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Paz, hermano lobo

En ocasión de la beatificación del joven Carlo Acutis, el primer beato millennial por su contribución a la difusión del evangelio a través de las redes informáticas, efectuada en Assisi, provincia de Perugia, centro de Italia, el mismo pueblo del santo Francisco de Asís, quien realiza su obra maravillosa en la ciudad de Gubbio situada en la misma provincia de Perugia, donde es llamado por los pobladores “con quejas y llantos”.

Sobre este tema el exministro de Relaciones Exteriores y en una época embajador ante la santa sede, doctor Alejandro Montiel Argüello, escribió en 1968, producto de un viaje que realizara a esa localidad, “El lobo de Gubbio” del que extraigo el siguiente párrafo:

“Para mí, “Los Motivos del Lobo” es una de las más bellas poesías de Rubén Darío, tanto por sus bien hilvanados versos, como por el profundo contenido humano del tema abordado. Por ello era natural que me interesara conocer hasta dónde llegaba de cierto el relato dariano, y encaminé mis pasos a la ciudad de Gubbio, con una fija interrogativa en la mente: ¿existió el lobo de Gubbio?”.

El doctor Montiel Argüello llegó a la conclusión de que efectivamente el milagro sucedió y que después el lobo vivió dos años en Agobbio y entraba y salía domésticamente por las casas hasta morir de viejo bajo el cuido solícito de los vecinos que al verlo recordaban al Santo de Asís. La conclusión final del doctor Montiel Argüello es que ante “todo debemos recordar que Darío fue un poeta y no un historiador, y que como a tal, le estaba permitido apartarse un poco de la exactitud de los hechos en una parte que no es esencial en el milagro de Gubbio, como lo es lo de la muerte del lobo. Además, Darío aprovechó esa oportunidad para darnos una preciosa lección sobre la profunda filosofía de la vida, y expresar el dolor que produce la maldad del hombre” pues se encontró que en los hombres reinaba la envidia, la saña y la ira; que los hermanos se hacían la guerra, y que en “todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira”, “que perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra”, y un buen día todos le dieron de palos. Horrorizado el lobo por todo lo que vio, declaró al Santo que llegó a sentirse mejor que toda esa mala gente”.

El doctor Montiel Argüello cierra su escrito de la siguiente manera: “Se conmovió tanto el poeta con su propio relato, que no tuvo más salida para terminar su poesía, que la misma que tengo yo que recuento la Historia del Lobo de Gubbio: recitar la más bella y más grande de las oraciones: Padre Nuestro   que estás en los cielos…”

En estos días nuestro país necesita que los creyentes recemos el Padrenuestro para que un milagro haga que la fiera, en señal de amistad, tienda la pata a su propio pueblo, al que inmisericordemente ataca, para que sus “fauces de furia y ojos de mal”, bajo la señal de la cruz, sean tocados por la gracia del Espíritu Santo y acepte convivir en paz, en medio del respeto y el cariño de los habitantes de esta Nicaragua que hoy le teme, pero que mañana podría prodigarle cariño hasta el fin de sus días, como sucedió en Gubbio.

Hermano Francisco: más de ochocientos años después, regresa y ayúdanos con los lobos del siglo XXI, pues “son incontables sus muertes y daños”.

El autor fue miembro de la Comisión de Reconciliación Nacional Creada por los Acuerdos de Paz Esquipulas II.

Opinión Nicaragua paz Rubén Darío
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