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La reinvención de la UCA

En todo amar y servir. San Ignacio de Loyola.

La Universidad Centroamericana (UCA) no solo es la universidad jesuita de Nicaragua, sino que es la primera universidad privada del país. La UCA no permaneció ajena a la crisis sociopolítica que estalló en 2018, es más, me atrevería a decir que incluso fue parte del epicentro por la cadena de sucesos que involucró a Edwin Castro pocos días antes del 19 de abril. Por ello, a nadie sorprende las represalias que el régimen Ortega-Murillo tomó en su contra, al sacarla del presupuesto que por ley le corresponde, pero ¿qué le depara a la UCA?

El régimen Ortega-Murillo pudo haber cerrado la UCA y no lo hizo, tal vez por no atreverse a tanto y afrontar las consecuencias, o tal vez porque desea verla agonizar hasta su cierre. Mientras son verdes o maduras, hay un contexto en la educación superior que ha anulado la autonomía de la UNAN, ya que el régimen interfiere hasta en sus operaciones más elementales, como la admisión y expulsión de estudiantes, así como supervisar actividades y hasta viajes de su personal académico. A ese contexto, se le suma el cierre de universidades privadas y la expansión de una universidad privada vinculada al poder político y las fuerzas armadas, la única universidad que ha crecido en su oferta académica después del 2018, finalmente la demanda de educación de calidad subsiste a pesar de la crisis.

Es fácil pensar que, para preservar esta institución académica en el contexto de represión y persecución actual, simplemente la UCA debe guardar silencio o plegarse a los intereses del régimen, pero guardar silencio no garantiza nada y plegarse a los intereses del régimen es contraria a la labor apostólica de la Compañía de Jesús. Alrededor del mundo, las universidades jesuitas suman aproximadamente de 220 y una constante que podemos observar quienes hemos tenido la oportunidad de formarnos en ellas fuera de Nicaragua, es que se forman élites, en muchos casos de varias generaciones, pero, con un profundo sentido social. Solo las universidades jesuitas son capaces de juntar a las mentes más brillantes y los corazones más nobles.

Recuerdo una lección inaugural en una de estas universidades (puede ser cualquiera), donde el padre rector nos enfatizaba que la misión de esa universidad jesuita no era formar a los mejores profesionales del país, sino formar mejores profesionales para el país. Tal vez esa sea la clave de la sobrevivencia de la UCA en Nicaragua, retomar la esencia de las universidades jesuitas en el resto del mundo, o al menos hacerlo mientras le sea permitido.

En lo personal, doy gracias a las universidades jesuitas por haberme permitido conocer a mentes muy brillantes y corazones muy grandes. Esa experiencia tal vez me volvió un idealista que se rehúsa a aceptar la realidad como inmutable, pero también definió mi vocación como jurista de Derechos Humanos. Por ello, hoy más que nunca, creo que la UCA debe apelar a la reserva moral del país y replantear un proyecto educativo que tenga en consideración las tendencias regionales e internacionales de la educación superior con calidad y sentido social, ya que sería muy costoso para el país en términos de competitividad aguardar por el retorno a la vida en democracia para discutir sobre la calidad de la educación superior en el país.

El autor es maestro en Derechos Humanos

Opinión Edwin Castro UCA
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