En mayo del 2011, Marvin Vargas Herrera era un hombre de 40 años de edad, con mucha energía en el cuerpo. Recio y fortachón, dirigía a un grupo de desmovilizados del extinto Servicio Militar Patriótico (SMP) de los años ochenta, y le reclamaba al gobierno de Daniel Ortega beneficios para todas esas personas que, pasando penurias en las montañas, sostuvieron militarmente al primer régimen sandinista, enfrentándose a balazos con la contra.
Hoy, apenas seis años después, no queda nada de aquel enérgico Marvin Vargas. Hoy sus allegados lo ven más viejo, maltratado físicamente y aquejado por varias enfermedades: hipertensión, depresión, diabetes y sin acceso a medicamentos. Un activista pro derechos humanos asegura que Vargas comienza —según indican sus familiares— a dar muestras de problemas mentales.
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Vargas se encuentra en el Sistema Penitenciario Nacional “La Modelo” de Tipitapa, en el módulo uno, planta baja, celda uno, donde se encuentra solo, en un estado de aislamiento que lo ha acompañado desde que cayó preso, el 8 de mayo del 2011, acusado de estafa, pocos días después de haber organizado protestas y marchas en contra de Ortega, por tener abandonados a los excachorros del SMP. Al aislamiento se le agrega que sus familiares no siempre pueden hacerle visita. Y cuando se les permite, las autoridades penitenciarias les revisan hasta el último centímetro del cuerpo. “Nos hacen el papanicolaou”, dice escuetamente una pariente de Vargas.
La familia de Vargas ya no quiere hablar con los medios sobre su pariente. Cada vez que sale algo publicado, se recrudece la represión contra Vargas en el penal. Para este reportaje no quisieron hablar con LA PRENSA.
A Vargas le cayó el cielo encima. Ha tenido “500 abogados” y todos abandonan su defensa a los pocos días, cuando se dan cuenta que no pueden hacer mucho por el reo, ya que, explican, se trata de un “asunto político”. Hasta sus propios excompañeros del SMP tienen temor de solidarizarse con él.
En noviembre del 2016 cumplió completa la condena de cinco años y seis meses de cárcel que le impusieron por estafa, pero las autoridades penitenciarias, sin explicar, no le dieron la libertad. Y en mayo de este año 2017 lo acusaron de que su esposa le llevaba droga al penal. En junio pasado lo condenaron a otros 12 años de cárcel por el delito de tráfico de drogas.
En la actualidad, Vargas tiene el espíritu doblegado. La moral totalmente caída. En una cuenta de Facebook escribió en febrero de este año: “Pido clemencia desde la cárcel. Estoy enfermo, no puedo respirar, tengo problemas en el corazón… les pido a las personas que me tienen aquí que me lleven al médico, porque ya cumplí mi condena… No quiero salir en una caja, por eso les pido humildemente que me saquen… y perdonen todo el daño que les pude causar…”.
Un cachorro voluntario
La historia de Vargas, nacido el 30 de mayo de 1971, comienza cuando él tenía 16 años. A esa edad recibió la notificación de que debía cumplir el SMP cuando cumpliera los 17. Pero Vargas no quiso esperar. Antes de la fecha se alistó voluntariamente para ir a la guerra que el régimen sandinista sostenía con la contrarrevolución. Lo integraron en el batallón Laureano Mairena. Y anduvo patrullando entre la Sexta Región Militar, Matagalpa y la Séptima, el Caribe Norte.
Vargas participó en la Operación Danto 88, un operativo del ejército sandinista para expulsar a la contra de territorio nicaragüense hacia el hondureño. Esa experiencia probablemente tenga algo que ver con lo que hoy está pasando Vargas. En enero del 2011, Vargas habló de “montar el Operativo Danto 2011”, refiriéndose a los reclamos a Ortega por “25 años en que nos han sometido al abandono a los 150,000 cachorros de Sandino”. Esa fue una “amenaza” que no toleró el orteguismo, consideran allegados a Vargas y activistas pro derechos humanos.
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En la montaña Vargas anduvo perdido, no se sabe exactamente cuánto tiempo pero fueron varios meses. Lo daban por muerto. No daba señales de vida. Cuando ya tenía como 27 meses de haber salido de su casa a la montaña, apareció enfermo cerca de Apanás. Andaba cargando a un herido. Hasta entonces lo desmovilizaron, es decir, cumplió más de los 24 meses que exigía la ley del SMP.
La vida civil, como a la mayoría de los excachorros, no se le hizo fácil. Se fue al mercado Oriental a trabajar como “corredor”. Se ponía fuera de una tienda de ropa atrayendo a los clientes. Luego consiguió empleo como conductor en Telcor. Y también después fue chofer de personas particulares.
