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Orar con esperanza

La oración es necesaria para la esperanza. Cuando las dificultades surgen, Moisés ora y mantiene las manos alzadas hasta la puesta del sol, la importancia de la perseverancia en la oración, hay que orar con insistencia, sin desfallecer, con confianza y perseverancia. (Ex 17,8-13).

La oración para el cristiano no es cualquier cosa ni algo opcional. Al contrario, es una práctica esperada en todo quien se confiesa discípulo de Cristo. En la oración el cristiano no solo expresa su vínculo más profundo con Cristo y experimenta a Dios como Padre misericordioso, sino que también se abre a la esperanza de que sus clamores al cielo pueden ser escuchados y satisfechos.

Israel en su camino hacia la tierra prometida tuvo que ir haciendo frente a muchas dificultades, defendiéndose de muchos enemigos y purificando su idea de Dios. Israel obtiene la victoria sobre los amalecitas no solo porque Moisés busca el auxilio de Dios en la oración, sino también por la determinación y las habilidades guerreras de Josué. En efecto, el hecho de ser perseverantes en la oración, no nos dispensa de nuestro compromiso. Es con el esfuerzo y con la responsabilidad humana como Dios nos hace justicia.

Los discípulos de Cristo, al igual que el pueblo de Israel en su peregrinar hacia la tierra prometida, en nuestro caminar cristiano también tenemos que enfrentarnos con muchos obstáculos y combatir a muchos “Amalecitas” que nos seducen con sus propuestas engañosas y disfrazados de éxito y felicidad, desviándonos así del camino que Dios nos invita a seguir.

Para la perseverancia y la victoria en nuestro caminar, Jesús nos dejó un arma poderosa: la oración sin desfallecer. La oración nos conforta y revitaliza en todo momento. Ella despierta nuestra alma y nos impulsa con una fuerza siempre renovada. Eso es lo que necesitamos en cada momento.

Jesús enfrenta la vida y las dificultades, orando. Hace oración en los momentos más decisivos de su misión: al empezar la vida pública, al escoger a los doce, en la pasión. A la luz de la experiencia orante de Jesús, el cristiano entiende que está invitado a orar siempre, con persistencia. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de esta persistencia?

La perseverancia en la oración es la actitud que posibilita al creyente mantenerse fiel en medio de las dificultades del día a día. La oración confiada y persistente es la forma de enfrentar toda adversidad. Es evidente que la oración que no nos quita los obstáculos del camino, sino que nos da la fuerza para superarlos. La oración fortalece nuestra esperanza.

La esperanza cristiana no es una simple espera de algo que podría realizarse, sino la consecuencia de la fe. La esperanza cristiana no es mera fantasía, su fundamento real reside en Dios mismo, en su palabra, en su amor, en su poder y en su fidelidad. (Tim 3,14-17).

Esta actitud de perseverancia en la oración es la que Jesús nos invita a practicar. Jesús quiere que oremos por encima de cualquier sensación de fracaso. Jesús nos insta a tener una obstinación semejante a la de la viuda frente al juez corrupto. (Lc 18,1-8).

Orar sin desanimarse es el camino. El desánimo, es fácil que se presente cuando no obtenemos los resultados esperados, o no son proporcionales a nuestro esfuerzo, o cuando fracasamos en la búsqueda y defensa de la justicia, y comprobamos tantas veces que el mal se sale con la suya, cuando nuestras oraciones no son atendidas… En definitiva: ¿para qué orar, para qué seguir, para qué insistir?

La oración es el gran medio para no perder la cabeza aun en los momentos más difíciles y dramáticos, cuando todo parece conjurarse contra nosotros y contra el reino de Dios. Para no perderse entre los múltiples y confusos criterios de nuestra sociedad, para no dejarnos presionar por quien sea, ni tomar demasiado rápido decisiones inadecuadas. Para que no renunciemos nunca a defender y exigir lo justo, lo bueno, lo ético.

Pero la oración a la que se refiere Jesús, es que Él sea nuestro criterio, nuestro apoyo y nuestra referencia para poder valorar la realidad, los acontecimientos, las personas, sin desanimarnos ni confundirnos. Y discernir así nuestros pensamientos, sentimientos, reacciones, y proyectos y opciones posibles…

El autor es sacerdote católico.

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