La observación electoral en Nicaragua tiene 25 años de existir. El país invitó a las Naciones Unidas para observar las elecciones, un acto considerado el único de su naturaleza en el mundo en ese momento de guerra. Incluso, único en Centroamérica, tomando en cuenta que otros dos países se negaron a hacer lo mismo a pesar de que tendrían elecciones en ese mismo período.
Así fue que en el país se empezaron a observar todas las elecciones que posteriormente se realizarían y con ello nacieron agrupaciones dedicadas exclusivamente a este ejercicio. Ética y Transparencia es una de ellas. Nació en 1996 tras una idea que se le presentó al recién llegado Roberto Courtney y ahora la organización cumple veinte años de existir.
Los años no han sido en vano y EyT no vive su mejor momento, pero Courtney tampoco cree que sea el peor. Los fundadores habían previsto “la temporada de vacas flacas” y blindaron al organismo con acciones que le permitirían sobrevivir a las épocas duras. Así compraron su propio terreno con los ingresos que obtuvieron de la venta de la flota vehícular que habían adquirido para observar elecciones y reciben pagos por charlas o seminarios que dan en el país.
En esta entrevista Courtney explica sobre algunos trabajos que realizan con la cooperación internacional para asesorar al Gobierno con algunos programas sociales, el manejo de las finanzas de EyT y la posibilidad de ser candidato a magistrado para el Consejo Supremo Electoral (CSE).
Actualmente se está hablando de elegir al magistrado que repondrá al exmagistrado del CSE, José Marenco, ¿a usted le gustaría ser candidato?
Dos palabras: no y nunca. Y la razón no es porque no sea razonable tener aspiraciones, sino porque en este caso es importante tener la consistencia de que tus señalamientos no abonan a ninguna causa más que a la personal. Creemos en Ética y Transparencia que nuestro mensaje se debilita en la medida que puede ser visto como que abona a causas personales. Entonces hemos hecho un compromiso muy serio desde el año 96 de no perseguir ningún cargo público de ninguna manera mientras uno trabaja en estas cosas para no debilitar el mensaje ni meterle distorsiones.
Las protestas afuera del CSE ¿cree que sean suficientes para lograr un cambio en ese poder del Estado?
Están buenas y probablemente es que reflejen un descontento con el aparato electoral y es razonable y democrático que ocurra. Pero probablemente los cambios que pudieran haber son de orden cosmético y en vez de avanzar la causa de reconstruir adecuadamente el aparato electoral, podrían resultar en una especie de beneficio de la duda que no merece existir.
¿Qué cambios avizora?
Si lo vemos así rapidito: que sin haber ningún cambio de fondo hubiera un cambio nominal de personas en el CSE, eso le quitaría a los que cuestionan al CSE su bandera, pero no les daría un mejor Consejo Supremo Electoral.
Estamos hablando de cambiar a Roberto Rivas.
Supongamos. Tomemos ese nombre. ¿Será que cualquier otra persona se desempeñaría mejor o quizá existe el espacio para que pudiera ser más fieramente partidario? Es bueno que si existe un descontento con el aparato electoral que este se exprese. Pero también hay que estar muy cuidadoso de cambios cosméticos o que no son de fondo, porque pudieran incluso ser contraproducentes y darle una especie de beneficio de la duda a un aparato electoral que hoy por hoy no lo merece.
Lo que pasa es que cuando se habla de mejorar el CSE, siempre se dice que hay que cambiar a Roberto Rivas, entonces, ¿qué otros cambios se necesitan?
Pues sí, las cosas tienden a personificarse. Pero la problemática del aparato electoral tiene unas dinámicas que no son de nombre y apellido. El problema del aparato electoral es que es costosísimo para el resultado que da. Gastamos en elecciones aproximadamente un tercio de lo que gastamos en educación en un año electoral en un país en el cual una buena parte de los niños no tiene un aula y un pupitre. Gastamos mucho en un aparato electoral, independientemente del nombre de los magistrados. Tenemos un aparato electoral que te dice que tenemos más votos que electores en una elección. ¿Que eso se deba a los magistrados? Consideramos que eso no se debe a un problema del aparato electoral, sino a un problema de que el aparato electoral está bajo el control de un partido. Entonces, a la hora que se habla de qué cambios se desean, hay que saberlo mencionar de que es una despartidarización del aparato electoral.