El descontento
Después del regreso al poder de Daniel Ortega, en el 2007, Vargas se asoció con otros excachorros y formaron una asociación de desmovilizados del SMP. El decreto número 5250 de la Asamblea Nacional, de noviembre de 2007, dice que se le otorga personalidad jurídica a la Fundación de Veteranos de Guerra del Servicio Militar Patriótico. Como presidente en ese entonces de la fundación, Vargas explicó que la organización era de naturaleza civil, no partidista.
A juzgar por la obtención de la personalidad jurídica, aparentemente en esos primeros años Vargas y sus compañeros gozaron de la simpatía del orteguismo. Se reunían con funcionarios de Gobierno, y firmaban acuerdos. Pero nunca lograron reunirse con Ortega.
El descontento se agudizó cuando Ortega se reunió y firmó acuerdos con otros grupos de desmovilizados del Ejército y también de la contrarrevolución. Vargas y sus compañeros iniciaron protestas contra el Gobierno.
“Somos socialistas, solidarios y cristianos, pero hemos abierto los ojos”, dijo Vargas cuando, en marzo de 2011, él y sus compañeros iniciaban un plantón y colocaban champas cerca de la estatua del Soldado Desconocido en Managua. “Se nos han cerrado todos los espacios y no nos queda más que ir a la acción”, indicó Vargas, aludiendo a que su grupo estaba cansado de pedir apoyo sin respuesta a Ortega.
La captura
Apenas unos días después de que los excachorros de Vargas se tomaron predios de la catedral de Managua y también colocaran hamacas a la orilla de la Avenida Bolívar, la Policía lo capturó el domingo ocho de mayo de 2011, luego de que Vargas intentara evitar la detención y se metiera en la casa de un vecino, cerca de los semáforos de Enel central.
Dos días después se inició un proceso judicial que hasta hoy lo mantiene en la cárcel. Una persona identificada como Juan Carlos Canales lo denunció de haberle estafado con tres mil dólares. Canales aseguró que Vargas le propuso ser socios en el negocio de cambio de dólares, pero Canales nunca vio los frutos de los dólares que le habría entregado a Vargas.
Seis años después, Vargas sigue preso. Lo que ha pedido, a través de sus abogados y de los derechos humanos, es que lo saquen y jura que no volverá a organizar protestas contra Ortega. Hoy ya no es el mismo hombre dispuesto a todo para exigir que se vuelva a ver a los excachorros. Físicamente está débil. Moralmente está destruido.
“Voy a reír hasta que mi hijo esté fuera”
Juana Herrera González no abandonó a su hijo Marvin Vargas en ningún momento.
Cuando Vargas cayó preso, un año antes había muerto su padre, Irene Vargas Peña, así que su madre tuvo que lidiar sola con la pena de ver a su hijo preso. Ella iba al Cenidh, a la CPDH, al Sistema Penitenciario, a todos lados abogando por su hijo.
Desde el encarcelamiento de su hijo, Juana Herrera cayó en depresión: “Voy a reír hasta que vea a mi hijo fuera”, decía.
Esa oportunidad de ver a su hijo libre Juana Herrera ya no la pudo tener. En agosto del 2014 le detectaron cáncer y murió el 4 de enero de 2015. Sus parientes creen que la depresión la mató más que el propio cáncer.
Encerrado siempre en “La Modelo”, Marvin Vargas no pudo asistir a los funerales de su madre.
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años y tres meses lleva preso el excachorro Marvin Vargas Herrera. Ya cumplió una condena de cinco años y seis meses por el delito de estafa. No lo liberaron cuando la cumplió, el pasado 8 de noviembre de 2016, y ahora enfrenta otra condena por tráfico de drogas. En principio tendría que ser liberado el 30 de abril del año 2029.
“Es un prisionero político”
El especialista en temas de cárceles de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), Pablo Cuevas, considera que Marvin Vargas Herrera “es un preso político”. “El Gobierno no quiere que reagrupe a sus compañeros y vayan a protestar” contra el Gobierno otra vez, explica Cuevas.
Cuevas señala que a Vargas ahora lo tienen en la “galería 300”, una galería de máxima seguridad, donde los cubículos o celdas son “pequeñísimos”, herméticamente cerrados, con puertas de metal y cámaras de seguridad. Cuevas no cree que con esas medidas haya sido posible que la esposa de Vargas haya podido suministrarle droga en la cárcel, razón por la cual el reo enfrenta una nueva pena de 12 años de prisión.
Debido a que es muy difícil que a Vargas se le haga verdadera justicia en el país, la CPDH ya trasladó su caso a instancias internacionales, la CIDH.
Torturas
Desde que cayó preso, Marvin Vargas Herrera ha denunciado que es torturado en la cárcel “La Modelo” de Tipitapa. En una de las audiencias en los juzgados, Vargas pidió quitarse la camisa para demostrar su denuncia de que ha sido torturado pero no le fue permitido. Aparte de los golpes físicos también están los psicológicos porque casi no le permiten ver a sus familiares. Y después de mucho tiempo que no le daban permiso a su esposa para verlo, finalmente le permitieron visita. Y fue para después decir que ella le había metido droga en la cárcel.