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Servir a Dios más que al dinero

Siempre la voz profética como la de Amós se alza en contra de la injusticia y de la explotación de unos a favor de otros. Amós fue un ganadero escogido por Dios para desarrollar su ministerio profético y le tocó vivir en una sociedad donde las injusticias sociales eran frecuentes; por eso ataca duramente el lujo de los que más tienen, muchos de los cuales habían ganado su posición a costa de los más pobres.

Esta injusticia viciaba y contaminaba el culto que se ofrecía en el Templo, el cual no incidía para nada en la vida de los que lo practicaban. Aquella sociedad era insolidaria y en medio de ella el profeta Amós hablaba en defensa de los más pobres e indefensos, con una fuerza y con una claridad que logró despertar las conciencias de muchos. (Am 8,4-7).

Con esta denuncia el profeta nos señala el camino a seguir también nosotros, ya que en cierta manera lo que sucedía entonces, sucede también ahora: ante la injusticia y el dolor no podemos permanecer impasibles, como si no fuera con nosotros.  Se nos anima a ser más solidarios con aquellos que no son tratados con misericordia y con justicia.

La salvación que nos trae Jesús nos exige procurar estar al lado de lo que son víctimas de nuestra sociedad: los que sufren, los que están solos, los que no son respetados. Nuestra fe en un Dios misericordioso, nos pide esta responsabilidad, que como todos sabemos no es fácil llevarla a la práctica.

Jesús nos vuelve a poner otra de esas exigencias que cuando la escuchamos hace que algo toque nuestro interior: no puedes servir a Dios y al dinero podéis servir a Dios, este es el reto y al dinero. (Lc 16,1-13).

Jesús no condena el dinero, que es algo imprescindible para vivir, lo necesitamos incluso para cumplir con la misión de anunciar el Reino de Dios en nuestro mundo. Pero nos pide que apliquemos algunos elementos correctores que sí son importantes, por ejemplo, que el dinero no sea el centro de nuestra vida, o sea que nuestra vida no se mueva únicamente por el deseo de tener cuanto más mejor, sino que haya otros valores que influyan más decisivamente en mi modo de vivir, que haya otras cosas que me preocupen más que el ese deseo desproporcionado y enfermizo de poseer cuanto más poder económico mejor.

Miremos a nuestro alrededor y veamos donde podemos demostrar nuestra solidaridad con los que tienen menos que nosotros. Ojalá estas palabras de Jesús despierten en mi esa necesidad de ayudar un poco más a los demás, también desde el punto de vista material.

Hoy se me pide que revise este aspecto de mi vida de compromiso cristiano ¿hasta dónde me voy a comprometer a llegar? Le pedimos al Señor que nos dé fuerza para dar pasos también en este sentido, que aumente en nosotros la generosidad, que nos haga ser un poco más sensibles a las necesidades de los demás. (Tim 2,1-3).

A pesar de la crisis que vivimos, tenemos que sensibilizarnos de que no podemos seguir como siempre en lo que dice relación con nuestra vida de fe, no puedo seguir con lo mínimo, tengo que exigirme más, pero para eso tengo que querer hacerlo. Se lo pedimos al Señor los unos para los otros, y seguimos recordando a todos los que sufren, están solos o enfermos… 

El autor es sacerdote católico

Opinión Explotación Iglesia injusticia pobreza solidaridad
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