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El oficio de mentir

Los cambios son necesarios tanto individuales como colectivos. Son los frutos naturales que rompen a la rutina. En los diferentes matices del rostro humano, influye la conducta.

Me produce una atención especial la forma en que se es leal con la verdad y la sumisión a la mentira. La verdad es única. La mentira carece de ese privilegio. Es múltiple. Llega al extremo de ser beneficiaria de esa crisis de unicidad. Puede convertirse en verdad en la medida en que más se repita. Recuerdo que antes la verdad tenía la facultad de ser sagrada. Cuando el hombre la vulneraba con cualquier estrategia proclive a su conveniencia se llenaba de una culpa interior. Hacia una ruptura con su conciencia. Pero aún así reunía los esfuerzos para no pecar. Estaba expuesto a ser sancionado por la sociedad.

Leyendo y releyendo la historia desde que es maestra de la vida (deducción feliz de Heródoto), viviendo incluso con los ojos bañados de estupor nos damos cuenta de que ese temor ha desaparecido. Mentir en estos tiempos toma la característica de ser oficiosa. Cuidado con el correr de los días toma la estatura lucrativa de ser una profesión por supuesto rentable como lo es cualquier actividad ligada a esa categoría. Imaginamos la licenciatura en engañar. “La verdad aunque duela”, pero aun con ese dolor se decía con un orgullo que ahora parece inexistente. Y no duele porque ahora la atrapa la metamorfosis de la mentira.

Cabe decir que es el político en el sentido más pleno de la contradicción el que más miente y el que más se ufana con la ocurrencia con la hipotética genialidad de su oratoria lejana de la seriedad, del clasicismo añejo de Demóstenes. Luce la sonrisa más cínica cuando es congratulado por sus admiradores, viste de hidalguía sus brazos cuando proclama la victoria, cuando expresa todo lo contrario de la verdad. Aclaro: Mi alusión no es solo para los políticos o dicho en términos más certeros para los politiqueros. Es para todos los contornos de la expresión corrompida por la testarudez metálica. El orbe verbal ha sufrido un cambio y en ese sentido ha dañado la legitimidad del pulso creador. No es difícil, es sencillo poner muchos ejemplos que hacen de la mentira un imperio, el imperialismo de la mentira sobre los otros imperios más enfáticos en la modernidad que aquellos antiguos donde había un poco más discreción sin que ello se justifique. Había otros países donde había superior respeto al cumplimiento de la verdad. No es necesario que los mencione porque las actuales generaciones los conocen. El oficio parece ser parejo. Antes las mentiras eran piadosas. Ahora son cómplices del crimen.

El autor es periodista.

Opinión Conciencia
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