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Violencia política y Cristiana Chamorro

Cuando se habla de violencia política, seguramente pensamos en la represión del régimen Ortega-Murillo contra los opositores, turbas y asonadas entre otros. Pero desde el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el término alude a las acciones u omisiones encaminadas a impedir o menoscabar al goce y ejercicio de los derechos de participación política de la mujer, situación que debe tomar especial relevancia en Nicaragua de concretarse la postulación presidencial de Cristiana Chamorro.

Una gran paradoja de la participación política de la mujer en Nicaragua es el porcentaje de cargos públicos que ocupan, porque obligarlas a avalar decisiones contrarias a su voluntad o la ley, es violencia política en razón del género; así como limitar o negar atribuciones inherentes al cargo político que ocupa una mujer. Tener mujeres en cargos públicos en Nicaragua que en la práctica no toman decisiones porque las hace realmente el régimen, más que una simulación de participación política, en violencia política en razón del género contra ellas.

La violencia política en razón del género no se agota ahí. Si a Cristiana Chamorro se le obstaculiza la campaña electoral y esta no se realiza en condiciones de igualdad; si existen campañas de difamación que la denigre o descalifique; si divulgan información privada para desacreditarla y poner en entredicho su capacidad o habilidad política con base en estereotipos de género; si le impide el acceso a la justicia para proteger sus derechos políticos; si incumplen disposiciones jurídicas internacionales que reconozcan el ejercicio pleno de sus derechos políticos, también cometerán violencia política en razón del género contra ella.

Los tiempos han cambiado y las zanganadas que le hicieron los sandinistas a doña Violeta durante la campaña de 1990, hoy tienen nombre y se llama violencia política en razón del género. De manera tal que, si la oposición se unifica alrededor de la candidatura de Cristiana Chamorro es una oportunidad para desenmascarar al régimen en su engañosa propaganda de participación política de la mujer, además se puede poner en evidencia internacionalmente la violencia política en razón de género que comete el régimen Ortega-Murillo en Nicaragua.

Finalmente, la candidatura de Cristiana Chamorro materializaría dos ironías en la política nicaragüense. Por segunda vez en la historia, una mujer derrotaría electoralmente a un agresor sexual, como si fuese un designio o justicia divina; y por otra parte, dos mujeres de una misma familia parecieran ser la primera y segunda dosis de una vacuna contra del mismo virus, el régimen político dictatorial y criminal que representa Daniel Ortega. De ser así, confiemos que en esta oportunidad alcanzaremos la ansiada “inmunidad de rebaño” que nos permita construir una democracia sólida y perdurable.

El autor es maestro en Derechos Humanos.

Opinión derechos humanos
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