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Ingratitudes en el olvido

El olvido es también un encarnizado enemigo de los talentos. Calla cuando debería florecer aun en la ausencia de la muerte. La calificación es dura al no reconocerse los valores que tienen los seres humanos en la plenitud de la vida principalmente cuando tienen los suficientes méritos para ser justamente recordados en el pedestal de la tribuna pública.

El 12 de febrero de este año que vuela como un astronauta falleció el nicaragüense Bayardo Cuadra Moreno. El deceso no justificó la trascendencia de su partida. Se fue Bayardo acompañado por la misteriosa sabiduría del silencio. No son reconocidas sus cualidades extraordinarias de historiador. No se cuentan ni con los dedos de las manos que lo mencionan como erudito en el arpegio de la extroversión. Perteneció a la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Fue uno de los que nunca se ufanó en ocasión de realizarse cualquier evento tanto selectivo como popular con la ilustración de aquellos autores como Carlos A. Bravo que asombraron como catedráticos. Desde el punto de vista de la arrogancia de la publicidad reiterada, Bayardo fue la excepción. No presumía de ser un conferencista vanidoso en las mesas redondas. Con naturalidad alejada de la ampulosidad mostraba su lenguaje en las antenas de la radiodifusión últimamente en Radio 580 hasta donde llegó la lúcida duración de su vejez.

El 27 de febrero otro ejemplo del historiador ejemplar Jorge Eduardo Arellano puso en los jardines luctuosos una ofrenda dedicada a Bayardo. Ese homenaje al desaparecido me invitó a secundarlo, lo mismo que a la autora del “Adiós a un Sabio” de Amalia del Cid en Magazine la revista estelar del Diario LA PRENSA. Cuadra vivió para relatar la historia de Nicaragua en todas las áreas. Yo no podría hacer un reconocimiento de cada una de las habilidades en forma y fondo del cabecilla del conocimiento plural, versátil por no contar con la capacidad de hacer una versión exhaustiva de cada una de sus prendas facultadas para tener el espesor de una biblioteca. Pero este lo era con crédito selectivo, razón por la cual me sumo a la calificación muy acertada. Jorge Eduardo Arellano se hace una pregunta para la cual no encontrará una respuesta: “A quien consultaré para proporcionarme información veraz y corregirme posibles errorcillos, a nadie”. Eso basta para que un investigador como él le asigne la categoría de una autoridad en territorios tan vastos en este siglo 21 tan rico en elogiar a la mediocridad. Sea bien valorado.

Fue el Solista virtuoso tanto en los deportes como en el arte. Miembro del Salón de la Fama, aunque ahora duerma en el Salón del olvido, descanse para siempre.

El autor es periodista.

Opinión Jorge Eduardo Arellano
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