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El antagonismo y los techos de vidrio

Cuenta una leyenda que dos monjes zen iban cruzando un río y se encontraron con una mujer muy joven y hermosa, que también quería cruzarlo pero tenía miedo. Uno de los monjes la cargó sobre sus hombros y la llevó a la otra orilla. Cuando llegaron al monasterio, el otro monje le dijo: “Tendré que decírselo al maestro”. ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? —le dijo el otro. ¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros —dijo el que estaba enojado. El monje acusado se rió y luego dijo: “Sí, yo la llevé pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando… Y tú, ¿qué cargas?”, preguntó el monje.

En Nicaragua, cargamos con el pasado, principalmente los políticos —la culpa de unos y los techos de vidrios de otros—. Los resentimientos los cargan con tanto peso que ya parece que caminan como encorvados. Pero debo reconocer que ninguno tiene un turbulento pasado como en las filas orteguista, porque ahí hay a montones.

Los ataques enconados son el mayor defecto, las descalificaciones para uno y otro de los aspirantes a la presidencia de la República que ya empiezan a asomar. Al liderazgo femenino de Cristiana Chamorro viuda de Lacayo, “sus adversarios” dentro de la misma oposición y del orteguismo la cuestionan por el solo hecho de ser hija de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, una dama incólume moralmente.

Las contradicciones son tantas que no se han resuelto mediante el entendimiento. Las clases que entran en choque, como el empresariado y la clase media, parecen irreconciliables. Y eso es grave porque la respuesta del pueblo si no se cristaliza la unidad sería el abstencionismo.

Un alto directivo de la Alianza Cívica y del sector privado me preguntó: cuál casilla sería la mejor carreta para encabezar a la oposición. Le respondí, “la casilla 1 del PLC, porque tiene estructuras igual que el FSLN, y es la segunda fuerza, tiene compartido el tendido electoral con el régimen y los primeros miembros son pieza clave en las juntas receptoras de votos”. Le aclaré que no milito en ese partido. Me volvió a preguntar, por cuál candidato daría mi voto. “Yo le doy mi voto el que le chime los zapatos a Daniel Ortega y lo haga tambalear”, respondí. Pero si de aquí al 7 de noviembre, no se cristaliza la unidad, prefiero quedarme en mi casa; evito así ser perseguido por las turbas y los paramilitares custodiados por la Gestapo sandinista.

En la Alianza Cívica y la Coalición Nacional y en los partidos, hay personas probas, pero por el momento lo que no hay es voluntad. Debe haber un acercamiento franco, sincero y sin imposiciones de los partidos y alianzas para competir y quizá ganarle al dictador. Señores, el orteguismo se está fortaleciendo y consolidando con marañas. Sabemos que en organización les sobra y no hay que subestimarlo porque al paso que va, no lo podrán detener, si no se reconcilian. Si gana Ortega el 7 de noviembre, es como si se abrieran de nuevo las puertas del infierno. Ortega sabe que tiene las de perder porque abundan los grupos de presión que le adversan. Y sin embargo lo están oxigenando con la desunión. En toda la extensión de la palabra, es lamentable que no se mantuviera la motivación de abril del 2018.

El tiempo huye y los opositores, todavía están de brazos cruzados. ¿O es acaso que esperan un milagro? Si no utilizan la razón por el bien de Nicaragua, seríamos condenados por su complicidad

El autor es vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Nicaragua (APN).

Opinión Alianza Cívica oposición sector privado
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