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Las generosas amnistías del siglo XX

Son 28 las veces en que, a lo largo del siglo pasado, los gobiernos nicaragüenses otorgaron amnistías, es decir, el olvido (amnesia) de los delitos, supuestos o reales, de sus adversarios políticos o de sus propios agentes. Don Enrique Bolaños en su libro La lucha por el poder, enumera 51 desde la independencia.

Invariablemente las amnistías fueron intentos de reconciliar a bandos en pugna e invitar a nuevos comienzos civilistas. En unas privó al ánimo oportunista de eximir de culpas no solo a los opositores, sino a los agentes del poder; el caso de las amnistías de doble filo. En otras prevaleció un ánimo más benévolo. Veamos algunas.

La primera la emitió el gobierno del presidente (dictador) Zelaya en julio de 1903. Cubría a los partícipes de la fracasada “revolución del Cocibolca”, dirigida entre febrero y mayo por su archienemigo Emiliano Chamorro. En sus memorias escribió: “No puedo negar que el general Zelaya se mostró bastante magnánimo con los que cayeron prisioneros en el vapor Victoria. Así como hay que reconocerle que no demoró mucho en dar amnistía en favor de todos los que habíamos tomado parte en el movimiento revolucionario”.

Otras amnistías dignas de mención fueron las otorgadas por los tres gobiernos liberales que buscaban la paz con Sandino: Adolfo Díaz en 1928, José María Moncada en 1930, y Juan Bautista Sacasa en 1933. Aunque fueron amplias, pues incluían los “delitos comunes conexos con los políticos”, Sandino seguía armado y presto a seguir guerreando. El alto mando de la Guardia Nacional, con Anastasio Somoza García a la cabeza, decidió asesinarlo y luego logró que las cámaras legislativas promulgaran en 1934 una amnistía que cubriera a los hechores del magnicidio.

Más tarde, Somoza, jefe del ejército y poder tras del trono, autorizó a su presidente interino, Víctor Román y Reyes, amnistiar dos veces a sus opositores (1948 y1950). Con ello regresaron muchos de ellos del exilio, incluyendo a Emiliano Chamorro.

Tras ser asesinado Somoza en 1956, le sucedió su hijo Luis. Este quería democratizar el país y reconciliar la nación. Pero la oposición no confió en él ni le dio tregua. A escasos cuatro meses en el poder enfrentó la primera intentona golpista urdida por Chamorro y un grupo de oficiales del ejército. Planeaban bombardear Casa Presidencial, pero una delación los mandó en cambio a la cárcel. No obstante, Luis otorgó en junio de1957 una amnistía que los perdonaba junto con los participantes, tanto del fallido atentado contra su padre en abril de 1954 como de su posterior asesinato.

Determinados a impedir la sucesión dinástica, los líderes conservadores Pedro Joaquín Chamorro y Luis Cardenal lanzaron en junio de 1959 una guerra de guerrillas con la famosa invasión de Olama y Mollejones y poco después los marxistas, con Carlos Fonseca, hicieron lo mismo desde Honduras. Todos fracasaron. Los insurgentes conservadores terminaron prisioneros y condenados como traidores. Pero en junio de 1960 Luis los liberó con una nueva y amplia amnistía. Chamorro volvió entonces a su trinchera periodista del Diario LA PRENSA para continuar sus apasionadas críticas a la dictadura.

Cinco meses después, en noviembre de 1960, los hermanos Fernando y Edmundo Chamorro dirigieron un asalto a los cuarteles de Jinotepe y Diriamba el cual fracasó tras un tiroteo y algunos GN muertos. Pero en junio de 1962 también fueron liberados por una tercera amnistía.

Con el triunfo de la revolución sandinista en 1979 no hubo amnistía ni perdón inicial para los millares de GN y somocistas encarcelados. No fue sino hasta diciembre de 1987 en que, como parte de los acuerdos de Esquipulas, Ortega firmó una amnistía que cubría a todos. Luego hicieron otra de doble filo a inicios de 1990, que protegía a los autores de la famosa “piñata”, duplicada por doña Violeta semanas después.

En el siglo XXI no hemos tenido aún amnistías. ¿Estaremos a las puertas de la primera? Aunque muchos la discuten, lograrla es el clamor ardiente de los familiares y amigos de quienes solitarios palidecen y adelgazan en las oscuras mazmorras del Chipote. ¿Podrá abrir de nuevo sus metálicas puertas, la entrañable benevolencia?

Humberto Belli es sociólogo, historiador, y autor del libro Buscando la Tierra Prometida, Historia de Nicaragua 1992-2019. Disponible en librerías y en Amazon.

Opinión opositores poder presos políticos
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