En Venezuela se ha impedido el funcionamiento de la Asamblea Nacional, libremente electa en 2015, en el último ejercicio democrático de ese país. Desde entonces, Maduro se consolidó en base a la represión, menguando la expectativa que representó Guaidó, y esto tiene estrecha relación con Nicaragua.
En diversas situaciones, Ortega ha demostrado que no entiende de razones, pero sí de presiones. De hecho, las ha invitado. Bajo la presión del acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que cesaron su apoyo a los bandos de la guerra civil de los años 80, convocó a las elecciones de 1990. Y cuando en un acto de soberbia eliminó a la oposición de participar en las elecciones de 2016, el Congreso de Estados Unidos reaccionó aprobando en septiembre de ese mismo año la Nica Act. Ortega, entonces, llamó de inmediato a Almagro —después de haber llamado “sinvergüenza” a los observadores de la OEA— y se comprometió a reformas electorales. ¿Cómo esos antecedentes guardan vínculo con la situación de Nicaragua y Venezuela? Brevemente, lo explicamos.
Guaidó fue elegido presidente de la Asamblea Nacional a principios de enero de 2019, y desde entonces anticipó que declararía la usurpación de Maduro y asumiría la Presidencia en funciones, como ocurrió el miércoles 23 de enero. Ese mismo día, Ortega recibió a dos enviados norteamericanos de alto nivel, McKinley y Chung, en visita programada por Estados Unidos para visibilizar la inminencia del fin del régimen de Maduro. En esa entrevista se acordó reiniciar el diálogo entre Ortega y la Alianza Cívica, lo que se hizo público el sábado 16 de febrero en reunión de Ortega con empresarios, en presencia del cardenal Brenes y el Nuncio Apostólico. En ese diálogo que se realizó en el Incae, bajo la amenaza del fin de Maduro, se avanzó en algunos acuerdos, entre ellos la liberación de aproximadamente 600 presos políticos.
Pero cuando Maduro se consolidó, después del intento fracasado de introducir ayuda humanitaria en Venezuela y del abortado derrocamiento el 30 de abril, en que únicamente se liberó a Leopoldo López, Ortega dio por cancelado el diálogo nacional, después del asesinato del preso político Eddy Montes, a mediados de mayo. Desde entonces, Ortega ha vuelto a encarcelar y reprimir, bajo un Estado de Sitio de facto. Ahora ha anunciado reformas electorales, sin ningún diálogo con la Alianza Cívica, UNAB y partidos políticos excluidos de la Asamblea Nacional. Esas reformas serán cosméticas o no, y las condiciones que produzcan serán o no democráticas, y que también se reinicie el diálogo, dependerá de la presión nacional e internacional, pues Ortega, como ha demostrado con su historia, no entiende de argumentos, pero sí de presiones y sanciones.
El autor es economista, fue candidato a la Presidencia de Nicaragua.