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Ecos del tiempo

Ejemplo nutricio de la vida es el recuerdo. Más cuando emerge como efecto de la melancolía. Nunca olvido aquella expresión “el alma vive de recuerdos”. Desde luego para que este perdure el reloj tiene que ser generoso. El ser entre más palpite más rico será en el capital del espíritu y no solo del que promueve las cosas endebles del materialismo engendrado por la sed de las ambiciones donde con mayor figuración aparecen los políticos que finalmente son disueltos por la temporalidad. En ese sentido ya no son los elementos nutricios son las aves que transitan en la monotonía del “tic tac”. No quiero referirme a ninguno en lo particular por no tener el papel esa capacidad para nombrarlos individualmente. Yo quisiera que el tiempo tuviera la fórmula de un pájaro. Ser transitable para cazarlo con mis manos, pero sigue volando entre la oscuridad de las sombras y la felicidad clara de las luces. Pero se escapa.

Quizá haya prolongado los acaecimientos concretos de cada trascendencia respecto de la magnitud que tienen los recuerdos que ella produce. Me voy a ocupar a solo una de esas sensaciones. Hace poco acaba de explotar un volcán que estuvo callado durante sesenta y dos años. Parecen ser muchos, pero con la velocidad que lleva el tiempo no son tantos.

Desde mi lejana juventud ahora cargada por el peso octogenario, nunca imaginé que un ejemplo de alta temperatura caracterizada en el trópico haya roto el mutis. El caso es que la explosión efecto del destino me hizo recordar a la Cuba que viví otrora en el año sesenta cuando el júbilo de su comportamiento presagiaba superiores linderos, el cambio de un sistema sobre cuyas distancias prefiero la omisión para no llevar los rumbos de los analistas a que son proclives los libres pensadores. Hago énfasis en la Cuba que nació cuando las antenas de la radiodifusión fueron maestras en la evolución de las ondas de Hertz, inclusive maestras con mayor notoriedad en C.M.Q. No puedo olvidar el timbre de Daniel Santos a quien se le señalaba como el inquieto anacobero, cuando incitaba con una canción a la rebeldía en Sierra Maestra, pero con el correr del tiempo la figura del artista quedó sepultada por la rutina opaca, por la extirpación de su atractiva sonoridad. Siempre pensé que el cantante quedaría impregnado en la memoria histórica.

Esos tiempos me hicieron recordar al estilo original y agudo de Celia Cruz, quien vino a poner su voz para ser modelo de la rumbera epónima. Dibujo signos sobre las láminas del tiempo en Radio Mundial en cuyo escenario alzó su voz. El ritmo de la cadencia era la escultura de la hazaña.

El autor es periodista.

Opinión ecos Radio Mundial Tiempo
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