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Familia, fracturada y fraccionada

En Costa Rica siete expresidentes de esa nación habían solicitado a su congreso otorgar la ciudadanía honorífica costarricense a un escritor nicaragüense. Para ello solicitaban una moción de dispensa de trámites establecidos, según dice su Constitución. 

Sin embargo, un grupo de nicaragüenses protestó ante el congreso tico, acusando al escrito de haber pertenecido al gobierno de los años ochenta, siendo vicepresidente, algo que el escritor no ha negado. Además, se le acusó hasta de haberse expresado mal de una coterránea de los siete expresidentes, razón que supuestamente ocasionó que dos de ellos retiraran su apoyo a la moción de nacionalización.

Dicen los legisladores, que obviar los procedimientos para el otorgamiento de ciudadanía costarricense no ha ocurrido antes y argumentan que el escritor no ha realizado nada por Costa Rica. Sin duda, el reclamo nica, fue pretexto para que llovieran excusas entre los ticos para cancelar el trámite exprés. Aunque en realidad, el escritor no necesitó de ese gesto de simpatía, y no creo que nunca solicite la nacionalidad de otro país, pues la ciudadanía nicaragüense nos hace grandes a los nicaragüenses.  

Al fin, la presidenta de la comisión encargada de realizar el trámite ante el plenario decidió no presentar la moción para no entrar en discusión que no favorecía en nada a los ticos. 

Antes que sucediera esto, creí que el escritor iba a renunciar al gesto de buena voluntad que le estaban otorgando los expresidentes para no ser motivo de discordia entre varios bandos, pero no fue así. Los costarricenses se dieron cuenta que el problema es entre nicaragüenses, que continúan sin ponerse de acuerdo entre ellos.

Toda persona tiene derecho a redimirse, para ello basta su actuar y es injusto descalificar a alguien por ese pasado, sobre todo cuando ahora ha comprendido de qué lado está la historia. Seguir actuando de manera descalificativa va a ocasionar que personas valiosas se retiren o simplemente guarden silencio.

Monseñor Silvio Báez, en la homilía del domingo 26 de septiembre 2021 nos decía: “Es ridículo etiquetarnos y descalificarnos para dividirnos y enfrentarnos, en nuestros países es necesaria hoy la reconstrucción de la gran familia nacional, a menudo fracturada y fraccionada por artificiales enfrentamientos que no le hacen bien a nadie”. 

 La carta al congreso tico sin duda ha dejado mal parado a ese grupo de exiliados, pero  ellos no se han dado cuenta. Reconozco que a mí me fue difícil superar esta fase, pero comprendí que en los años 70 la lucha era contra la dictadura somocista y era el pueblo nicaragüense actuando como un solo hombre. Todos éramos bienvenidos, hasta los guardias que desertaron. Sin duda, esta generación no conoce esa parte de la historia.

En la homilía que mencioné dijo monseñor Báez: “El Evangelio nos recuerda que no es el momento de descalificaciones absurdas, ha llegado el tiempo de reconocer que es más lo que nos une que de lo que nos separa”(sic.).

El autor es comentarista político. 

Opinión
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