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La unidad es la prioridad

Ante una dictadura criminal que llena de luto y despedaza a decenas de miles de hogares nicaragüenses por las muertes, encarcelamientos y el exilio de los seres queridos, que destruye la economía familiar y la de todo el país, que priva de futuro a la adolescencia y la juventud, que siembra la incertidumbre y el terror cotidiano a todos los sectores de la sociedad y además nos precipita al abismo; los dirigentes de la oposición deberían tener como prioridad la unidad, porque ninguna diferencia es mayor que la que se tiene con la tiranía Ortega Murillo.

Hablar de los puros y los impuros resulta equivocado, en mayor o menor medida cargamos con la responsabilidad de que Ortega esté en el poder, por activa o por pasiva, sea porque se fue parte del pacto político, por haber contribuido a la división del 2006, por el pacto económico, o colaborado directa o indirectamente con la dictadura de izquierda en los 80.

Tenemos que ver hacia adelante.

Eso no significa olvidar la historia, ni dejar de denunciar a quienes se dicen opositores, a pesar de la sangre derramada, pero siguen ocupando puestos públicos en el gobierno, haciendo negocios económicos o políticos con la dictadura comprobables por sus actos, mientras reciban beneficios no son opositores, sino cómplices, y por razones éticas deberían rectificar, porque ralentizan el proceso unitario y mediatizan la posibilidad de un cambio sobre todo cuando no hay tiempo que perder.

Aparte de los casos arriba mencionados, si vamos a ser jueces que sea de nosotros mismos para enmendar nuestros errores.

Pensemos en lo que aportan otras organizaciones para quitarnos de encima a la dictadura.

Partamos del principio que a todos los que estamos contra la dictadura Ortega Murillo nos importa Nicaragua, independientemente de nuestro origen de clase, condición económica, creencia religiosa o pertenencia organizacional.

Quienes despotrican contra los que luchan por la misma causa rebajan su condición humana y reproducen lo que queremos combatir.

Al mismo tiempo generan incertidumbre, fortalecen al adversario, atentan contra la esperanza de un pueblo que a gritos pide unidad y nos hunden en un pozo prolongando la pesadilla que puebla nuestros días en noches oscuras.

Un verdadero dirigente es conciliador, llama a la unidad, no se impone, es flexible, toma en cuenta la diversidad de intereses y motiva a la población.

Las circunstancias demandan ser más pragmáticos, a no ser arrogantes y/o radicales, a no creernos los salvadores de Nicaragua, ni la única opción política a partir de la cual deben girar los demás.

Solos no podremos ni combatir a este monstruo, ni defender los intereses sectoriales que son válidos; la única manera de lograrlo es entendiendo que los intereses de los otros, son también los nuestros.

Revisemos nuestras estrategias para que sean efectivas, fomentemos la visión de conjunto, superemos nuestras diferencias y construyamos confianza para evitar la fragmentación.

Solo podremos derrotar a la dictadura si las organizaciones y los dirigentes sirven de vehículo de trasmisión de nuestros ideales y establecen sinergia entre todos, apuntando hacia un mismo objetivo: la unidad para alcanzar la democracia en Nicaragua.

El autor es sociólogo.

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