Hasta el último día de su dictadura, Anastasio Somoza Debayle contó con la fidelidad de la mayoría de sus guardias nacionales, capaces de ofrendar sus vidas en defensa de su jefe. “Semper fidelis” era una consigna entre los guardias. Pero también hubo unos cuantos guardias que iban más allá de la fidelidad. Fueron los más feroces luchadores contra la guerrilla sandinista y a veces no les importaba arremeterla también contra los civiles si era necesario. Esos eran los guardias que los sandinistas, una vez alcanzado el poder, intentaron eliminar a toda costa. Solo a algunos lograron matar mediante trampas.
“Sagitario”
“No me digan cuántos son, díganme dónde están”. Esa es una de las frases que sus excompañeros de armas le recuerdan a Franklin Montenegro, “Sagitario”, quien respondía así cada vez que debía combatir a los guerrilleros sandinistas.
Graduado como cadete de la Academia Militar de Nicaragua en 1962, con el número 749, Franklin Montenegro Alarcón se ganó la fama de ser uno de los más feroces guardias somocistas en los combates contra los sandinistas, así como de ser cruel en exceso durante las llamadas “operaciones limpieza” que hacía la Guardia en los barrios de Managua.
Lea también: El fin de la Guardia Nacional de Nicaragua
Una de las muertes que más le dolieron al sandinismo, y de la cual Montenegro supuestamente fue artífice, fue la de Julia Herrera, la esposa de “El Danto”, Germán Pomares Ordóñez. Sus excompañeros guardias dicen que Montenegro también era parte de la patrulla que causó la muerte del héroe sandinista. A Montenegro lo habían mandado a recuperar Jinotega, ciudad que había sido tomada por los guerrilleros.
El “Saulo” de los guerrilleros
Así como en la Biblia se dice que Saulo perseguía a los cristianos, así dicen que Ronald Sampson perseguía a todos los jóvenes que eran sospechosos de andar en la guerrilla sandinista. Donde se daba cuenta que había un joven que daba muestras de tener nexos con el FSLN, allí llegaba Sampson, primero a advertirle.
Graduado como cadete en 1967, con el número 950, Ronald Enrique Sampson Osorio, alias “50” o “comandante India-50”, egresó primero de la Escuela de Transmisiones de la Guardia Nacional. Primero fue radioperador y después soldado. A pesar de ser tío de la amante de Somoza, Dinorah, Sampson dice en su libro “La gran traición” que nunca obtuvo favores de ningún tipo y que todos los méritos se los ganó con esfuerzo.
Prueba de ello es que estuvo preso en dos ocasiones, primero en 1970 cuando junto con otros oficiales armó una trifulca y resultaron heridos dos civiles. Y luego en 1972, cuando estaba encargado de la distribución de la ayuda a los damnificados por el terremoto, lo acusaron de robar todos los vehículos y llantas del almacén Julio Martínez, de saquear el almacén Trajes Gómez y otras tiendas. En esa última ocasión estuvo un mes preso, primero junto con los delincuentes comunes pero después lo trasladaron a una celda común porque precisamente Sampson tenía fama de ser un fiero perseguidor de la delincuencia común. Obviamente, en su libro Sampson niega haber cometido los robos.
Lea también: Los “gansos salvajes” de la EEBI
El 15 de julio de 1969, Sampson le asestó un duro golpe al sandinismo. En Las Delicias del Volga, en una casa que estaba rodeada de guardias, le dio muerte al dirigente del FSLN Julio Buitrago. La historia dice que Buitrago murió combatiendo a unos 300 guardias. Sampson relató que a la casa solo entró él y otro guardia de nombre Pepito, quien murió en el acto. Sampson dice que Buitrago disparó primero y luego él disparó al guerrillero con una subametralladora M3 Cal 45. “Julio corre hacia las escaleras que dan al segundo piso… Con muy poquísimo ángulo le disparé y nunca estuve seguro de haberle impactado”, relató Sampson.
El “comandante Bravo”
Pablo Emilio Salazar Paiz, nacido el 19 de abril de 1942, se graduó como el cadete número 764 de la Guardia, en 1963. Hizo estudios militares en Estados Unidos, Italia y Panamá.
Al final de la guerra, era el jefe militar de la Guardia en el sur, donde combatía contra las tropas de Edén Pastora y los internacionalistas que apoyaban a los sandinistas. Estaba al mando de las tropas mejor preparadas de la Guardia.
Lea también: Gorriarán disparó a “Bravo” en la cabeza
Los propios sandinistas reconocieron que el “comandante Bravo” hizo movidas muy buenas para evitar el avance de los guerrilleros. En junio de 1979 el propio Somoza lo visitó en el Frente Sur, donde le reconoció la valentía y el no dejar pasar a los insurrectos.
Los periódicos de la época dicen que el “comandante Bravo” agarró tanta fama de valeroso y de fiero luchador contra los sandinistas que Anastasio Somoza Portocarrero, el “Chigüín”, comenzó a tener celos de él y por eso el Diario Novedades no lo destacaba mucho cuando aparecía Somoza junto a él en las fotos.
Los crímenes de Montenegro
Franklin Montenegro, apodado “Sagitario”, intentó huir como muchos de los guardias, tras el triunfo sandinista, pero no pudo. Los últimos cinco días de la guerra estuvo de jefe militar en Rivas. El 19 de julio de 1979 lo capturaron en la playa cuando intentaba fugarse hacia El Salvador.
Lo acusaron de, en febrero de 1978, haber cañoneado con tanquetas las calles de Monimbó. También de hacer “operaciones limpieza” en Masaya y en Estelí, donde habría ordenado la muerte de los doctores Alejandro Dávila Bolaños, Eduardo Selva y la enfermera Clotilde Moreno.
