¿Qué elegir? ¿La ley de despenalización del aborto en Argentina, también en esto partida en dos? Todo divide a los argentinos, la brecha no desaparece ni se achica. El del aborto es el único tema sobre el cuál el papa Francisco no cambió de posición respecto a la que defendía cuando era el arzobispo Jorge Bergoglio.
Lo de la discutida ley puede distraer un poquito respecto a la noticia de que Amado Boudou, quien fuera vicepresidente de Cristina Kirchner, fue condenado por corrupción —5 años y 10 meses de prisión— pero no le hace ni mella, como noticia, a la de los “cuadernos de la corrupción”. En este tema se calcula que son más de doscientos millones de dólares en coimas que fueron a parar, en bolsos y bolsas y en maletas también, a las casas de los Kirchner. Presuntamente, por supuesto, porque siempre que se habla de delitos de los “progres” se estila poner presuntamente; en cambio, si el protagonista es de derecha o no de izquierda, simplemente se le escracha sin aclaración alguna. El tema de los “‘cuadernos” reclama espacio y lo tendrá, pero no ahora. Lo mismo pasa con las elecciones en Brasil, donde Lula —doce años de cárcel por corrupción— y un niño de pecho comparado con los Kirchner, aspira aún a ser candidato.
Hoy por hoy no parece atinado restarle importancia al atentado —¿presunto?— contra Nicolás Maduro. Nadie se lo cree; esta es la verdad. Salvo, aclaremos, Cuba, Bolivia, Siria, Irán, Turquía, Rusia y los Tupamaros uruguayos. Ni la estampida y el pánico de los militares in situ aporta un mínimo de credibilidad; quizás no estaban enterados. Ya está dicho que en Venezuela, en vida del comandante Chávez, y pasando por lo del “pajarito” y la multiplicación de los “penes”, más la “madurez” de estos días, se supera largamente la ficción del “ realismo mágico” y hasta la más locas fantasías tropicales.
Pero el tema es serio: es una nueva arremetida contra la oposición, contra la disidencia, como se han apresurado a denunciar dirigentes políticos y sociales que están contra la dictadura de Maduro y los militares venezolanos.
El recurso es conocido: pasó en Turquía, hasta con drones y todo, cuando el fallido “golpe de Estado” y posterior represión contra los opositores. Lo mismo que en Ecuador, cuando Rafael Correa inventó su propio golpe de Estado —unos 70 policías contra 14 mil soldados que respaldaban y protegían al presidente—. Con esa excusa persiguió y acabó con opositores, diputados y jueces que no le gustaban. Por esos tiempos recibió el apoyo de la Celac y de la Unasur, pero ahora ya no es lo mismo.
A Maduro y sus allegados —¿quizás sus mandantes?— no les preocupa. Lo dijeron bien claro sus voceros: “que este hecho sirva para extirpar de una vez por todas cualquier intento violento de atentar contra la paz”.
Es la tesis de Fidel: no se puede permitir ni siquiera el más mínimo brote de cualquier sueños o ilusión de cambiar el sistema. Hay que arrancarlos de raíz. La revolución en su momento justificaba todo y hasta disimulaba la esencia y los fines del “paredón”.
Ahora es distinto, y por eso se inventan los atentados. En el caso no importa tanto el “show” sino sus efectos multiplicantes. En Venezuela hay coincidencia total en cuanto a que se avecina una nueva ola de represión. Los asesores cubanos hacen sentir su peso. El susto y el miedo de los militares a lo que tarde o temprano irremediablemente vendrá, también pone lo suyo. Y los venezolanos el sufrimiento.
Presos políticos, persecución, escasez de producto básicos, de medicinas, inflación de casi el 3 por ciento por día —cada 24 horas— y previsiones aún peores —se pronostica 1 millón por ciento—. Emigrar como solución, dejar casa y familia. Y ahora esta promesa de los mandamases de, a raíz del “atentado”, “extirpar (lo que sea) de una vez por todas”.
La revolución bolivariana no tiene límites: aún puede ser peor. Esa es la noticia.
El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la SIP.