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Pausa en el camino

Las pausas son siempre constructivas en la acción que impone la obligatoriedad cotidiana. La transición extiende un cambio dirigido a la renovación. Renovar, refrescar en la rutina.

Escribo lo anterior consciente de reconocer que trabajar es una bella apelación que produce saldos positivos. La movilidad tanto humana como mecánica sacude al mundo en todas las formas. Empero es atractivo hacer un alto como el de estacionarse sobre el paso que debería darse para seguir adelante con un ritmo más meditado en favor de la racionalidad. Entre más prolongada sea la reflexión más puro será el aire. Qué ser humano no tiene la posibilidad de reflexionar, excepción hecha del ocio que es un vicio latente. El ocio con dignidad dicen algunos. Eso no es tan certero, tiene la categoría de ser símbolo del conformismo. La acción productiva propone una indiscutible superioridad sobre la pasividad, pero ese estilo cuando evade la prudencia rompe el equilibrio precioso de verse a la serenidad con el cristal de los ojos. La combinación de una de cal y otra de arena parece ser un recurso en la experiencia de los abuelos.

El hombre corre con la mayor posibilidad con el muro cuando va raudo causando daños tanto en el propio como en el ajeno. Este artículo nace de la comprobación de no ligar con los métodos sugeridos por el afecto a la teoría creativa y sugerente de los libros.

Desde luego que escribir en estos términos no estoy haciendo uso de la ociosidad del que se dedica a leer en la soledad pasiva del silencio sin sacarle ningún provecho a las páginas que trascienden en el mundo exterior. Que lea para que el mensaje vaya por el camino constrictivo que justifica al erudito de la extroversión con el propósito de orientarlo y no de regañarlo.

“Trabajar joven, sin cesar trabaja” no es tampoco el poema indicado para sacar los mejores réditos de la utilidad productiva. No cabe la menor duda de que en la actualidad el desconcierto por no decir el desastre insiste en la actualidad. No se está conduciendo a una vida premiada por la felicidad sino por el sufrimiento en el dolor triplicado por Rubén Darío. Dolor, dolor, dolor, que el hombre mismo auspicia pintándolo con el color gris. Uno de los tristes fenómenos es el que sufrimos a través de la pandemia que presenta tantos rostros diversificados por la fatalidad. En la otra cara de la moneda la ciencia avanza, pero tampoco ha sido adecuadamente manejada por el hombre. Saber vivir es sin discusión alguna una alta responsabilidad que el hombre no sabe administrar.

El autor es periodista.

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