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Mi tocayo Mauricio Herdocia

Escribir sobre alguien que fue más que un amigo, un hermano y un compañero, un referente académico y muy especialmente un ser humano fuera de serie, no es tarea fácil. Tratar de sintetizar sus recuerdos, anécdotas, momentos compartidos en diversos lugares como Ginebra, Nueva York, Washington D.C. o en cualquier lugar de nuestro país o de Centroamérica, es una tarea que conlleva al sufrimiento porque la recreación, el traerlo a la memoria y reconstruir su estilo, su don de gentes y muy por encima de todo, su humildad, produce una tremenda congoja. Son pocas las personas que reúnen esas dotes, su alto nivel intelectual y académico jamás lo encumbraron por sobre sus congéneres. Todo lo contrario, si algo lo distinguió es la sencillez de su vocación de Paidós, de educador, siempre convencido del rol que debe desempeñar la juventud en la construcción de una patria mejor.

Conocí a Mauricio en la década de los ochenta, siendo yo diputado nacional y él un novel, discreto y hábil funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, moviendo piezas en los primeros acercamientos de Centroamérica como región con Europa, iniciando los diálogos de San José, luego desplazándose en constante intercambio con los actores más importantes de la política regional, en plena guerra fría, y en medio de los conflictos armados en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, hasta llegar a la firma de los Acuerdos de Paz en Esquipulas, Guatemala (El Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica, Esquipulas II).

Siempre activo y con la mirada puesta en el futuro del istmo que conceptualizaba como una región de paz, desarrollo y democracia a lo que dedicó sus más valiosos empeños como jurista y diplomático, pues es un centroamericanista de vocación, cuyo legado deben recoger las actuales y las próximas generaciones, a las que entregó sus conocimientos impulsado por el afán de crear una cultura y una ciudadanía centroamericana.

Apasionado por la búsqueda de la paz definitiva, que tiene como precondición la libertad y la democracia, participó de las negociaciones para superar la guerra de los ochenta en los esfuerzos de Manzanillo y Contadora, con una presencia siempre discreta lejos de las cámaras y el figureo. Su nombre, su figura y su presencia se convirtieron en un referente cuando de derecho internacional y defensa territorial se trata. La historia nacional un día deberá recoger su contribución extraordinaria en los juicios que el Estado nacional debió enfrentar en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Como política de Estado bajo el gobierno de don Enrique Bolaños y con su amigo entrañable Norman Caldera como canciller, impulsamos la reactivación de la Comisión Binacional con Costa Rica, tras el objetivo de pasar de la confrontación por problemas limítrofes, a la cooperación a fin de desarrollar las zonas fronterizas. Él siempre mostraba entusiasmo y optimismo en esos diálogos para lograr mejores entendimientos, como el negociador consumado que era.

Debo recordar a la vez que fue el primer nicaragüense que integró la Comisión de Derecho Internacional de la Organización de las Naciones Unidas, en el período 1997-2001, alto cargo desde el cual impulsó los aportes latinoamericanos al derecho internacional. Asimismo, sus aportes en el ámbito hemisférico con relación a la Organización de Estados Americanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sentando cátedra y creando jurisprudencia. El tiempo recogerá sus frutos debidamente sistematizados en sus libros que constituyen invaluables fuentes de conocimiento sobre los conflictos limítrofes de nuestro país. Además de los libros sobre temas tan importantes como la soberanía y las obras de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU, que tienen un alto valor analítico y que serán de gran ayuda a los jóvenes y estudiosos del país y de América Latina. Mauricio era un ciudadano centroamericano y latinoamericano. Académico de alta talla y profesor que dio muchas luces a nuestra juventud desde hace muchos años. Como rector de American College, proporcionó una vía de crecimiento educativa, cultural y social a los alumnos. Como vemos es tanto lo que Mauricio como profesional y como persona hizo, que aquí no puedo abarcarlo, pero que sí sabemos es un referente a nivel nacional y latinoamericano. Su familia perdió a un buen esposo y padre de familia, nos quedamos sus amigos con un gran vacío por su ausencia, nuestro país perdió a uno de sus mejores ciudadanos y defensores. Me resulta difícil pensar en su oficina vacía, en su sala de juntas donde nos reunía, cuando una u otra crisis o problemas de índole política o jurídica requerían de los análisis en conjunto, siendo él quien desafiaba nuestras capacidades para buscar rutas jurídicas y políticas alternativas, propuestas de soluciones integrales más allá de visiones partidarias que han obstaculizado la paz firme y duradera resultado de la democracia, el respeto a los derechos humanos y la libertad, con la que soñaba

Solo Dios en su infinita sabiduría y misericordia sabe el porqué de su partida, a Dios elevo mis oraciones por el amigo inolvidable pues dejó su sello en nuestros corazones, a su esposa y a sus hijos expreso mi dolor de amigo de siempre, pidiéndoles resignación cristiana.

El autor es diplomático retirado.

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