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El futuro energético

Mi punto de partida en este ensayo sobre el futuro energético es la Revolución Industrial en el siglo XIX. Con ella hubo un rápido despegue económico en países de Europa Occidental, Norteamérica y Japón que, a su vez, fue causado por adelantos tecnológicos jamás antes vistos. El crecimiento fue acompañado por un aumento exponencial en la demanda para energía. Esta fue suplida principalmente quemando carbón mineral y petróleo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento económico se disparó de nuevo. Pero esta vez no solo se limitó al núcleo de “países industrializados” sino que se extendió a otros, sobre todo a la China y más recientemente, a la India. De nuevo, esta expansión económica fue atada a un crecimiento exponencial en la demanda para energía. Esta fue alimentada no solo por carbón y petróleo sino por centrales hidroeléctricas, nucleares y de gas. Los extraordinarios avances tecnológicos de las últimas décadas también permitieron que nuevas fuentes de energía renovables —especialmente la eólica y solar— fuesen cada vez más competitivas. De cara al futuro, expertos pronostican que para 2050 la economía global se habrá duplicado en tamaño. La demanda para la energía también aumentará. Pero esta vez en lugar de crecer exponencialmente se estima que solo crecerá en un 15 por ciento, rompiéndose así con el comportamiento anterior. Esto se debe a enormes avances tecnológicos, como vehículos y bujías más eficientes. Es más, en una década vehículos eléctricos serán competitivos con los de motores de combustión interna. Por otro lado, para 2035 la energía generada por fuentes renovables —incluyendo sol y viento— habrá subido del 20 por ciento ahora a 35 por ciento del total. Y todo apunta a que las fuentes renovables generarán la mitad de la electricidad en 2035.

Un pronóstico importante es que la generación de energía utilizando carbón mineral se caerá un 50 por ciento para mediados del siglo actual, en gran parte por importantes inversiones en energía “limpia” por la China. Esto, al igual que la contracción en la generación de energía basado en petróleo, contribuirá a combatir el cambio climático. Sin duda por eso es que los grandes productores de hidrocarburos están buscando cómo diversificar sus economías. Una excepción es Venezuela, cuya caótica situación política impide a que se esté pensando en el futuro. En Nicaragua nuestro cuadro energético es mixto. Lo bueno es que estamos acercándonos al 100 por ciento de cobertura eléctrica nacionalmente. Y el 55 por ciento de la energía que generamos se basa en fuentes renovables. Lo malo es que nuestras tarifas son elevadas –en mi caso cuatro veces mayores que en Estados Unidos—. Y para rematar, hay alzas continuas en tarifas que no se explican ni se justifican. Estas afectan la confianza y contribuyen a la prolongación de nuestra crisis socioeconómica.

El autor es economista.

Opinión Crisis en Nicaragua
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