Cuidar nuestra piel, humectarla, hidratarla y mantenerla sana, es más necesario a medida que envejecemos porque la piel se vuelve más fina, pierde densidad y las arrugas se hacen más profundas. Lo ideal es que este tipo de consecuencias no nos agarre desprevenidas y mientras antes nos preocupemos de mitigarlas mejor.
Nuestra piel sigue el mismo ciclo de sueño que nuestro cuerpo: Por la mañana, la piel suele estar seca y su barrera protectora disminuye notablemente. Al mediodía, la producción de sebo alcanza su máximo y la piel se ve más brillante. Por la tarde, las agresiones externas, como el aire acondicionado, el sol, la polución, el estrés y la fatiga afectan el metabolismo de la piel. El resultado: la piel es más propensa a las arrugas y parece más envejecida. Por la noche, aumenta la circulación sanguínea, se reparan los daños de la piel, la renovación celular se acelera y la producción de sebo se reduce.
La hidratación es fundamental para evitar resequedad y arrugas. El agua es el medio más importante para mantener una piel sana y suave. Mínimo tres litros de agua, a 8 onzas por hora. Es importante beber el agua durante todo el día para no orinarla y por lo tanto mantener la hidratación.
También existen técnicas terapéuticas muy efectivas y recomendables, como la radiofrecuencia, mesoterapia facial, lifting facial, microdermoabrasión y electro estimulación del rostro.
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