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Independencia sin banderas

No hay nada que festejar en este mes de septiembre de 2020 en el que el calendario establece una nueva efemérides independentista de España, y cuando nuestra Bandera Nacional, ha sido pisoteada por policías del régimen genocida de Daniel Ortega y hasta eliminada de los puestos de ventas populares donde la gente tradicionalmente la compra en estas fechas para exhibirla, en esos gestos patrióticos que tanto seducen a los pueblos; cuando lo mas triste de esto fue ver a una joven vendedora en Managua cómo la llevaban presa y le confiscaban un rollo de banderas plásticas.

Otros, han sido asesinados por el hecho de exhibirlas en sus vehículos.

Nadie desde la oficialidad centroamericana ni de la circunferencia hispana lo tomará en cuenta en los discursos oficiales que suenan por escuelas y embajadas, pues la complicidad en el organismo del Sistema de Integración Regional Centroamericano (SICA) es apabullante y perversa y las criticas y sanciones de la Comunidad Internacional no hacen efecto y porque ademas la tardanza de la justicia divina o humana a veces tarda demasiado en llegar. Aunque llegará.

La Conquista e Independencia de España simboliza el hecho mas grande del fin de la Edad Media y la Humanidad, marca el inicio del encuentro de dos grandes civilizaciones, del mundo civilizado concebido como tal y un nuevo mundo.

Las cuales con sus aciertos y desaciertos, con sus ejes transculturales y sus infames atropellos a las dignidades humanas de nuestros antepasados, con su Catolicismo, su Mediterráneo (en especies) y sus conjugaciones sanguíneas heterogéneas, representan el gran paso hacia la modernidad, la Post modernidad y sus sobresaltos bajo el concepto hispano.

Sin embargo, la Independencia desde su concepción integracional es parte de una agenda pendiente en la cual la libertad, la democracia y las respuestas sociales tanto para Nicaragua como para el resto del Subcontinente, aun no se patentizan, así esté nuestra sangre mestiza (exhortada cósmicamente por José Vasconcelos) en las propias narices del Bicentenario de la misma.

Desde 1821 hemos vivido una transitoriedad holística llena de sobresaltos políticos por parte de caudillos provincianos, guerras regionales, revoluciones de albarda y hasta experimentos socialistas carburados por estafadores intelectuales, gafos guerrilleros, empresarios cortesanos y por la mala derecha (no existe oposición verdadera al orteguismo) y la aberrante izquierda (con una agenda supraregional terrorista a 4 bandas).

La Independencia, esa que no vendrá en carabelas ni tendrá a un almirante —Cristóforo Colombo—, perdido en las Indias Orientales, donde creyó haber llegado y no a América, será mas digna y para todos cuando no hayan presos políticos, ni banderas perseguidas ni tiranos en el Poder, pues desde sus acciones incubamos los fatales designios de nuestras desgracias.

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos.

Opinión Daniel Ortega Rosario Murillo Sica
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