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El preso político y la embajadora europea

A simple vista el preso político nicaragüense, Miguel Mendoza, y la embajadora de la Unión Europea en Nicaragua, Bettina Muscheidt, no tienen nada en común.

El primero es un conocido periodista deportivo de Nicaragua, ese triste país etiquetado por la geografía y el marketing turístico como de “lagos y volcanes”, pero también de tiranos; y ella, una diplomática que representa a la Unión Europea, en un continente que ha sido epicentro de grandes horrores causados por el fascismo y el comunismo. Acaso lo que los une es un amor claro por la libertad y la democracia, en la que desde trincheras diferentes coinciden, lo que se desprende de sus analogías y proclividades hacia ese mundo pacífico de felicidad corporativa que se da únicamente bajo gobiernos libres que respetan la decisión soberana de sus pueblos.

Desenrollo la manila. A Miguel se le encarcela por decir una frase célebre y sencilla, a la luz de todos, la que aparentemente rebasó el vaso de la represión al haber dicho en el uso de sus labores periodísticas (deportivas), que en el mandato del expresidente Enrique Bolaños q.e.p.d. “éramos felices y no nos dábamos cuenta”. Según cables noticiosos que han hablado sobre su presidio indican que en su cuenta de Twitter y demás redes sociales como Facebook, había hecho críticas al régimen por violar los derechos humanos. Estaba en su derecho de opinar, pero ese comentario, cargado de una inocencia política y de una expresividad natural, sin ninguna malévola intencionalidad, le mereció la cárcel.

Hasta donde sé, Miguel no fue un furibundo admirador del presidente Bolaños, menos que haya trabajado en su gobierno (2002-2007) ni que haya sido un fanático del periodo de “La Nueva Era”. De lo que estoy claro es que lo que quiso decir es que si bien es cierto no se vivió una democracia plena bajo esa Administración, sí había libertad de expresión, de decir lo que se le viniera en gana a alguien y de una considerable estabilidad económica.

Revisando ese periodo de los gobiernos de transición de 1990 a 2006, a pesar del cogobierno que Daniel Ortega, socarrón y arbitrario le impuso a los presidentes Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños (en el que chantajeó y pactó a su conveniencia en medio de los errores cometidos por algunos de estos tres mandatarios), Nicaragua en realidad vivió la democracia.

Chamorro trajo la paz, Alemán estabilidad financiera y Bolaños una mayor infraestructura social. Ellos con sus errores y logros nos enseñaron otra Nicaragua distinta a la de hoy. A eso se refería Miguel.

Por su parte la embajadora Bettina Muscheidt dijo en la celebración del Día de Europa en Managua, el pasado 9 de mayo, que no se debe nunca dar “por sentada la democracia” y recalcó el valor de las libertades públicas, mientras haya tantas personas que no puedan disfrutarlas. A simple vista, sus palabras pueden parecer sencillas y cajoneras. Pero no. Son grandes reflexiones, célebres como las de Miguel y a la vez cargadas de un optimismo citadino, urbano, palpable.

La embajadora de la Unión Europea confesó al volver a ejercer sus funciones al frente de la sede de la Embajada en Managua, que pocos días atrás vio con sus propios “ojos frescos” el ambiente de libertad que sintió cuando caminó por las calles de las ciudades europeas, como tantos nicaragüenses, y más los injustamente presos políticos, quisieran percibir al caminar por las calles de Jinotega, Masaya o Matagalpa. Pero también reflexionó sobre cómo vio la vida cotidiana en el viejo continente, en referencia a su último viaje, observando a ciudadanos comunes que conversaban animadamente en lugares públicos sobre políticas gubernamentales, viendo policías que protegen a manifestantes pacíficos —como también ocurre en Estados Unidos—, o el hecho de comprar periódicos y sentir el olor del papel entre los dedos. Todo hoy día está prohibido en Nicaragua, tampoco hay medios impresos. LA PRENSA fue el último de ellos.

Miguel y Muecheidt, el presidiario y la embajadora, sí poseen grandes coincidencias: ambos aman la libertad y la democracia. Algún día Miguel podrá caminar libre por las calles de su ciudad en Nicaragua, como ella lo puede hacer cuando va a Europa.

El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional. [email protected]

Opinión Miguel Mendoza preso político
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