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El Diálogo Nacional

Cuando a un diálogo se le califica de nacional, la convocatoria adquiere una dimensión excepcional. Supera a las citas planteadas por los grupos sectoriales dispersos. La nación vibra a través de la palabra unificada por el amor a la patria.

Por haber sido multitudinaria la convocatoria a partir del 23 de abril 2018 —una fecha que merece una denominación especial en el calendario nacional— sirvió de inspiración y justificación para promover al diálogo nacional. Impresionante ha sido el espectáculo cívico de los nicaragüenses disconformes con el procedimiento operativo en el sistema. Inicialmente la invitación partió del Cosep, lo cual debe ser admitido en el escaso lenguaje de la neutralidad pero que el pueblo tomó como suya, incluida la decisión espontánea de haber enderezado la marcha al destino conclusivo de la Upoli donde se juntaron todas las partes interesadas en sembrar la semilla de la perdurabilidad, razón por la cual quedaba rubricada la necesidad de buscar los acuerdos satisfactorios llevando como meta la plasmación real y no ficticia de la concordia.

Claro, la generalidad pidió estar representada en la mesa, unos simplemente por figurar, otros por oportunismo “en río revuelto ganancia de pescadores”, otros por lucir la habilidad “camaleónica” de cambiar de color, otros los verdaderos por contribuir con el aporte esencial para que el pronóstico de que “Nicaragua vuelva a ser república” tenga vigencia en la acción y no en la esperanza.

Hacía una relación entre el número de los reclamantes de la democratización enarbolada por el obispo Silvio Báez, y entre los aspirantes a ser partícipes en la mesa. Según lo visto desde la llanura en observación y deducción, el encuentro debe ser selectivo. Cada delegado inserto en el ramal autocrítico y, por ende, constructivo del árbol de la convergencia que tiene como base medular la pesquisa del tesoro por cierto intangible de la paz que orondos proclaman los lados opuestos, siendo muchos los aspirantes a sentirse representados en el foro. Se impone la quintaesencia y no la dispersión. Esta puede conducir a un diluvio de opiniones con la capacidad anárquica de asfixiar al consenso. De eso no puede esperarse ningún saldo beneficioso por mucho deseo que bogue en el plenario.

Celebro las designaciones de Luis Sánchez Sancho, de Ernesto Medina, de José Adán Aguerri y de Juan Sebastián Chamorro, hombres que han sido perseverantes en el análisis y la dinamia en cada una de sus atribuciones no comprometidos con los intereses de los partidos políticos. Estos no existen. No son oposición. No tienen futuro. Carecen del aval ético. Algunos de ellos han sido capaces de solicitar inclusión. Son los oportunistas de siempre. La sede no debe ser fastidiada por el vuelo picante de los zancudos.

No pueden haber tantos argumentos y participantes en un proyecto que si es llevado al triunfo por la idoneidad de los delegados puestos cada uno en el lugar que les corresponde, tendría el equivalente de ser la resurrección de la bella Nicaragua tantas veces afeada por la trágica historia. El origen del drama debe ser la fuente para llegar a las más inteligentes conclusiones. Los estudiantes universitarios son los destinados por la realidad a desempeñar una función vital acompañados, asesorados por los sectores adultos y fornidos por la experiencia para clasificar y exponer los temas en el orden tanto de la prioridad como de la utilidad.

El autor es periodista.

Opinión diálogo nacional Nicaragua protestas
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