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Ester

El libro de Ester, aunque no es pate de la Torá (Pentateuco), excluido por protestantes y anglicanos, sin lugar a dudas es el mejor conocido de los libros del Antiguo Testamento. La historia se desarrolla dentro del período de los años del exilio judío que empiezan con la toma de Jerusalén de manos de Nabucodonosor (597 a.C.), más tarde la destrucción del Templo y la diáspora.

Los reyes de Babilonia han sido sustituidos por un nuevo imperio, los medos y persas. Asuero, poderoso y terrible rey que extiende sus dominios desde Etiopía hasta la India, se casa sin conocer su nacionalidad con una joven doncella, Ester, judía huérfana de padre y madre, criada como hija por su tío de la tribu de Benjamín y cuyo nombre era Mardoqueo. “El rey halló en ella más gracia y favor que en ninguna otra virgen y colocó la diadema sobre la cabeza de Ester y la declaró reina”. (Ester 2-17).

Las figuras de Ester y Asuero son ampliamente conocidas por el pueblo mariano. En el segundo día del novenario a la Purísima la canción dice: Ester que tocáis primero/ En el centro de la cruz/ Que ya para darnos luz /Ofrece al divino Asuero/.

Mardoqueo es un judío cuidadoso de guardar la ley mosaica, lo que le va a causar un conflicto con el más alto oficial de Asuero, Amán, (Ester: 3-1-6). Amán dispone no solo matar a Mardoqueo sino a todo el pueblo judío. Cuando Mardoqueo sabe de la tragedia que se les viene encima informa a Ester ya que todo su pueblo está a punto de desaparecer.

La reacción inicial de la reina Ester es no involucrarse ya que dicho problema podría incluso poner en peligro su propia vida. (Ester: 4-1) Ester actúa egoístamente, vela ante todo por sus intereses. Pero Mardoqueo le responde de forma aplastante con dos argumentos. Primero: que la vida de ella está en riesgo sea que intervenga o no. “No pienses que estando en el palacio del rey solo tú escaparás entre los judíos” (Ester: 4-13). El segundo argumento es: ¿Qué sabes si para una ocasión como esta tú habrías llegado a ser reina? (Ester: 4-13). Estos dos argumentos conmueven hasta los huesos a Ester y la hacen exclamar un grito que queda grabado en la historia: “Iré al rey, lo cual no es conforme a ley; y si perezco, perezco” (Ester; 4-16).

La historia tiene un final feliz. Ester se acerca al rey sin haber sido invitada, y obtiene gracia ante los ojos de Asuero (Ester. 5:1-2). Ella usó un plan astuto para engañar al rey en el trascurso de dos banquetes (Ester. 5: 4-8)- (7: 1-5). Y manipulará a Amán, logrando que expresase sus verdaderos sentimientos como era exterminar al pueblo judío (Ester. 7: 6-10). El rey revoca el juicio contra los judíos (Ester. 8:1-2; 10:1-3). Esto a su vez mejora la situación de todos los judíos en el Imperio Persa. Amán y los enemigos de los judíos fueron sacrificados (Ester. 7:9-10; 9: 1-17).

Dios no se menciona en este libro, y a pesar de esto, es un libro de la Biblia. El versículo crucial en todo el texto es: “¿Y quién sabe sí para una ocasión como está tú habrás llegado a ser reina?” Ester llega a su posición real gracias a la mano bondadosa de Dios sobre ella, como lo habrían dicho Edras y Nehemías (Edr. 8: 18). (Neh. 2:18).

Dios puede estar trabajando en nuestras vidas en forma que no conocemos, nos prepara y nos coloca en el lugar que menos esperamos para defender o salvaguardar su ley. Su mano bondadosa nos guía, nuestra respuesta humana debe de ser valiente como la de Ester que se entrega totalmente y exclama: “Y si perezco, perezco”.

Contextualizando el libro de Ester y al pueblo de Israel en el exilio, este es un pueblo en peligro permanente frente a enemigos poderosos. El nuevo Israel, nosotros, la Iglesia, y cada creyente nos mantenemos en el exilio en este mundo, y cualquiera que sea nuestra posición en la vida social es una oportunidad para influir y alzar la voz por la vida de nuestras comunidades cristianas que en muchas partes están en estado de persecución y exterminio.

Esto es velar por la fe, que solo el Espíritu Santo nos da. La gracia del Señor. La de Ester es una situación singular. Pero todos nosotros estamos siempre en situaciones iguales.

El autor es abogado católico.

Opinión
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