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La tragedia en La Cucamonga

El terrible accidente ocurrido el 29 de julio recién pasado en la peligrosa cuesta de La Cucamonga, Carretera Panamericana Norte, departamento de Estelí, con saldo de 16 personas muertas, entre ellas migrantes venezolanos y un nicaragüense. Este último recién había llegado al país procedente de Costa Rica, y había emprendido el viaje a los Estados Unidos, en ese fatídico bus.

El motivo de los migrantes es el mismo: pobreza, desempleo, sin futuro, y la única opción posible es el eterno sueño americano. Pero el sueño se convierte en una terrible pesadilla real, causando dolor profundo y angustia en las personas que viajan, en las que quedaron y en las que esperan.

Las victimas (venezolanos), que perdieron a seres queridos en el accidente, manifestaron que para realizar el viaje habían vendido todo y que no podían regresar a su tierra natal porque no tienen dónde ir. Querían que a sus seres queridos fallecidos los cremaran para llevarlos consigo en su odisea. Otro sobreviviente expresó que había acordado con su esposa, que si algo sucedía en el camino a cualquiera de ellos, el otro debía continuar con su meta.

Uno de los venezolanos manifestó que el bus iba lleno de pasajeros, según dijo eran 90. Que en una parada que realizo el chofer, este se tomó una gaseosa y a partir de ese momento comenzó a correr a alta velocidad. Lo lamentable es que los sudamericanos le gritaron al chofer que el bus iba sobrecargado de pasajeros y que bajara la velocidad, pero el conductor hizo caso omiso y lo demás es historia. El resultado quizás más dramático y doloroso es la niña que perdió a sus dos padres, sin duda el futuro se le ha truncado por mucho amor que reciba de parte de otros familiares.

Es curioso que en un accidente tan mortal, el conductor del bus y su ayudante salieran ilesos, es la ironía del destino, los causantes de tan horrible monstruosidad serán juzgados por homicidio imprudente.

Lo importante en esta desgracia es las precauciones que las autoridades respectivas tomarán para evitar que se repitan estas fatalidades. Para que los buses no viajen con sobrecargas, para impedir que el chofer que no tiene conciencia de la responsabilidad que lleva a bordo y lo que quiere es correr temerariamente, principalmente en las carreteras peligrosas, para demostrar que no le teme al peligro, sin importar el estado mecánico del bus que conduce.

A ese conductor se le debe suspender el derecho de volver a conducir. Los ayudantes de estos buses también deberían de poseer algún permiso especial para este tipo de trabajo, debido a la responsabilidad que adquiere al estar subiendo pasajeros en una unidad, sobre todo cuando ha cumplido con su capacidad establecida para iniciar el viaje a su destino. El ayudante mira en los pasajeros una mercancía y no unos seres humanos. En esta tragedia compartida con el conductor, se le debe suspenderle el trabajo como cobrador de por vida.

También existe irresponsabilidad de los pasajeros que, por la prisa, abordan un autobús que ya ha repasado su capacidad y no les importa viajar de pie, apretados, incómodos, sabiendo que lo que están haciendo es un peligro para ellos mismos.

El autor es comentarista político

Opinión Accidentes de tránsito Estelí migrantes Nicaragua
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