¿Eso pasaría por nombrar personas que no tengan vínculos políticos?
No. Lo que pasa es que tenemos una gran ventaja a la hora de que queramos hacer las cosas bien. La democracia no la inventamos aquí ni las elecciones las inventamos aquí. Hay países que están bastante más avanzados, toda Latinoamérica está más avanzada en materia de construir credibilidad en sus aparatos electorales. Entonces, en lugar de ser cosas imposibles son cosas muy sui géneris del sistema nicaragüense y que basta ver la experiencia en otras partes y darse cuenta de lo fácil que es despartidarizar.
¿Cuál sería la forma buena? Porque los candidatos los proponen y los eligen los partidos políticos.
Mirá. Nosotros acabamos de venir de México de las elecciones de término medio. Si retrocedemos al año 98 tenían una problemática similar a la de nosotros. Un partido, el de Gobierno, que de paso tenía muchos años de estar en el Gobierno, a través del Ministerio de Gobernación ejecutaba las elecciones. El modelo que usaron para resolverlo no fue un ejercicio de poner a todos los partidos porque nuevamente lo que hacés es trasladar la competencia partidaria a la instancia que administra y resuelve. Entonces hicieron un proceso de ciudanización. Todas las Juntas Receptoras de Votos como todas las instancias del aparato electoral están manejados por ciudadanos, académicos o gente de prestigio y los partidos políticos tienen fiscalización de todo.
Si vemos nuestra realidad, para ustedes, dadas las condiciones actuales, ¿hay un partido que legítimamente pueda ganarle al FSLN?
Lo nuestro no son los vaticinios, es la calidad del proceso electoral. Lo que quisiéramos que ocurriera es que hubiera un proceso que cumpliera con los requisitos mínimos ya conocidos a nivel mundial sobre elecciones. Es decir, que hubiera un proceso donde se permitiera votar a todos los ciudadanos. Si el pasado es prólogo uno ve con cierta suspicacia. Nadie está diciendo que las elecciones del 2016 ya son fraudulentas. Lo que estamos diciendo es que hay indicios de fraude en pasadas elecciones y que el aparato electoral ha hecho poco o nada por cambiar eso.
Ética y Transparencia se ha mantenido como de muy bajo perfil en los años recientes, ¿qué les ha ocurrido?
Hay varios factores, el primero es estrictamente de calendario. Por nuestra naturaleza el espacio mediático más grande camina con el calendario electoral. Cuando hay elecciones ustedes nos llaman, nos piden entrevistas y les damos entrevistas. Cuando no hay elecciones, vos mismo lo sabés en los últimos tres o cuatro años no nos han solicitado este tipo de entrevistas. Entonces hay que reconocerlo que dentro de nuestro quehacer, el electoral es el que tiene un llamado mediático más grande y en el calendario electoral en Nicaragua no ha habido elecciones.
Pero anteriormente no se ausentaban durante tanto tiempo.
Bueno, nuevamente el tema del calendario. Si te fijás en Nicaragua había elecciones entre presidenciales, municipales y regionales, del 96 para acá, con una frecuencia de casi una por año o una cada dos años. Esta es la primera vez que nos tropezamos con este fenómeno donde casi no ha habido nada. La segunda razón es que el sistema electoral nicaragüense, el trabajo del observador que es diagnosticarlo, el trabajo es bastante conocido, la evidencia es muy contundente y por lo tanto lo que cabe normalmente en estas circunstancias sería repetir lo dicho. Hay otra razón y es que Nicaragua ha sido el lugar de génesis de la observación electoral. En 1990 fue el primer ejercicio de observación del Centro Carter, de Naciones Unidas, y es un lugar donde se ha invertido mucha plata. Entonces en Nicaragua, por sus condiciones, se ha aprendido mucho y en algunos momentos hemos tenido los recursos para desarrollar múltiples metodologías.
