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Sobre la presidencia de don Fernando Guzmán

Estoy escribiendo una novela histórica que trata del sitio que los liberales encabezados por Máximo Jerez, impusieron a Granada a partir del 26 de mayo de 1854. Con ese motivo he estudiado a profundidad a todos y cada uno de los presidentes de los famosos treinta años conservadores. Me he ilustrado leyendo a Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, a Jorge Eduardo Arellano —biógrafo de Fernando Chamorro—, al clásico Arturo Cruz Sequeira y a Cástulo Córdoba, combatiente liberal.

El sábado 24 de abril leí en LA PRENSA, un artículo de Jorge Eduardo Arellano sobre la biografía del expresidente conservador de los 30 años don Fernando Guzmán Solórzano, que acaba de publicar su tataranieto Álvaro Guzmán Cuadra.

El autor cita a diferentes personajes que alaban o critican al periodo de los treinta años, entre ellos a Aldo Díaz Lacayo, quien dejó escrito “en los 30 años mal llamados conservadores…” el argumento que durante ese período hubo progreso material. Lo que no entienden los liberales es que la prudente doctrina del orden lleva a la paz y con ello al progreso y que la libertad convertida en libertinaje nos lleva a la anarquía o al capitalismo salvaje.

Don Fruto Chamorro al referirse a la Constitución de 1854, manifestaba, durante el sitio de Granada, que las bondades de la carta magna, promulgada en su gobierno, se verían hasta que llegara la paz, después de la guerra que le imponían los liberales.

Al efecto, derrotados los liberales, huyeron a León y cuando llegaron ya Francisco Castellón había celebrado el tratado con Byron Cole y venidos los filibusteros encabezados por William Walker, se tomó la Presidencia de la República y conservadores y liberales con ayuda centroamericana expulsaron a los filibusteros y promulgaron la Constitución de 1858, que era casi una copia fiel de la anterior, por lo que los liberales fueron a la guerra, con miles de muertos, para derogar una Constitución que luego aceptaron.

Refiriéndose a ambas Constituciones, una de las más altas mentalidades del siglo XX, Carlos Cuadra Pasos, escribió: “se afirmaron las esencias tradicionales de nuestra raza: religión, propiedad privada, con funciones públicas. Se estableció el método de no precipitarse en cambios bruscos, el hoy en el ayer, pero con puerta abierta al progreso…”.

El presidente Fernando Guzmán provenía de una familia humilde, con ayuda y gracias a su preclaro talento, llegó a ser un hombre predominante en la política y en la sociedad de Granada, al extremo de llegar a ser elegido presidente de la República.

Su cultura política puede valorarse leyendo su manifiesto emitido después de su triunfo electoral, donde destaca su respeto por la opinión pública, cuya voz dijo, es la prensa, agregando que prefería la calumnia, antes que proceder a silenciarla.

El progreso en la república conservadora, en todos sus aspectos fue constante, se construyeron carreteras, líneas férreas, puertos, telégrafos, teléfonos; se impulsó el cultivo del café, que los liberales afirman fue obra de Zelaya, lo que se plasma en el artículo, ya que creían que la economía conservadora se basaba en la ganadería.

Se equivocan los que creen que el progreso material comenzó en la dictadura de Zelaya, en ambos periodos lo hubo, la gran diferencia es que los conservadores lo hicieron en una democracia electoral y sin endeudar al erario público; mientras Zelaya endeudó al Estado, implantó la dictadura y fue un presidente guerrerista. Arturo Cruz Sequeira manifiesta: “A fin de cuentas, la obra de progreso de los conservadores descansaba en cimientos mucho más sólidos que las empresas mercuriales de Zelaya”.

El autor es abogado. Dirigente en retiro del Partido Conservador.

Opinión Pedro Joaquín Chamorro Zelaya
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