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La crisis también es cultural

Si bien es cierto que la dramática situación que hoy día vive Nicaragua y las demás naciones castrochavistas tienen su asidero en el canibalismo político primitivo de sus secuaces (llamarlos “presidentes” es ofender la nobleza y herencia de la política), también el problema es cultural.

Cultural porque aunque existan razones de tipo patológicas de parte del tirano Daniel Ortega, su partido y sus seguidores, no menos cierto es que muchos de esos componentes, y otros con marcada irracionalidad, residen en una gran parte del colectivo nicaragüense así como de la humanidad entera, pues la democracia como tal, es un sistema reciente, de estructuras muy complejas para el discernimiento, la tolerancia o el sentido del respeto y la equidad, que apenas tiene unos tres siglos de existencia y experimentación, lo que también incide negativamente en la formación cultural de las naciones y en las débiles formaciones intelectuales y académicas de muchos de aquellos que nos desgobiernan.

Si para James Carville, exasesor del candidato y luego presidente demócrata Bill Clinton, la clave para la continuidad de la estabilidad democrática es la economía, pues nadie en la búsqueda o ejercicio del poder público debe olvidarse de las necesidades más preciadas de la ciudadanía, para un país empobrecido como Nicaragua es también la economía un tema de agenda, la cual con el sandinismo en el poder ha retrocedido sin precedentes en nuestra historia, por eso la frase célebre “es la economía estúpido”, toma vigencia. Pero también es un deber enrostrarle al tirano que es también la cultura ¡estúpido!, y su enclenque desenvolvimiento el que esté todo un pueblo aguantándolo ya por 42 años en el poder.

De ahí que muchos pueblos se inclinen más a sistemas represivos y caudillistas populistas y abiertamente marcados por el resentimiento social y que, aunque los hay en la derecha, es en la izquierda donde con mayor escala se han implantado. Los ejemplos sobran, de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a Perú con unas recientes elecciones donde un furibundo enfermo mental pretende erigirse en un adalid más de ese siniestro eje de perversión supranacional controlada por la izquierda radical cuya cabeza radica en el G2 cubano.

Esta, con sus tentáculos puestos en todas partes inclusive en democracias arraigadas del primer mundo, amenaza con llegar al poder en muchas naciones. Y en el caso de Nicaragua, patético, desconcertante e inhumano, los sandinistas con Daniel Ortega al frente, pretenden seguir imponiendo su cavernario y aberrante sistema, permitido aun por gran parte de la Comunidad Internacional, con una oposición encarcelada y otra mediatizada.

En otras palabras, del gobernador Pedrarias Dávila y sus ensañamientos inhumanos destazando indígenas con las prácticas de su canibalismo canino a la fecha actual, las diferencias son de modas, geopolíticas diversas y referentes tecnológicos, pues el primitivismo político del español gobernador de Castilla del Oro y de Nicaragua de tiempos atrás y el actuar del tirano de turno, reprimiendo a mansalva, implantado terrorismo fiscal, encarcelando a opositores y exaliados, van juntas de la mano. Todas las profecías de redención, de abundantes ríos de leche y miel, de prosperidad empresarial y de un mundo mejor con oportunidades para todos, han fracasado.

Hace unas cuantas décadas, el poeta José Coronel Urtecho (quien por cierto nunca fue santo de mi devoción), envió mensajes a la empresa privada orientados en el beneficio que conllevaría apoyar más a la cultura, a sus hacedores y a sus públicos y beneficiarios.

Nadie le hizo caso. Y empresarios y gobiernos han hecho de las suyas, unos con sus fundaciones, para evadir impuestos y confundir “hacer cultura” con “actividades culturales”, otros reduciendo la labor cultural oficial a presupuestos de miseria. Por eso somos como somos y estamos como estamos.

El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional. Su último libro se titula Poeta autoconvocado.

Opinión Bill Clinton Daniel Ortega Nicaragua
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