¿Y en lo económico cómo está Ética y Transparencia actualmente?
Bien. Porque primero nos hemos diversificado bastante. Nos habíamos preparado para la época de vacas flacas que sabíamos que se venía cuando Nicaragua ingresara al rango de países de ingresos medios. Nos habíamos preparado haciendo más costo-efectivas las cosas que hacemos. Y también hemos adquirido una dimensión internacional de exportar nuestro conocimiento y capacidades en materia electoral y en materia de gobernabilidad y transparencia. Considerando todos esos factores estamos probablemente con presupuestos más pequeños que los que tuvimos en una época, pero bastante más balanceados y más sostenibles que nunca.
¿Tienen ingresos de la cooperación o han buscado otra forma de recibir ingresos?
Hemos diversificado las fuentes de cooperación. Ya no son solo las que operan en el país, que esas se han reducido. Por ejemplo, nosotros recibíamos mucha cooperación de los países nórdicos y el Estado nicaragüense apresuró la salida de esa cooperación precisamente porque no les interesaba que hubiera apoyo en los ámbitos de gobernabilidad y elecciones. Pero por ejemplo: somos convocados desde tribunales electorales de otros países, gobiernos y partidos de otros países y hasta sociedad civil de otros países para aportar lo que nosotros sabemos.
¿Podrá Ética y Transparencia sobrevivir en los próximos años?
Sí. Hemos cumplido con nuestra meta de los planes estratégicos. Nuestro plan estratégico apunta incluso a desarrollarnos aún más en las áreas que estamos trabajando.
¿Qué hacen en el organismo cuando no tienen presencia mediática?
No es extraño encontrar que la incidencia en el trabajo de las ONG tiene más de carácter privado que mediático. Aunque la ciudadanía en general le da la impresión que estabas haciendo más cuando salías que cuando no salías. El trabajo de hormiga, los estudios técnicos, a fondo, los que no se politizan o partidarizan terminan teniendo más eficacia. Señalábamos el trabajo que hicimos con fondos de la Unión Europea para monitorear programas sociales del Gobierno. Y en ese sentido el tipo de investigación que nosotros hicimos dio muchas pautas a corrección de estos programas sociales, que si los resultados se han tirado al público, inmediatamente todo hubiera adquirido un carácter politizado y se hubiera hecho imposible la reforma.
¿Qué tipo de recomendaciones son las que hacen a esos programas sociales?
La situación ahí es bastante sencilla. Los programas sociales en Nicaragua no son únicos. Pertenecen a una corriente latinoamericana. Se aplica por los réditos que tienen en materia electoral. Solo a partir de esas experiencias ya podés tener una parte comparativa que te permita decir que en Brasil están obteniendo mejores resultados por cómo operan y establecer las diferencias con lo que se hace aquí. Ahí hemos platicado que la parte partidaria a la hora de distribución del apoyo no optimiza el resultado. Incluso en la parte del soporte técnico. Hay áreas en que el soporte técnico llegará más lejos si se hace de calidad en vez de que si es un ejercicio de activismo partidario o de empleo para mis amigos. Pero si eso vos lo llevás a los medios de comunicación o lo tirás de una forma muy pública es muy natural que una vez que la cosa tenga un carácter público, se convierte en un tipo de ataque a la administración y eso le cierra las orejas a la administración, te colorea a vos como opositor y rara vez te da resultados. No es en todos los casos. Hay casos en que la denuncia pública te da resultados para hacer reformas.
PLANO PERSONAL
Roberto Courtney tiene 50 años y actualmente tiene una relación de pareja.
Le gusta la lectura, toca el saxofón y le gusta practicar deportes.
Tiene una licenciatura en Economía y un doctorado en Derecho.
Es bisnieto de Miguel Ramírez Goyena y hermano del magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Rafael Solís.
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