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Conmovedores pero familiares inicios de la Iglesia en Nicaragua

Si se indagan los primeros años de la Iglesia católica en suelo nicaragüense se descubre de inmediato su heroico papel defendiendo a los aborígenes y que, como dice Eclesiastés: “No hay nada nuevo bajo el sol”.

Sus clérigos y religiosos enfrentaron entonces los abusos de una familia dominante y tuvieron que sobrellevar agresiones físicas, cárceles, exilio y varios mártires. El pionero de este drama fue el padre Diego Álvarez de Osorio, enviado por la corona en 1527 con el cargo de protector de indios. El sacerdote, a quien la historia consigna como celebrante del primer matrimonio en suelo nicaragüense entre un español y una india, entró en conflicto con el gobernador Francisco de Castañeda por el maltrato que este propinaba a los indígenas.

 La reina de España apoyó al padre en su querella y en 1531 fue nombrado primer obispo de la Diócesis de Nicaragua. Entre sus actividades estaba visitar el puerto El Realejo buscando liberar indios que esperaban ser embarcados como esclavos so pretexto de haberse rebelado. Desafiando la ira de los capitanes, les comunicó que la multa por sacar un indio libre para ser vendido era la altísima suma de tres mil pesos de oro.

Los odios contra el padre se agudizaron tras la ascensión a la gubernatura, en 1534, de Rodrigo de Contreras, casado con una hija del exgobernador Pedrarias, doña María de Peñalosa. La familia se había enriquecido exportando indios y madera. Detestaba a los religiosos y se las ingenió para sacar de Nicaragua a los dominicos y arrinconar económicamente a los clérigos.

Los comerciantes le negaron el crédito al obispo Álvarez de Osorio, forzándolo a vivir de la caridad pública. Incluso Rodrigo llegó a clavar un puñal en la mano del padre Pedro de Mendavia, español, designado por la reina como deán —juez eclesiástico— de la Iglesia de Nicaragua en 1540 y solidario con el obispo.

Su esposa, la Peñalosa, fue aún más radical: mandó una turba de más de un centenar de hombres a quebrar las puertas del templo de La Merced, donde se refugiaba el deán y sus acompañantes, y donde mataron con un disparo de ballesta al franciscano Pedro de Chávez —primer religioso mártir en el país— y a tres fieles más.

El padre Mendavia sobrevivió, pero fue apresado y luego enviado a España acusado de “alborotador y falsario”. La inquisición lo absolvió, pero se quedó en el exilio. Mientras tanto la pareja Contreras-Peñalosa, seguía furiosa con la iglesia local pues sus denuncias ante España, avaladas por frailes como Bartolomé de las Casas, hicieron que la corona promulgara las “Leyes Nuevas de 1542”; un hito decisivo en la historia colonial que, si bien distaba mucho de establecer la paridad jurídica de los indios, reiteraba la prohibición de esclavizarlos y limitaba significativamente las potestades de los encomenderos.

 Su enojo solo empeoró cuando en 1544 llegó a Nicaragua el nuevo obispo, fray Antonio Valdivieso. Hombre incomprable y valiente, comenzó recorriendo el país para averiguar lo que ocurría. Le tomó solo unos días para que se dirigiese al rey expresándole su conclusión contundente: que la mayor fuente de los males de la provincia procedía de la tiranía del clan de los Contreras.

Por un período de aproximadamente seis años, el obispo dirigió doce cartas destinadas al emperador Carlos V, al príncipe Felipe y al Real Consejo de Indias. Las epístolas surtieron efecto, pues la corona despojó a los Contreras de sus encomiendas. Cegados por la ira, y mientras don Rodrigo ventilaba su situación jurídica en España, el 26 de febrero de 1550 sus hijos Hernando y Pedro y una treintena de cómplices asaltaron la residencia del obispo y lo asesinaron. Tras el crimen los hermanos Contreras tomaron brevemente el control militar de León y Granada. Luego se embarcaron hacia Panamá, lugar donde uno fue muerto por las autoridades y el otro tragado por la selva. Se cerraba así un primer ciclo de la historia eclesial nicaragüense pero no la tendencia, anunciada en el libro del Eclesiastés, 9-10, a la repetición. “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: ¿he aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido”.

El autor es sociólogo e historiador, fue ministro de Educación y es autor del libro Buscando la Tierra Prometida; historia de Nicaragua 1492-2019, disponible en librerías y en Amazon.

Opinión agresiones corona Iglesia religiosos
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