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Atando cabos sueltos

Han pasado siete semanas desde las elecciones norteamericanas. Sin embargo, el presidente Trump todavía no ha aceptado su derrota. Por otro lado, algunas personas me han hecho preguntas relacionadas a los comicios, o me han citado resultados que son incorrectos. Por eso, he escrito este ensayo para atar algunos “cabos sueltos” relacionados con las elecciones.

Primero, algunos piensan que excluyendo los resultados en California, el presidente electo Biden solo obtuvo 250,000 votos más que Trump. Esto es falso. Ciertamente Biden logró una victoria abrumadora en California, el estado norteamericano con la población más grande y con más votos electorales (55). Esto se tradujo en un margen de victoria en el “Estado Dorado” de aproximadamente 5.1 millones de votos populares. Pero como el margen de victoria de Biden a nivel nacional fue de aproximadamente 7.1 millones de votos, el presidente electo superó a Trump por dos millones de votos, en los otros 49 estados.

Si bien es cierto que California fue crucial para Biden, también lo fueron otros como Nueva York, Illinois, Massachusetts y Maryland que Biden ganó con más de un millón de votos cada uno. Trump también ganó algunos estados con un alto porcentaje del voto popular. Pero en ninguno de estos —ni en Texas ni la Florida— obtuvo un margen de un millón de votos. O sea que su voto se concentró en estados con poblaciones relativamente pequeñas.
En resumen, a nivel nacional, Biden obtuvo una sólida victoria ganando el 51.3 por ciento del voto popular, 4.5 puntos porcentuales más que Trump. Y su victoria en votos electorales fue aun mayor: 306 versus los 232 de Trump.

Segundo, en las elecciones estadounidenses no solo se eligió al presidente y su fórmula sino que a todos los diputados de la Cámara de Representantes y a 35 senadores. En la cámara baja, aunque los demócratas mantuvieron su mayoría, esta se redujo a aproximadamente 10 escaños. Por otro lado, probablemente los republicanos lograrán mantener su ligera mayoría en el senado. Para perderla, los demócratas tendrán que ganar los dos escaños que están en juego en elecciones de segunda vuelta en Georgia el 5 de enero. Esto es improbable dado que Biden solo ganó al estado por 0.2 por ciento del voto. Y aunque los demócratas ganasen ambas, solo quedarían empatados con los republicanos. En este caso, sin embargo, la vicepresidente-electa Harris, que también funge como presidente del senado, les daría una mayoría en votaciones a los demócratas, asumiendo que los demócratas “perros azules”, o conservadores, no rompiesen filas con sus colegas.

Tercero, la toma de posesión de Biden será el 20 de enero. Pero hay otra fecha previa que es importante: el 6 de enero. Ese día ambas cámaras del congreso se reunirán para contar los votos electorales. Normalmente esta es una reunión ceremonial. Pero en estos comicios insólitos, algunos incondicionales de Trump intentarán cuestionar la integridad del proceso electoral. Por su parte, Trump ha convocado una manifestación de sus seguidores en Washington para acuerpar a su gente en el congreso. Y ha asegurado que esta será “wild” o turbulenta. Veremos qué pasa.

Finalmente, ¿cómo explicar el desconecte entre la elección para presidente, que los demócratas ganaron cómodamente, y los comicios reñidos en el congreso? En una reunión con líderes demócratas que fue filtrada, Biden lo atribuyó a sus correligionarios progresistas que abogaron durante la campaña por una reducción en los presupuestos de la policía y por el uso de la consigna “black lives matter” (las vidas de negros cuentan). Este comentario demuestra que Biden comprende que lo grueso del electorado estadounidense se ubica en el centro del espectro ideológico, y que las posiciones de los progresistas le costaron a su partido en las urnas.

Biden siempre ha sido un político pragmático, y confío que gobernará desde el centro o, a lo sumo, desde el centro-izquierda. Éste será su sesgo tanto en temas internos como internacionales. ¡Pónganle el sello!

El autor es un estudioso de la política estadounidense.

Opinión
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