El poeta Ernesto Cardenal, en su libro “La revolución perdida”, acusa a Montenegro de haber sido quien mandó a matar a Donald Guevara y Elbis Chavarría y el que destruyó la comunidad de Solentiname. “Recuerdo que una vez me detuvo en la calle muy borracho para decirme que le tuviéramos miedo porque él era un ranger de los Estados Unidos, de los que habían matado al Che Guevara”, relata Cardenal.
La hermana de Montenegro, Sofía, sandinista, lo visitó en la cárcel, según cuenta Cardenal, y “le impresionó su dignidad en la derrota”. “Perdimos. Soy un oficial de carrera y sé que perdimos. Ganaron limpiamente”, le dijo a su hermana.
El 5 de octubre de 1979, según dijo el gobierno sandinista, a las 8:30 de la noche, Montenegro y otro famoso y temido ex guardia somocista, Pablo el “Chele” Aguilera, “fueron muertos cuando trataban de fugarse”, cerca del Aeropuerto Internacional de Managua, supuestamente aprovechando una falla mecánica del vehículo que los trasladaba a “La Modelo”. En realidad, les habían aplicado el “plan fuga”.
Cardenal cuenta que la madre de Montenegro le pedía a Sofía que intercediera por su hermano, pero ella no podía. “Había películas filmadas por los mismos camarógrafos de Somoza en que él aparecía en un tanque dirigiendo el ataque contra Estelí, donde volaron las casas con toda la gente dentro. ¡Y ellos eran de Estelí! ¿Cómo lo iba a perdonar el pueblo?”, escribió Cardenal.
Secuestro de un avión
De Sampson sus excompañeros dicen que era temperamental. “Él era jocoso, le gustaban las bromas, pero era buen guardia. Se enfrentaba al problema en forma valerosa”, dice un exguardia que formó parte de “Los Cascabeles”, una escuadra de la EEBI.
Hay otros excompañeros que no hablan muy bien de él.
“El prototipo de la persona más mala que ha habido en la Guardia era él (Ronald Sampson). Muchos guardias fueron asesinados por los sandinistas por las acciones de él… Le pegaba un tiro a cualquiera. Llegó a una colonia a León y agarró como a 15 o 20 muchachos y los fusiló, solo porque creía que eran sandinistas. Sampson era de las personas que hacían las cosas que la gente decía que la Guardia decía que hacía. No todos los oficiales eran así”, dijo sobre Sampson el subteniente Luis A. Moreno, también conocido en la contra como Mike Lima.
Cuando los guardias vieron que todo estaba perdido, Sampson con otros compañeros de él secuestraron un avión de la Cruz Roja y obligaron al piloto que los llevara a Guatemala.
Sampson vive ahora en California y publicó sus memorias tituladas “La gran traición”, el pasado año 2016.
La muerte de “Bravo”
Lo único que le reclaman sus excompañeros al “comandante Bravo” es que, cuando la guerra ya estaba perdida, no hizo una retirada profesional de las tropas. Supuestamente se fue sin avisar que se iba. “Hay gente que opinan que no le avisó a nadie que se replegaran por el sur. Él se fue en un helicóptero. Afortunadamente toda esa gente salió a El Salvador. Los sandinistas querían agarrar a esa gente pero no la pudieron agarrar”, cuenta un exsoldado de la EEBI.
El 14 de octubre de 1979, apenas unos días después de que mataron a Franklin Montenegro, el Diario LA PRENSA publicó que el “comandante Bravo” estaba desaparecido en Honduras. El miércoles 10 de octubre “Bravo” llegó a Tegucigalpa en una avioneta procedente de El Salvador, con 33 mil libras de alimentos y ropa para sus compañeros somocistas asilados en Honduras.
El 16 de octubre se informó que “Bravo” había sido asesinado en uno de los barrios de la capital hondureño. El cuerpo lo encontraron en estado avanzado de descomposición. Tiempo después se supo que a través de su amante le habían tendido una trampa.
De los tres más fieros oficiales de Somoza, dos de ellos habían sido asesinados después del triunfo sandinista: Franklin Montenegro y el “comandante Bravo”. Ronald Sampson logró huir tras secuestrar el avión de la Cruz Roja y hoy niega a diestra y siniestra que fue un agresor del pueblo.
Las ubicaciones
Pablo Emilio Salazar, “comandante Bravo”, y Franklin Montenegro, destacaron en la zona sur del país. Aunque Montenegro inicialmente tuvo misiones en otras zonas, como el norte.
En el centro y norte de Nicaragua sobresalió Ronald Sampson. Ronald Sampson fue el jefe del grupo “Los Cascabeles”, especialista en acciones antiterroristas.
“Eran acusaciones generales”
Tras la derrota, en julio de 1979, la mayoría de los guardias somocistas no volvieron a hablar ante los medios de comunicación. Bajo el anonimato, algunos de ellos dijeron a LA PRENSA para este artículo que la mayoría de los juicios que los sandinistas les hicieron “eran muy generales y solo decían que eran genocidas, crueles, que habían hecho ‘operaciones limpieza’ o por asociación ilícita para delinquir”.
“La fuerza élite que lideré se mantuvo expuesta durante largos meses a la confrontación y participación bélica en numerosos combates de guerra de guerrillas y guerra urbana. Combates en que la prensa, que jamás estuvo combatiendo a nuestro lado, aprovechó para calumniar y tergiversar con fantasiosas historietas de camino a estos soldados defensores de las libertades patrias de Nicaragua”, escribió Ronald Sampson.