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La verdad histórica contra las ideologías

“La verdad os hará libres”. Esta frase de Jesús debería ser de diario recordatorio. De pocas cosas tiene tanta necesidad el hombre como de la verdad. Esta ilumina los caminos y nos ayuda a encontrar el bien. La mentira, por el contrario, desorienta y nos lleva al despeñadero. El evangelio llama a satanás “padre de la mentira”.

Una de las disciplinas donde la veracidad es de suprema importancia es la historia. Los juicios que nos hacemos sobre personas, instituciones y acciones, están decididamente influenciados por los hechos buenos o malos que se les atribuyen.

Desafortunadamente estos no siempre son reportados con objetividad. El ser humano, sujeto siempre a sus pasiones o distorsiones ideológicas, los adultera con frecuencia. Construye así historias que son verdaderas caricaturas donde se exageran y hasta se inventan faltas de unos, mientras se exageran y también se inventan, a veces ridículamente, méritos reales o imaginarios de otros.

Un ejemplo de esto lo tuvimos recientemente con el aniversario del 12 de octubre. Antes se le llamaba Día de la Hispanidad, en alusión al conjunto de pueblos o naciones que a partir de esa fecha llegaron a compartir el idioma castellano y muchos trazos de la cultura española, entre ellos el cristianismo.

Hoy se le quiere llamar “Día de la Resistencia Indígena”. Este cambio no procede de un interés en reflejar la verdad fáctica o los hechos, sino de una ideología, en concreto la marxista, para la cual la historia se reduce a una lucha constante y universal entre oprimidos y opresores, cada cual con sus respectivas culturas, ideas o valores. Desde esta óptica, de por sí maniquea, el descubrimiento de América significó la imposición brutal de un poder y una cultura al servicio de los opresores, sobre unas etnias que resistieron heroicamente la defensa de sus libertades y modos de vida.

Surgieron así libros como el de Jaime Wheelock (Raíces Indígenas de la Lucha Anticolonialista en Nicaragua), o el de Josefina Oliva de Coll (La Resistencia Indígena ante la Conquista). El problema con estas versiones es que, en su afán de ajustar la realidad a sus marcos ideológicos caricaturizan y sacrifican la verdad histórica.

Lo ilustra bien el caso de Nicaragua: en ella la resistencia a la colonización española no solo fue mínima, sino que fue sucedida por la colaboración y beneplácito aborigen. El primer encuentro, el del cacique Nicarao con el español Gil Gonzáles Dávila, fue cordial. No fue así con el cacique Diriangén, quien dirigió dos fallidas escaramuzas que no produjeron baja alguna entre los conquistadores y tras las cuales desapareció sin dejar huella ni secuela. Tres años después hubo otro incidente similar en la zona de León, el ataque “de los desollados”, tras el cual ya no se registran violencias dignas de consideración.

La historiadora norteamericana, Linda Newson, en su Indian Survival in Colonial Nicaragua (1987), concluiría que “la conquista del Pacífico de Nicaragua fue relativamente fácil”. Igual concurren en esta visión los historiadores nicaragüenses Germán Romero, quien ilustró cómo los españoles gozaron de la colaboración de los jefes indígenas, y José Coronel Urtecho, que ilustró cómo los indios fueron “los más tranquilos disfrutadores” de la paz colonial.

Lo anterior no quiere decir que los nativos no fuesen víctimas de graves abusos. Los hermanos Contreras, por ejemplo, trataron de exportar indios como esclavos. Pero por otro lado el obispo Valdivieso fue martirizado por defenderlos, mientras incontables misioneros y religiosos quemaron sus vidas por educarlos e integrarlos a la nueva civilización.

Pero estos son aspectos positivos que no los captan los adeptos al negativismo de la historiografía antiespañola. Aunque los lleve al ridículo. ¿Qué dirían ellos si se les pregunta: estarían mejor los indios si hubiese triunfado la idealizada resistencia?, o ¿si hubiesen resistido con éxito la enseñanza del español, de la fe cristiana, de la lectura y la escritura, de la ciencia moderna, del concepto de la ley y el derecho?

Si dichos historiadores fueran intelectualmente honestos, ¿no tendrían que concluir que lo mejor que pasó a los indios es que no triunfó la resistencia indígena?

Humberto Belli Pereira, sociólogo e historiador, fue ministro de educación en Nicaragua y autor del libro “Buscando la Tierra Prometida; historia de Nicaragua 1492.2019”, disponible en librerías y en Amazon.

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