautizado por voluntad de la ciudadanía como “Hospital Manolo Morales”.

Manolo fue un político socialcristiano íntegro que ponía sus conocimientos en las ciencias jurídicas y sociales y la política al servicio de los más necesitados, de los trabajadores, de los obreros, de los campesinos y, muy especialmente, de sus estudiantes en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Centroamericana (UCA).

Hombre testimonial de teoría y práctica, de la palabra y de la acción, como lo demostró en incontables ocasiones de su vida. Fue el abogado de la Federación de Trabajadores de la Salud en sus grandes huelgas de alcance nacional, que forzaban a la dictadura a tener que negociar los pliegos petitorios de los sindicatos, cuando había sindicalismo libre.

Decía que la política como arte del bien común, no solamente era “el arte de las posibilidades”, sino de crear las posibilidades, y para esos objetivos tenía la audacia de un conspirador capaz de plantear que la lucha armada no era patrimonio de las izquierdas sino que, inspirado en Santo Tomás de Aquino recitaba: “Si el Señor no señorea justamente el pueblo puede y debe rebelarse” y buscó medios militares para enfrentar la dictadura y creó células que se entrenaban en el uso de armas para realizar acciones audaces, como pretender asaltar la casa hacienda El Retiro, residencia de Anastasio Somoza Debayle, luego del terremoto de 1972.

Su formación política y académica le permitía elaborar propuestas desde una visión crítica al marxismo. Sostenía que el error del materialismo dialéctico es partir de análisis estrictamente cuantitativos, por lo que adolecían de lo que él denominaba el “homúnculo teofánico” el hombre como creación de Dios y no solo el individuo materia, usado para la lucha de clases como simple objeto, sino el ser espiritual y trascendente que no se realiza con la sola satisfacción de sus necesidades básicas, sino que aspira a la libertad y a vivir en democracia. Aspiración aún inconclusa en nuestro país.

El “gordo bueno” como cariñosamente le llamábamos es un ejemplo de un verdadero político inspirado en los tres pilares del pensamiento socialcristiano: “La política al servicio de la dignidad de la persona humana”; “la primacía del bien común” por sobre intereses individuales y “la perfectibilidad de la sociedad civil” para entender que no hay sociedad humana perfecta sino perfectible.

Sostenía como definición de Estado que este es “un conjunto de estructuras especializadas que se organizan en la sociedad civil para preservar el bien común” nada de instrumento de dominación de una clase sobre la otra o, como lo que ha terminado siendo el Estado en Nicaragua, al servicio de intereses familiares en nombre de una revolución inexistente.

Junto al Mártir de las Libertades Públicas, Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y líderes políticos de incuestionables credenciales antidictatoriales, crearon la Unión Demócrata de Liberación (UDEL) una alianza plurideológica y pluriclasista, donde hubo cabida para marxistas, socialistas, socialdemócratas, liberales, conservadores, socialcristianos, empresarios y sindicalistas para enfrentar la dictadura somocista en la recta final de la lucha contra esta. La historia nos obliga a mejorar esa experiencia.

A 45 años de su partida sus planteamientos antidogmáticos y su ejemplo, son una excelente lección para quienes pretenden conducir los destinos de una Nicaragua en pobreza, en pandemia y aún bajo dictadura.

El autor fue miembro del Partido Social Cristiano y del Partido Popular Social Cristiano. Preside la Comisión de Relaciones Internacionales del Partido Ciudadanos por la Libertad.

Opinión Hospital médicos
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